Símbolos y realidad
La realidad, que no sé lo que es, qué se quiere definir con palabra tan grande, pues para mí lo que es realidad para otro no lo es y viceversa, está llena de símbolos.
Los símbolos están para quienes quieran leerlos, para quienes puedan leerlos, para quienes estén preparados para leerlos por lo que se han preparado, para los ciegos, los analfabetos de símbolos, los que se hacen que no los entienden, para los que le dan vuelta la cara, para los necios que insisten en no tomarlos obedeciendo, para aquellos que se creen que son más fuertes que los símbolos y se empeñan en rebotar contra las paredes cuando en realidad hay que saber cuándo saltarlas.
Una vida se define por símbolos, por símbolos se interpreta, en los símbolos se manifiesta y queda anotada, llena rostros y cuerpos de símbolos para que el lector esté avisado, carga de símbolos, barrios, entornos, ciudades, países, noticias, versos, obras de arte, acciones de los profesionales, nada escapa al símbolo que pasado, presente y futuro: marca.
Símbolo de tú boca que me dice que si al beso aunque me digan que no tus palabras, símbolo de la maldad con que algunos piadosos se disfrazan, símbolo del mediocre que garabatea brillos y compra dispensas en los mercados donde la vida transcurre en un orden prostituido, símbolo de la sordera en aquellos a los que reiterarles en repeticiones que nunca acaban por no interesarles más que ellos, sumergidos en su yo miserable que al espejo de la inseguridad afirma con cuchillos lo que corta y clava del entorno al que no se brinda.
Yo no sé qué es la realidad, en ella no he vivido nunca, la he visitado, me la han contado millones de veces con seño adusto, dedo indicante con señales a ningún lugar que me pareciera, donde los caminos cansados de la repetición de los pasos vomitaban suelas enfermos de espanto.
Dicen que por ahí está, muy bien para el que pueda, quiera, otra no le quede porque otra no se deja, mi realidad no está hecha de esas, echada nunca, elegida no más de símbolos que en la señal me han dicho por donde atinarla, después de las cortaderas que rompen la piel de los tobillos, siempre hay un monte fresco o una playa santa donde refrescándose la herida se cura y resarce con algún premio la prueba, que por ser más fuerte, el que no resiste, la fortaleza nunca la alcanza.
RM
Ricardo Marcenaro bitácora - Simbolos y realidad. 05-07-10
Los símbolos están para quienes quieran leerlos, para quienes puedan leerlos, para quienes estén preparados para leerlos por lo que se han preparado, para los ciegos, los analfabetos de símbolos, los que se hacen que no los entienden, para los que le dan vuelta la cara, para los necios que insisten en no tomarlos obedeciendo, para aquellos que se creen que son más fuertes que los símbolos y se empeñan en rebotar contra las paredes cuando en realidad hay que saber cuándo saltarlas.
Una vida se define por símbolos, por símbolos se interpreta, en los símbolos se manifiesta y queda anotada, llena rostros y cuerpos de símbolos para que el lector esté avisado, carga de símbolos, barrios, entornos, ciudades, países, noticias, versos, obras de arte, acciones de los profesionales, nada escapa al símbolo que pasado, presente y futuro: marca.
Símbolo de tú boca que me dice que si al beso aunque me digan que no tus palabras, símbolo de la maldad con que algunos piadosos se disfrazan, símbolo del mediocre que garabatea brillos y compra dispensas en los mercados donde la vida transcurre en un orden prostituido, símbolo de la sordera en aquellos a los que reiterarles en repeticiones que nunca acaban por no interesarles más que ellos, sumergidos en su yo miserable que al espejo de la inseguridad afirma con cuchillos lo que corta y clava del entorno al que no se brinda.
Yo no sé qué es la realidad, en ella no he vivido nunca, la he visitado, me la han contado millones de veces con seño adusto, dedo indicante con señales a ningún lugar que me pareciera, donde los caminos cansados de la repetición de los pasos vomitaban suelas enfermos de espanto.
Dicen que por ahí está, muy bien para el que pueda, quiera, otra no le quede porque otra no se deja, mi realidad no está hecha de esas, echada nunca, elegida no más de símbolos que en la señal me han dicho por donde atinarla, después de las cortaderas que rompen la piel de los tobillos, siempre hay un monte fresco o una playa santa donde refrescándose la herida se cura y resarce con algún premio la prueba, que por ser más fuerte, el que no resiste, la fortaleza nunca la alcanza.
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