Cuento: Rodolfo Walsh - Cuento Para Tahures - Completo
Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in Cuento: Rodolfo Walsh - Cuento Para Tahures - Completo - Bio - Links | Posted on 18:13
Cuentos para tahúres
Salió no más el 10 -un 4 y un 6- cuando ya nadie lo creía. A mí qué me importaba, hacía rato que me habían dejado seco. Pero hubo un murmullo feo entre los jugadores acodados a la mesa del billar y los mirones que formaban rueda. Renato Flores palideció y se pasó el pañuelo a cuadros por la frente húmeda. Después juntó con pesado movimiento los billetes de la apuesta, los alisó uno a uno y, doblándolos en cuatro, a lo largo, los fue metiendo entre los dedos de la mano izquierda, donde quedaron como otra mano rugosa y sucia entrelazada perpendicularmente a la suya. Con estudiada lentitud puso los dados en el cubilete y empezó a sacudirlos. Un doble pliegue vertical le partía el entrecejo oscuro. Parecía barajar un problema que se le hacía cada vez más difícil. Por fin se encogió de hombros.
-Lo que quieran... -dijo.
Ya nadie se acordaba del tachito de la coima. Jiménez, el del negocio, presenciaba desde lejos sin animarse a recordarlo. Jesús Pereyra se levantó y echó sobre la mesa, sin contarlo, un montón de plata.
-La suerte es la suerte -dijo con una lucecita asesina en la mirada-. Habrá que irse a dormir.
Yo soy hombre tranquilo; en cuanto oí aquello, gané el rincón más cercano a la puerta. Pero Flores bajó la vista y se hizo el desentendido.
-Hay que saber perder -dijo Zúñiga sentenciosamente, poniendo un billetito de cinco en la mesa. Y añadió con retintín-: Total, venimos a divertirnos.
-¡Siete pases seguidos! -comentó, admirado, uno de los de afuera.
Flores lo midió de arriba abajo.
-¡Vos, siempre rezando! -dijo con desprecio.
Salió no más el 10 -un 4 y un 6- cuando ya nadie lo creía. A mí qué me importaba, hacía rato que me habían dejado seco. Pero hubo un murmullo feo entre los jugadores acodados a la mesa del billar y los mirones que formaban rueda. Renato Flores palideció y se pasó el pañuelo a cuadros por la frente húmeda. Después juntó con pesado movimiento los billetes de la apuesta, los alisó uno a uno y, doblándolos en cuatro, a lo largo, los fue metiendo entre los dedos de la mano izquierda, donde quedaron como otra mano rugosa y sucia entrelazada perpendicularmente a la suya. Con estudiada lentitud puso los dados en el cubilete y empezó a sacudirlos. Un doble pliegue vertical le partía el entrecejo oscuro. Parecía barajar un problema que se le hacía cada vez más difícil. Por fin se encogió de hombros.
-Lo que quieran... -dijo.
Ya nadie se acordaba del tachito de la coima. Jiménez, el del negocio, presenciaba desde lejos sin animarse a recordarlo. Jesús Pereyra se levantó y echó sobre la mesa, sin contarlo, un montón de plata.
-La suerte es la suerte -dijo con una lucecita asesina en la mirada-. Habrá que irse a dormir.
Yo soy hombre tranquilo; en cuanto oí aquello, gané el rincón más cercano a la puerta. Pero Flores bajó la vista y se hizo el desentendido.
-Hay que saber perder -dijo Zúñiga sentenciosamente, poniendo un billetito de cinco en la mesa. Y añadió con retintín-: Total, venimos a divertirnos.
-¡Siete pases seguidos! -comentó, admirado, uno de los de afuera.
Flores lo midió de arriba abajo.
-¡Vos, siempre rezando! -dijo con desprecio.
Después he tratado de recordar el lugar que ocupaba cada uno antes de que empezara el alboroto. Flores estaba lejos de la puerta, contra la pared del fondo. A la izquierda, por donde venía la ronda, tenía a Zúñiga. Al frente, separado de él por el ancho de la mesa del billar, estaba Pereyra. Cuando Pereyra se levantó dos o tres más hicieron lo mismo. Yo me figuré que sería por el interés del juego, pero después vi que Pereyra tenía la vista clavada en las manos de Flores. Los demás miraban el paño verde donde iban a caer los dados, pero él sólo miraba las manos de Flores.
El montoncito de las apuestas fue creciendo: había billetes de todos tamaños y hasta algunas monedas que puso uno de los de afuera. Flores parecía vacilar. Por fin largó los dados. Pereyra no los miraba. Tenía siempre los ojos en las manos de Flores.
-El cuatro -cantó alguno.
En aquel momento, no sé por qué, recordé los pases que había echado Flores: el 4, el 8, el 10, el 9, el 8, el 6, el 10... Y ahora buscaba otra vez el 4.
El sótano estaba lleno del humo de los cigarrillos. Flores le pidió a Jiménez que le trajera un café, y el otro se marchó rezongando. Zúñiga sonreía maliciosamente mirando la cara de rabia de Pereyra. Pegado a la pared, un borracho despertaba de tanto en tanto y decía con voz pastosa:
-¡Voy diez a la contra! -Después se volvía a quedar dormido.
Los dados sonaban en el cubilete y rodaban sobre la mesa. Ocho pares de ojos rodaban tras ellos. Por fin alguien exclamó:
-¡El cuatro!
El montoncito de las apuestas fue creciendo: había billetes de todos tamaños y hasta algunas monedas que puso uno de los de afuera. Flores parecía vacilar. Por fin largó los dados. Pereyra no los miraba. Tenía siempre los ojos en las manos de Flores.
-El cuatro -cantó alguno.
En aquel momento, no sé por qué, recordé los pases que había echado Flores: el 4, el 8, el 10, el 9, el 8, el 6, el 10... Y ahora buscaba otra vez el 4.
El sótano estaba lleno del humo de los cigarrillos. Flores le pidió a Jiménez que le trajera un café, y el otro se marchó rezongando. Zúñiga sonreía maliciosamente mirando la cara de rabia de Pereyra. Pegado a la pared, un borracho despertaba de tanto en tanto y decía con voz pastosa:
-¡Voy diez a la contra! -Después se volvía a quedar dormido.
Los dados sonaban en el cubilete y rodaban sobre la mesa. Ocho pares de ojos rodaban tras ellos. Por fin alguien exclamó:
-¡El cuatro!
En aquel momento agaché la cabeza para encender un cigarrillo. Encima de la mesa había una lamparita eléctrica, con una pantalla verde. Yo no vi el brazo que la hizo añicos. El sótano quedó a oscuras. Después se oyó el balazo.
Yo me hice chiquito en mi rincón y pensé para mis adentros: "Pobre Flores, era demasiada suerte". Sentí que algo venía rodando y me tocaba en la mano. Era un dado. Tanteando en la oscuridad, encontré el compañero.
En medio del desbande, alguien se acordó de los tubos fluorescentes del techo. Pero cuando los encendieron, no era Flores el muerto. Renato Flores seguía parado con el cubilete en la mano, en la misma posición de antes. A su izquierda, doblado en su silla, Ismael Zúñiga tenía un balazo en el pecho.
"Le erraron a Flores", pensé en el primer momento, "y le pegaron al otro. No hay nada que hacerle, esta noche está de suerte."
Entre varios alzaron a Zúñiga y lo tendieron sobre tres sillas puestas en hilera. Jiménez (que había bajado con el café) no quiso que lo pusieran sobre la mesa de billar para que no le mancharan el paño. De todas maneras ya no había nada que hacer.
Me acerqué a la mesa y vi que los dados marcaban el 7. Entre ellos había un revólver 48.
Como quien no quiere la cosa, agarré para el lado de la puerta y subí despacio la escalera. Cuando salí a la calle había muchos curiosos y un milico que doblaba corriendo la esquina.
Aquella misma noche me acordé de los dados, que llevaba en el bolsillo -¡lo que es ser distraído!-, y me puse a jugar solo, por puro gusto. Estuve media hora sin sacar un 7. Los miré bien y vi que faltaban unos números y sobraban otros. Uno de los "chivos" tenía el 8, el 4 y el 5 repetidos en caras contrarias. El otro, el 5, el 6 y el 1. Con aquellos dados no se podía perder. No se podía perder en el primer tiro, porque no se podía formar el 2, el 3 y el 12, que en la primera mano son perdedores. Y no se podía perder en los demás porque no se podía sacar el 7, que es el número perdedor después de la primera mano. Recordé que Flores había echado siete pases seguidos, y casi todos con números difíciles: el 4, el 8, el 10, el 9, el 8, el 6, el 10... Y a lo último había sacado otra vez el 4. Ni una sola clavada. Ni una barraca. En cuarenta o cincuenta veces que habría tirado los dados no había sacado un solo 7, que es el número más salidor.
Y, sin embargo, cuando yo me fui, los dados de la mesa formaban el 7, en vez del 4, que era el último número que había sacado. Todavía lo estoy viendo, clarito: un 6 y un 1.
Yo me hice chiquito en mi rincón y pensé para mis adentros: "Pobre Flores, era demasiada suerte". Sentí que algo venía rodando y me tocaba en la mano. Era un dado. Tanteando en la oscuridad, encontré el compañero.
En medio del desbande, alguien se acordó de los tubos fluorescentes del techo. Pero cuando los encendieron, no era Flores el muerto. Renato Flores seguía parado con el cubilete en la mano, en la misma posición de antes. A su izquierda, doblado en su silla, Ismael Zúñiga tenía un balazo en el pecho.
"Le erraron a Flores", pensé en el primer momento, "y le pegaron al otro. No hay nada que hacerle, esta noche está de suerte."
Entre varios alzaron a Zúñiga y lo tendieron sobre tres sillas puestas en hilera. Jiménez (que había bajado con el café) no quiso que lo pusieran sobre la mesa de billar para que no le mancharan el paño. De todas maneras ya no había nada que hacer.
Me acerqué a la mesa y vi que los dados marcaban el 7. Entre ellos había un revólver 48.
Como quien no quiere la cosa, agarré para el lado de la puerta y subí despacio la escalera. Cuando salí a la calle había muchos curiosos y un milico que doblaba corriendo la esquina.
Aquella misma noche me acordé de los dados, que llevaba en el bolsillo -¡lo que es ser distraído!-, y me puse a jugar solo, por puro gusto. Estuve media hora sin sacar un 7. Los miré bien y vi que faltaban unos números y sobraban otros. Uno de los "chivos" tenía el 8, el 4 y el 5 repetidos en caras contrarias. El otro, el 5, el 6 y el 1. Con aquellos dados no se podía perder. No se podía perder en el primer tiro, porque no se podía formar el 2, el 3 y el 12, que en la primera mano son perdedores. Y no se podía perder en los demás porque no se podía sacar el 7, que es el número perdedor después de la primera mano. Recordé que Flores había echado siete pases seguidos, y casi todos con números difíciles: el 4, el 8, el 10, el 9, el 8, el 6, el 10... Y a lo último había sacado otra vez el 4. Ni una sola clavada. Ni una barraca. En cuarenta o cincuenta veces que habría tirado los dados no había sacado un solo 7, que es el número más salidor.
Y, sin embargo, cuando yo me fui, los dados de la mesa formaban el 7, en vez del 4, que era el último número que había sacado. Todavía lo estoy viendo, clarito: un 6 y un 1.
Al día siguiente extravié los dados y me establecí en otro barrio. Si me buscaron, no sé; por un tiempo no supe nada más del asunto. Una tarde me enteré por los diarios que Pereyra había confesado. Al parecer, se había dado cuenta de que Flores hacía trampa. Pereyra iba perdiendo mucho, porque acostumbraba jugar fuerte, y todo el mundo sabía que era mal perdedor. En aquella racha de Flores se le habían ido más de tres mil pesos. Apagó la luz de un manotazo. En la oscuridad erró el tiro, y en vez de matar a Flores mató a Zúñiga. Eso era lo que yo también había pensado en el primer momento.
Pero después tuvieron que soltarlo. Le dijo al juez que lo habían hecho confesar a la fuerza. Quedaban muchos puntos oscuros. Es fácil errar un tiro en la oscuridad, pero Flores estaba frente a él, mientras que Zúñiga estaba a un costado, y la distancia no habrá sido mayor de un metro. Un detalle lo favoreció: los vidrios rotos de la lamparita eléctrica del sótano estaban detrás de él. Si hubiera sido él quien dio el manotazo -dijeron- los vidrios habrían caído del otro lado de la mesa de billar, donde estaban Flores y Zúñiga.
El asunto quedó sin aclarar. Nadie vio al que pegó el manotazo a la lámpara, porque estaban todos inclinados sobre los dados. Y si alguien lo vio, no dijo nada. Yo, que podía haberlo visto, en aquel momento agaché la cabeza para encender un cigarrillo, que no llegué a encender. No se encontraron huellas en el revólver, ni se pudo averiguar quién era el dueño. Cualquiera de los que estaban alrededor de la mesa -y eran ocho o nueve- pudo pegarle el tiro a Zúñiga.
Yo no sé quién habrá sido el que lo mató. Quien más quien menos tenía alguna cuenta que cobrarle. Pero si yo quisiera jugarle sucio a alguien en una mesa de pase inglés, me sentaría a su izquierda, y al perder yo, cambiaría los dados legítimos por un par de aquellos que encontré en el suelo, los metería en el cubilete y se los pasaría al candidato. El hombre ganaría una vez y se pondría contento. Ganaría dos veces, tres veces... y seguiría ganando. Por difícil que fuera el número que sacara de entrada, lo repetiría siempre antes de que saliera el 7. Si lo dejaran, ganaría toda la noche, porque con esos dados no se puede perder.
Pero después tuvieron que soltarlo. Le dijo al juez que lo habían hecho confesar a la fuerza. Quedaban muchos puntos oscuros. Es fácil errar un tiro en la oscuridad, pero Flores estaba frente a él, mientras que Zúñiga estaba a un costado, y la distancia no habrá sido mayor de un metro. Un detalle lo favoreció: los vidrios rotos de la lamparita eléctrica del sótano estaban detrás de él. Si hubiera sido él quien dio el manotazo -dijeron- los vidrios habrían caído del otro lado de la mesa de billar, donde estaban Flores y Zúñiga.
El asunto quedó sin aclarar. Nadie vio al que pegó el manotazo a la lámpara, porque estaban todos inclinados sobre los dados. Y si alguien lo vio, no dijo nada. Yo, que podía haberlo visto, en aquel momento agaché la cabeza para encender un cigarrillo, que no llegué a encender. No se encontraron huellas en el revólver, ni se pudo averiguar quién era el dueño. Cualquiera de los que estaban alrededor de la mesa -y eran ocho o nueve- pudo pegarle el tiro a Zúñiga.
Yo no sé quién habrá sido el que lo mató. Quien más quien menos tenía alguna cuenta que cobrarle. Pero si yo quisiera jugarle sucio a alguien en una mesa de pase inglés, me sentaría a su izquierda, y al perder yo, cambiaría los dados legítimos por un par de aquellos que encontré en el suelo, los metería en el cubilete y se los pasaría al candidato. El hombre ganaría una vez y se pondría contento. Ganaría dos veces, tres veces... y seguiría ganando. Por difícil que fuera el número que sacara de entrada, lo repetiría siempre antes de que saliera el 7. Si lo dejaran, ganaría toda la noche, porque con esos dados no se puede perder.
Claro que yo no esperaría a ver el resultado. Me iría a dormir, y al día siguiente me enteraría por los diarios. ¡Vaya usted a echar diez o quince pases en semejante compañía! Es bueno tener un poco de suerte; tener demasiada no conviene, y ayudar a la suerte es peligroso...
Sí, yo creo que fue Flores no más el que lo mató a Zúñiga. Y en cierto modo lo mató en defensa propia. Lo mató para que Pereyra o cualquiera de los otros no lo mataran a él. Zúñiga -por algún antiguo rencor, tal vez- le había puesto los dados falsos en el cubilete, lo había condenado a ganar toda la noche, a hacer trampa sin saberlo, lo había condenado a que lo mataran, o a dar una explicación humillante en la que nadie creería.
Flores tardó en darse cuenta; al principio creyó que era pura suerte; después se intranquilizó; y cuando comprendió la treta de Zúñiga, cuando vio que Pereyra se paraba y no le quitaba la vista de las manos, para ver si volvía a cambiar los dados, comprendió que no le quedaba más que un camino. Para sacarse a Jiménez de encima, le pidió que le trajera un café. Esperó el momento. El momento era cuando volviera a salir el 4, como fatalmente tenía que salir, y cuando todos se inclinaran instintivamente sobre los dados.
Entonces rompió la bombita eléctrica con un golpe del cubilete, sacó el revólver con aquel pañuelo a cuadros y le pegó el tiro a Zúñiga. Dejó el revólver en la mesa, recobró los "chivos" y los tiró al suelo. No había tiempo para más. No le convenía que se comprobara que había estado haciendo trampa, aunque fuera sin saberlo. Después metió la mano en el bolsillo de Zúñiga, le buscó los dados legítimos, que el otro había sacado del cubilete, y cuando ya empezaban a parpadear los tubos fluorescentes, los tiró sobre la mesa.
Y esta vez sí echó clavada, un 7 grande como una casa, que es el número más salidor...
Rodolfo Walsh
Sí, yo creo que fue Flores no más el que lo mató a Zúñiga. Y en cierto modo lo mató en defensa propia. Lo mató para que Pereyra o cualquiera de los otros no lo mataran a él. Zúñiga -por algún antiguo rencor, tal vez- le había puesto los dados falsos en el cubilete, lo había condenado a ganar toda la noche, a hacer trampa sin saberlo, lo había condenado a que lo mataran, o a dar una explicación humillante en la que nadie creería.
Flores tardó en darse cuenta; al principio creyó que era pura suerte; después se intranquilizó; y cuando comprendió la treta de Zúñiga, cuando vio que Pereyra se paraba y no le quitaba la vista de las manos, para ver si volvía a cambiar los dados, comprendió que no le quedaba más que un camino. Para sacarse a Jiménez de encima, le pidió que le trajera un café. Esperó el momento. El momento era cuando volviera a salir el 4, como fatalmente tenía que salir, y cuando todos se inclinaran instintivamente sobre los dados.
Entonces rompió la bombita eléctrica con un golpe del cubilete, sacó el revólver con aquel pañuelo a cuadros y le pegó el tiro a Zúñiga. Dejó el revólver en la mesa, recobró los "chivos" y los tiró al suelo. No había tiempo para más. No le convenía que se comprobara que había estado haciendo trampa, aunque fuera sin saberlo. Después metió la mano en el bolsillo de Zúñiga, le buscó los dados legítimos, que el otro había sacado del cubilete, y cuando ya empezaban a parpadear los tubos fluorescentes, los tiró sobre la mesa.
Y esta vez sí echó clavada, un 7 grande como una casa, que es el número más salidor...
Rodolfo Walsh
Cuento: Rodolfo Walsh - Cuento Para Tahures - Completo
Rodolfo Jorge Walsh (n. Lamarque, Río Negro, Argentina; 9 de enero de 1927 - desaparecido en Buenos Aires; 25 de marzo de 1977) fue un periodista, escritor, dramaturgo y traductor argentino que militó en la Alianza Libertadora Nacionalista y luego integró las organizaciones guerrilleras FAP y Montoneros.
Como escritor trascendió por sus cuentos policiales ambientados en Argentina y por sus libros de investigación periodística sobre el fusilamiento ilegal de civiles en José León Suárez de junio de 1956 ("Operación Masacre") y sobre los asesinatos de Rosendo García ("¿Quién mató a Rosendo?") y Marcos Satanowsky ("Caso Satanowsky").
Primeros años
Walsh era descendiente de irlandeses, nació el 9 de enero de 1927 en Lamarque (hasta 1942 "Nueva Colonia de Choele-Choel"), provincia de Río Negro, Argentina.
Llegó a Buenos Aires en 1941 para realizar sus estudios secundarios. Completados estos, comenzó a estudiar filosofía y letras1 pero abandonó para emplearse en los más diversos oficios: fue oficinista de un frigorífico, obrero, lavacopas, vendedor de antigüedades y limpiador de ventanas. A los 17, había comenzado a trabajar como corrector en una editorial, germen de su oficio de periodista, en el que habría de destacarse.
Actividad periodística
En 1951 comenzó a trabajar, para la Editorial Hachette, en las revistas Leoplán y Vea y Lea.
Meses después de producidos los fusilamientos clandestinos en el basural de José León Suárez por órdenes del gobierno de la "Revolución Libertadora", recibió la información de que había "un fusilado que vive".
Luego de su encuentro con Juan Carlos Livraga, el sobreviviente de aquellos fusilamientos, Walsh escribió un libro sobre esos hechos:
"Esta es la historia que escribo en caliente y de un tirón, para que no me ganen de mano, pero que después se me va arrugando día a día en un bolsillo porque la paseo por todo Buenos Aires y nadie me la quiere publicar y casi ni enterarse".
Al fin, del 15 de enero al 30 de marzo de 1957, consiguió la publicación en el pequeño diario nacionalista Revolución Nacional. Luego, del 27 al 29 de junio, publicó nueve artículos más en la revista Mayoría de los hermanos Tulio y Bruno Jacovella, por cuya recomendación, Walsh se presentó en el Estudio Ramos Mejía donde funcionaba el semanario Azul y Blanco donde pidió hablar con el Dr. Marcelo Sánchez Sorondo quien dirigía esa publicación.
Así apareció la primera edición del libro Operación Masacre, con el subtítulo "Un Proceso Que No Ha Sido Clausurado", de Ediciones Sigla, sostenida por Jorge Ramos Mejía, propiedad de Sánchez Sorondo, una pieza única de investigación periodística precursora del "nuevo Periodismo" que 15 años después, en filmación clandestina y militante fue llevada al cine.
Su obra recorre el género policial, periodístico y testimonial, con libros que alcanzaron gran difusión como Quién mató a Rosendo o Caso Satanowsky.
La novela Operación Masacre dio comienzo a lo que hoy se le llama Periodístico Narrativo o Novela Testimonio, aunque se haya dicho que su creador fuera Truman Capote por la novela A Sangre Fría escrita en 1966, 9 años más tarde.
Actividad política
Entre 1944 y 1945 tuvo acercamientos a la Alianza Libertadora Nacionalista,2 un agrupamiento que el mismo Walsh caracterizó años más tarde como "la mejor creación del nazismo en la Argentina... antisemita y anticomunista en una ciudad donde los judíos y la izquierda tenían peso propio."2 Allí conoce y traba amistad con unos jóvenes Rogelio García Lupo y Jorge Ricardo Masetti.
"Walsh había estado cerca del nacionalismo en su adolescencia, se había vuelto anti peronista –como buena parte de las clases medias intelectuales– y en el '55 había sido partidario del golpe, influido por su hermano piloto de aviación naval. Hasta que percibe el clima de revancha social y empieza a tomar distancia".
H. Verbitsky.3
Con éste último, años más tarde, crearon la cubana Agencia de Noticias Prensa Latina por indicación de Ernesto "Che" Guevara.
Walsh nunca adhirió al peronismo pero fue menos antiperonista después de octubre de 1956 en que firmó en la revista Leoplán de ese mes la nota Aquí cerraron sus ojos laudatoria de los aviadores navales caídos mientras bombardeaban a resistentes peronistas durante la Revolución Libertadora.4
En septiembre de 1958 escribió:
“No soy peronista, no lo he sido ni tengo intención de serlo... Puedo, sin remordimiento, repetir que he sido partidario del estallido de septiembre de 1955. No sólo por apremiantes motivos de afecto familiar –que los había-, sino que abrigué la certeza de que acababa de derrocarse un sistema que burlaba las libertades civiles, que fomentaba la obsecuencia por un lado y los desbordes por el otro. Y no tengo corta memoria: lo que entonces pensé, equivocado o no, sigo pensándolo…Lo que no comprendo bien es que se pretenda obligarnos a optar entre la barbarie peronista y la barbarie revolucionaria. Entre los asesinos de Ingalinella y los asesinos de Satanowsky”.5
En 1959 viajó a Cuba, donde junto con sus colegas y compatriotas Jorge Masetti, Rogelio García Lupo y el escritor colombiano Gabriel García Márquez fundó la agencia Prensa Latina.
De regreso a la Argentina trabajó en la revista Panorama y ya durante la dictadura de Onganía, fundó el semanario de la CGT de los Argentinos que dirigió entre 1968 y 1970, y que luego de la detención de Raimundo Ongaro y el allanamiento en 1969 a la CGTA se publicó en forma clandestina.
A mediados de 1970, Walsh había empezado a relacionarse con el Peronismo de Base, brazo político de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). Luego de una escisión, producida por diferencias políticas, un sector de esta organización se fusiona con Montoneros. En Montoneros su primer nombre de guerra fue “Esteban” y luego fue conocido como “El Capitán”, “Profesor Neurus” o “Neurus”.
"En la CGTA, Walsh conoció a los hermanos Villaflor, cuya historia está en “¿Quién mató a Rosendo?”; cuando ellos le plantearon encuadrarse en las FAP, contestó: ‘Pero yo no soy peronista. ¿Cómo voy a encuadrarme en una cosa que se llama Fuerzas Armadas Peronistas?’. Se fue acercando con mucho recelo".
Verbitsky6
En 1972 escribió durante un año en el Semanario Villero y a partir de 1973 en el diario Noticias junto a sus amigos Horacio Verbitsky, Paco Urondo, Juan Gelman y Miguel Bonasso, entre otros.
Las diferencias con Montoneros
En 1974 comenzaron las diferencias de Rodolfo Walsh con Montoneros, a partir del pase a la clandestinidad decidido por la organización.[cita requerida] A finales de 1975 algunos oficiales, entre los que estaba Walsh, comenzaron a elaborar documentos afirmando que Montoneros debía "volver a integrarse al pueblo, separar a la organización en células de combate estancas e independientes, distribuir el dinero entre las mismas y tratar de organizar una resistencia masiva, basada más en la inserción popular que en operativos del tipo foquista".7
ANCLA
En 1976, dada la censura impuesta por la dictadura militar, Walsh creó ANCLA, (Agencia de Noticias Clandestina), y la "Cadena informativa" un sistema de difusión de información de mano en mano cuyas gacetillas decían en el encabezado:
"Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información".8
Tras su desaparición, la tarea fue continuada por Horacio Verbitsky hasta el año siguiente.9
Versiones no confirmadas
El asesinato de Vandor
Walsh había señalado a Augusto Timoteo Vandor como autor del crimen del dirigente sindical Rosendo García. Sin embargo, se sorprendió al enterarse de su muerte:
-Siéntese- me dijo. Parecía agitado, pero como a menudo lo veo así, no le hice caso. -Tengo una noticia que se va a caer de culo -dijo-. Siéntese. Le seguí la corriente. Me senté. Pero en seguida volví a pararme. Porque lo que él acababa de decir era esto: -Mataron a Vandor. Parecía un chiste. -Está en la radio -dijo-. Llamé a Clarín, a Télam, a Crónica. [Me alegré. Dije que me alegraba. Todavía me alegra. Pero entonces supe que tendría que irme hasta que las cosas se asentaran un poco. Me llevó casi dos horas preparar mis cosas, afeitarme. ¡Afeitarme!10
Luego de esto siguió viviendo en el Delta de Tigre donde lo hacía desde su regreso de Cuba (1964), como ha relatado Verbitsky:
"Hacíamos concursos de pesca. Por si alguien piensa que se trataba de un deporte, los ganaba Laura Yusem, que nunca había empuñado una caña".11
La muerte de su hija Victoria y de su amigo Urondo
El 29 de septiembre de 1976 su hija María Victoria (su nombre de guerra era "Hilda", y "Vicki" para los familiares y amigos), oficial 2ª de la organización Montoneros, murió en un enfrentamiento con el Ejército, el día posterior a su cumpleaños 26 (fue llamado "El combate de la calle Corro"). Al verse rodeada y sin posibilidad de escape en la terraza de la casa, ella y Alberto Molina, el último sobreviviente, levantaron los brazos y tras un breve discurso que finalizó con la frase "ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir", tanto Alberto como Vicki se dispararon en la sien. En diciembre de ese año Walsh publicó un mensaje -en el que relata las circunstancias del hecho- llamado Carta a mis amigos. En junio del mismo año fue asesinado en Mendoza, su amigo Paco Urondo, que también militaba en Montoneros.12
Hubo un encuentro con un vehículo enemigo, una persecución, un tiroteo de los dos coches a la par. Iban Paco, Lucía con la nena y una compañera. Tenían una metra, pero estaba en el baúl. No se pudieron despegar. Finalmente Paco frenó, buscó algo en su ropa y dijo: «Disparen ustedes». Luego agregó: «Me tomé la pastilla y ya me siento mal». La compañera recuerda que Lucía le dijo: «Pero, papá, ¿por qué hiciste eso». La compañera escapó entre las balas, y días después llegó herida a Buenos Aires… A Paco le pegaron dos tiros en la cabeza, aunque probablemente ya estaba muerto
Rodolfo Walsh13
Recién en 2011 se supo que Urondo mintió cuando le dijo a su esposa que había ingerido la pastilla de cianuro; dijo eso para quedarse en el automóvil como blanco fácil de los policías, e incitarla a escapar con su hija de dos años.14 Urondo falleció por estallido de cráneo provocado por un culatazo de fusil que le propinó el policía Celustiano Lucero.15
Su otra hija, Patricia, es actualmente una dirigente política argentina.
Su desaparición y muerte
El 25 de marzo de 1977, un día después de fechada su Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar, las versiones afirman que Rodolfo Walsh se encontraba a pie cerca del cruce de las avenidas San Juan y Entre Ríos, en Buenos Aires, (según narra su última mujer, Lilia Ferreyra en el documental P4R+, Operación Walsh "después de enviar por correo los primeros ejemplares -de la carta- en un buzón de Plaza Constitución"), cuando un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada le dio la orden de entregarse pero Walsh se resistió con el arma que llevaba y fue herido de muerte.
Los integrantes de ese grupo están siendo juzgados por el secuestro y muerte del escritor. Los acusados, quienes según la Cámara Federal de Apelaciones “paseaban a secuestrados en automóvil” para identificar a Walsh, también llevaron a quien “cantó” esa cita que el escritor tenía en el lugar donde se lo secuestró. Ricardo Coquet, un sobreviviente que testificó ante el juez Torres, relató que uno de los imputados, el ex oficial Weber, le contó orgulloso: “Lo bajamos a Walsh. El hijo de puta se parapetó detrás de un árbol y se defendía con una 22. Lo cagamos a tiros y no se caía el hijo de puta”.16
Según declaraciones de detenidos que sobrevivieron, en la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada) su cuerpo fue exhibido posteriormente a los secuestrados.
La vida y obra de Walsh fue retratada en el documental "P4R+, Operación Walsh" (2000) de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y ha recibido premios nacionales (Cóndor de Plata a mejor videofilme, año 2000) e internacionales.
La personalidad de Walsh ha sido destacada en los ámbitos literarios como un caso paradigmático de la tensión entre el intelectual y la política, o entre el escritor y el compromiso revolucionario.17 No obstante, el mismo Rodolfo Walsh se consideraba un combatiente revolucionario antes que un escritor, y así lo manifestaba públicamente.18
Su Carta Abierta a La Junta Militar fue llevada al cine mediante el corto Las AAA son las tres armas, producido por el grupo Cine de La Base liderado por el desaparecido director Raymundo Gleyzer.
Proceso judicial por su desaparición
El 26 de octubre de 2005, fueron detenidos 12 militares, entre los que estaba el ex marino Juan Carlos Rolón, en relación con la muerte de Rodolfo Walsh.19
El 17 de diciembre de 2007 el juez federal Sergio Torres elevó la causa a juicio oral, de la que quedó excluido como acusado el ex prefecto Héctor Antonio Febrés que falleció horas antes por ingestión de cianuro en hechos que requirieron una investigación.20
El 26 de octubre de 2011, fue leído el veredicto por el Tribunal compuesto por los jueces Ricardo Farías, Daniel Obligado y Germán Castelli, luego de casi dos años de audiencias por los que declararon 160 testigos, 79 de los cuales eran sobrevivientes del centro clandestino.
El fallo se leyó ante una masiva concurrencia de militantes políticos y de organizaciones de derechos humanos, también ingresaron al Tribunal Federal Oral 5 el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde; el presidente del Consejo de la Magistratura, Mario Fera; el Secretario Letrado de la Corte Suprema, Alfredo Kraut, y la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.
A medida que se comunicaban las sentencias, el público aplaudía y festejaba. La situación más tensa ocurrió cuando se leyó la sentencia a Astiz, quien fue condenado a reclusion perpetua. En ese momento, aumentaron los gritos en su contra, lo que motivó una leve sonrisa del ex militar que, además, se tocó la escarapela que llevaba en su saco.
Fueron también condenados a prisión perpetua: Jorge "Tigre" Acosta, Ricardo Cavallo, Antonio "Rata" Pernías, Adolfo Donda Tigel, Manuel Jacinto García, Oscar Antonio Montes, Alberto Eduardo "Gato" González, Jorge Carlos "Ruger" Radice, Néstor Omar "Norberto" Savio, Raúl Enrique "Mariano" Scheller, Ernesto Frimón Weber, y Ernesto Weber.
Además, fueron condenados a 25 años de prisión Juan Carlos Fotea y Manuel Jacinto García Tallada. Carlos Antonio "Tomy" Capdevilla deberá cumplir 20 años de prisión. Juan Antonio "Piraña" Azic: 18 años. Pablo Eduardo García Velasco, Julio César Coronel y Juan Carlos Rolón fueron absueltos.
Obras
Cuentos
Diez cuentos policiales (1953)
Variaciones en rojo (1953)
Esa Mujer (1963)
Los oficios terrestres (1965)
Un kilo de oro (1967)
Un oscuro día de justicia (1973)
En defensa propia
Simbiosis
Zugzwang
Selección
Selección, traducción y noticias biográficas de la Antología del cuento extraño (1976).
Investigaciones periodísticas
Operación Masacre (1958)
¿Quién mató a Rosendo? (1969)
Caso Satanowsky (1973)
Teatro
La granada (1965)
La batalla (1965)
Póstumos
Los oficios terrestres (1986)
Cuento para tahúres y otros relatos policiales (1987)
Ese hombre y otros papeles personales (1995)
El violento oficio de escribir. Obra periodística (1955-1977) (2008)
Tres portugueses bajo un paraguas (sin contar el muerto)(1987)
Asesinato a Distancia
Así escribía
Desde el gran ventanal del décimo piso se ve la ciudad en el atardecer, las luces pálidas del río. Desde aquí es fácil amar, siquiera momentáneamente, a Buenos Aires. Pero no es ninguna forma concebible de amor lo que nos ha reunido.
El coronel busca unos nombres, unos papeles que acaso yo tenga.
Yo busco una muerta, un lugar en el mapa. Aún no es una búsqueda, es apenas una fantasía: la clase de fantasía perversa que algunos sospechan que podría ocurrírseme.
Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra.
El coronel sabe dónde está.
Se mueve con facilidad en el piso de muebles ampulosos, ornado de marfiles y de bronces, de platos de Meissen y Cantón. Sonrío ante el Jongkind falso, el Fígari dudoso. Pienso en la cara que pondría si le dijera quién fabrica los Jongkind, pero en cambio elogio su whisky.
El bebe con vigor, con salud, con entusiasmo, con alegría, con superioridad, con desprecio. Su cara cambia y cambia, mientras sus manos gordas hacen girar el vaso lentamente.
Fragmento del relato "Esa mujer"
Bibliografía
Memorias de Marcelo Sánchez Sorondo- Editorial Sudamericana 2001
Referencias
↑ Profesorado en letras según su propio testimonio en "el violento oficio de escritor"
↑ a b Fernández, Joaquín (2005) Rodolfo Walsh: entre el combate y el verbo Pág. 19].
↑ Gabriela Esquivada: El diario Noticias, 2004:104.
↑ Revista Leoplán de Buenos Aires de octubre de 1956, citado por Gambini, Hugo: Historia del peronismo. La violencia (1956-1983) pág. 160 bis fotografía N° 2, 2008, Buenos Aires. Javier Vergara Editor ISBB 978-950-15-2433-8
↑ Publicado en la revista Mayoría N° 77 (segunda serie) del 29-9-1958 y citado en Rodolfo Walsh, Caso Satanowsky, pág. 252, Ediciones de la Flor, Buenos Aires 1997 ISBN 950-515-228-0
↑ Esquivada, 2004:106.
↑ Documento de Rodolfo Walsh a la Conducción Nacional de Montoneros Acceso 19-2-2009
↑ ANCLA - Las cartas y la Cadena Informativa - Rodolfo Walsh, "Crónica del Terror". Informe número 1, diciembre de 1976, de Cadena Informativa. Compilado por Horacio Verbitsky (1985) Acceso 19-2-2009
↑ HV: Walsh y la Prensa Clandestina (De la Urraca, 1985)
↑ Walsh, Rodolfo J. (2007). Ese hombre y otros papeles personales. Ediciones de la Flor. p. 146. ISBN 9505153120 978-9505153121.
↑ “Nacer en Madrid”, prólogo a la reedición del Semanario CGT por la Universidad de Quilmes.
↑ Walsh, Rodolfo | Ese hombre y otros papeles personales...|Buenos Aires| Seix Barral| marzo de 1996| Pág. 247-249
↑ Texto de Rodolfo Walsh del 29 de diciembre de 1976, reproducido por El Porteño, abril de 1986.
↑ Martínez, Diego. «Cárcel común para los asesinos de Paco Urondo». Página/12. Consultado el 7 de octubre de 2011.
↑ Detalles del asesinato de Paco Urondo (2011).
↑ Jaque a los asesinos de Walsh publicado en el diario Página/12 del 21-7-2006
↑ Carlos Mangone - Por algo será Acceso 19-2-2009
↑ Biblioteca Rodolfo Walsh - Quién era Rodolfo Walsh Acceso 19-2-2009
↑ Muerte de Rodolfo Walsh: ordenan detener a 12 militares Acceso 19-2-2009
↑ Revalidan el juicio por el caso del periodista Rodolfo Walsh Acceso 19-2-2009
http://es.wikipedia.org/wiki/Rodolfo_Walsh
Como escritor trascendió por sus cuentos policiales ambientados en Argentina y por sus libros de investigación periodística sobre el fusilamiento ilegal de civiles en José León Suárez de junio de 1956 ("Operación Masacre") y sobre los asesinatos de Rosendo García ("¿Quién mató a Rosendo?") y Marcos Satanowsky ("Caso Satanowsky").
Primeros años
Walsh era descendiente de irlandeses, nació el 9 de enero de 1927 en Lamarque (hasta 1942 "Nueva Colonia de Choele-Choel"), provincia de Río Negro, Argentina.
Llegó a Buenos Aires en 1941 para realizar sus estudios secundarios. Completados estos, comenzó a estudiar filosofía y letras1 pero abandonó para emplearse en los más diversos oficios: fue oficinista de un frigorífico, obrero, lavacopas, vendedor de antigüedades y limpiador de ventanas. A los 17, había comenzado a trabajar como corrector en una editorial, germen de su oficio de periodista, en el que habría de destacarse.
Actividad periodística
En 1951 comenzó a trabajar, para la Editorial Hachette, en las revistas Leoplán y Vea y Lea.
Meses después de producidos los fusilamientos clandestinos en el basural de José León Suárez por órdenes del gobierno de la "Revolución Libertadora", recibió la información de que había "un fusilado que vive".
Luego de su encuentro con Juan Carlos Livraga, el sobreviviente de aquellos fusilamientos, Walsh escribió un libro sobre esos hechos:
"Esta es la historia que escribo en caliente y de un tirón, para que no me ganen de mano, pero que después se me va arrugando día a día en un bolsillo porque la paseo por todo Buenos Aires y nadie me la quiere publicar y casi ni enterarse".
Al fin, del 15 de enero al 30 de marzo de 1957, consiguió la publicación en el pequeño diario nacionalista Revolución Nacional. Luego, del 27 al 29 de junio, publicó nueve artículos más en la revista Mayoría de los hermanos Tulio y Bruno Jacovella, por cuya recomendación, Walsh se presentó en el Estudio Ramos Mejía donde funcionaba el semanario Azul y Blanco donde pidió hablar con el Dr. Marcelo Sánchez Sorondo quien dirigía esa publicación.
Así apareció la primera edición del libro Operación Masacre, con el subtítulo "Un Proceso Que No Ha Sido Clausurado", de Ediciones Sigla, sostenida por Jorge Ramos Mejía, propiedad de Sánchez Sorondo, una pieza única de investigación periodística precursora del "nuevo Periodismo" que 15 años después, en filmación clandestina y militante fue llevada al cine.
Su obra recorre el género policial, periodístico y testimonial, con libros que alcanzaron gran difusión como Quién mató a Rosendo o Caso Satanowsky.
La novela Operación Masacre dio comienzo a lo que hoy se le llama Periodístico Narrativo o Novela Testimonio, aunque se haya dicho que su creador fuera Truman Capote por la novela A Sangre Fría escrita en 1966, 9 años más tarde.
Actividad política
Entre 1944 y 1945 tuvo acercamientos a la Alianza Libertadora Nacionalista,2 un agrupamiento que el mismo Walsh caracterizó años más tarde como "la mejor creación del nazismo en la Argentina... antisemita y anticomunista en una ciudad donde los judíos y la izquierda tenían peso propio."2 Allí conoce y traba amistad con unos jóvenes Rogelio García Lupo y Jorge Ricardo Masetti.
"Walsh había estado cerca del nacionalismo en su adolescencia, se había vuelto anti peronista –como buena parte de las clases medias intelectuales– y en el '55 había sido partidario del golpe, influido por su hermano piloto de aviación naval. Hasta que percibe el clima de revancha social y empieza a tomar distancia".
H. Verbitsky.3
Con éste último, años más tarde, crearon la cubana Agencia de Noticias Prensa Latina por indicación de Ernesto "Che" Guevara.
Walsh nunca adhirió al peronismo pero fue menos antiperonista después de octubre de 1956 en que firmó en la revista Leoplán de ese mes la nota Aquí cerraron sus ojos laudatoria de los aviadores navales caídos mientras bombardeaban a resistentes peronistas durante la Revolución Libertadora.4
En septiembre de 1958 escribió:
“No soy peronista, no lo he sido ni tengo intención de serlo... Puedo, sin remordimiento, repetir que he sido partidario del estallido de septiembre de 1955. No sólo por apremiantes motivos de afecto familiar –que los había-, sino que abrigué la certeza de que acababa de derrocarse un sistema que burlaba las libertades civiles, que fomentaba la obsecuencia por un lado y los desbordes por el otro. Y no tengo corta memoria: lo que entonces pensé, equivocado o no, sigo pensándolo…Lo que no comprendo bien es que se pretenda obligarnos a optar entre la barbarie peronista y la barbarie revolucionaria. Entre los asesinos de Ingalinella y los asesinos de Satanowsky”.5
En 1959 viajó a Cuba, donde junto con sus colegas y compatriotas Jorge Masetti, Rogelio García Lupo y el escritor colombiano Gabriel García Márquez fundó la agencia Prensa Latina.
De regreso a la Argentina trabajó en la revista Panorama y ya durante la dictadura de Onganía, fundó el semanario de la CGT de los Argentinos que dirigió entre 1968 y 1970, y que luego de la detención de Raimundo Ongaro y el allanamiento en 1969 a la CGTA se publicó en forma clandestina.
A mediados de 1970, Walsh había empezado a relacionarse con el Peronismo de Base, brazo político de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). Luego de una escisión, producida por diferencias políticas, un sector de esta organización se fusiona con Montoneros. En Montoneros su primer nombre de guerra fue “Esteban” y luego fue conocido como “El Capitán”, “Profesor Neurus” o “Neurus”.
"En la CGTA, Walsh conoció a los hermanos Villaflor, cuya historia está en “¿Quién mató a Rosendo?”; cuando ellos le plantearon encuadrarse en las FAP, contestó: ‘Pero yo no soy peronista. ¿Cómo voy a encuadrarme en una cosa que se llama Fuerzas Armadas Peronistas?’. Se fue acercando con mucho recelo".
Verbitsky6
En 1972 escribió durante un año en el Semanario Villero y a partir de 1973 en el diario Noticias junto a sus amigos Horacio Verbitsky, Paco Urondo, Juan Gelman y Miguel Bonasso, entre otros.
Las diferencias con Montoneros
En 1974 comenzaron las diferencias de Rodolfo Walsh con Montoneros, a partir del pase a la clandestinidad decidido por la organización.[cita requerida] A finales de 1975 algunos oficiales, entre los que estaba Walsh, comenzaron a elaborar documentos afirmando que Montoneros debía "volver a integrarse al pueblo, separar a la organización en células de combate estancas e independientes, distribuir el dinero entre las mismas y tratar de organizar una resistencia masiva, basada más en la inserción popular que en operativos del tipo foquista".7
ANCLA
En 1976, dada la censura impuesta por la dictadura militar, Walsh creó ANCLA, (Agencia de Noticias Clandestina), y la "Cadena informativa" un sistema de difusión de información de mano en mano cuyas gacetillas decían en el encabezado:
"Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información".8
Tras su desaparición, la tarea fue continuada por Horacio Verbitsky hasta el año siguiente.9
Versiones no confirmadas
El asesinato de Vandor
Walsh había señalado a Augusto Timoteo Vandor como autor del crimen del dirigente sindical Rosendo García. Sin embargo, se sorprendió al enterarse de su muerte:
-Siéntese- me dijo. Parecía agitado, pero como a menudo lo veo así, no le hice caso. -Tengo una noticia que se va a caer de culo -dijo-. Siéntese. Le seguí la corriente. Me senté. Pero en seguida volví a pararme. Porque lo que él acababa de decir era esto: -Mataron a Vandor. Parecía un chiste. -Está en la radio -dijo-. Llamé a Clarín, a Télam, a Crónica. [Me alegré. Dije que me alegraba. Todavía me alegra. Pero entonces supe que tendría que irme hasta que las cosas se asentaran un poco. Me llevó casi dos horas preparar mis cosas, afeitarme. ¡Afeitarme!10
Luego de esto siguió viviendo en el Delta de Tigre donde lo hacía desde su regreso de Cuba (1964), como ha relatado Verbitsky:
"Hacíamos concursos de pesca. Por si alguien piensa que se trataba de un deporte, los ganaba Laura Yusem, que nunca había empuñado una caña".11
La muerte de su hija Victoria y de su amigo Urondo
El 29 de septiembre de 1976 su hija María Victoria (su nombre de guerra era "Hilda", y "Vicki" para los familiares y amigos), oficial 2ª de la organización Montoneros, murió en un enfrentamiento con el Ejército, el día posterior a su cumpleaños 26 (fue llamado "El combate de la calle Corro"). Al verse rodeada y sin posibilidad de escape en la terraza de la casa, ella y Alberto Molina, el último sobreviviente, levantaron los brazos y tras un breve discurso que finalizó con la frase "ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir", tanto Alberto como Vicki se dispararon en la sien. En diciembre de ese año Walsh publicó un mensaje -en el que relata las circunstancias del hecho- llamado Carta a mis amigos. En junio del mismo año fue asesinado en Mendoza, su amigo Paco Urondo, que también militaba en Montoneros.12
Hubo un encuentro con un vehículo enemigo, una persecución, un tiroteo de los dos coches a la par. Iban Paco, Lucía con la nena y una compañera. Tenían una metra, pero estaba en el baúl. No se pudieron despegar. Finalmente Paco frenó, buscó algo en su ropa y dijo: «Disparen ustedes». Luego agregó: «Me tomé la pastilla y ya me siento mal». La compañera recuerda que Lucía le dijo: «Pero, papá, ¿por qué hiciste eso». La compañera escapó entre las balas, y días después llegó herida a Buenos Aires… A Paco le pegaron dos tiros en la cabeza, aunque probablemente ya estaba muerto
Rodolfo Walsh13
Recién en 2011 se supo que Urondo mintió cuando le dijo a su esposa que había ingerido la pastilla de cianuro; dijo eso para quedarse en el automóvil como blanco fácil de los policías, e incitarla a escapar con su hija de dos años.14 Urondo falleció por estallido de cráneo provocado por un culatazo de fusil que le propinó el policía Celustiano Lucero.15
Su otra hija, Patricia, es actualmente una dirigente política argentina.
Su desaparición y muerte
El 25 de marzo de 1977, un día después de fechada su Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar, las versiones afirman que Rodolfo Walsh se encontraba a pie cerca del cruce de las avenidas San Juan y Entre Ríos, en Buenos Aires, (según narra su última mujer, Lilia Ferreyra en el documental P4R+, Operación Walsh "después de enviar por correo los primeros ejemplares -de la carta- en un buzón de Plaza Constitución"), cuando un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada le dio la orden de entregarse pero Walsh se resistió con el arma que llevaba y fue herido de muerte.
Los integrantes de ese grupo están siendo juzgados por el secuestro y muerte del escritor. Los acusados, quienes según la Cámara Federal de Apelaciones “paseaban a secuestrados en automóvil” para identificar a Walsh, también llevaron a quien “cantó” esa cita que el escritor tenía en el lugar donde se lo secuestró. Ricardo Coquet, un sobreviviente que testificó ante el juez Torres, relató que uno de los imputados, el ex oficial Weber, le contó orgulloso: “Lo bajamos a Walsh. El hijo de puta se parapetó detrás de un árbol y se defendía con una 22. Lo cagamos a tiros y no se caía el hijo de puta”.16
Según declaraciones de detenidos que sobrevivieron, en la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada) su cuerpo fue exhibido posteriormente a los secuestrados.
La vida y obra de Walsh fue retratada en el documental "P4R+, Operación Walsh" (2000) de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y ha recibido premios nacionales (Cóndor de Plata a mejor videofilme, año 2000) e internacionales.
La personalidad de Walsh ha sido destacada en los ámbitos literarios como un caso paradigmático de la tensión entre el intelectual y la política, o entre el escritor y el compromiso revolucionario.17 No obstante, el mismo Rodolfo Walsh se consideraba un combatiente revolucionario antes que un escritor, y así lo manifestaba públicamente.18
Su Carta Abierta a La Junta Militar fue llevada al cine mediante el corto Las AAA son las tres armas, producido por el grupo Cine de La Base liderado por el desaparecido director Raymundo Gleyzer.
Proceso judicial por su desaparición
El 26 de octubre de 2005, fueron detenidos 12 militares, entre los que estaba el ex marino Juan Carlos Rolón, en relación con la muerte de Rodolfo Walsh.19
El 17 de diciembre de 2007 el juez federal Sergio Torres elevó la causa a juicio oral, de la que quedó excluido como acusado el ex prefecto Héctor Antonio Febrés que falleció horas antes por ingestión de cianuro en hechos que requirieron una investigación.20
El 26 de octubre de 2011, fue leído el veredicto por el Tribunal compuesto por los jueces Ricardo Farías, Daniel Obligado y Germán Castelli, luego de casi dos años de audiencias por los que declararon 160 testigos, 79 de los cuales eran sobrevivientes del centro clandestino.
El fallo se leyó ante una masiva concurrencia de militantes políticos y de organizaciones de derechos humanos, también ingresaron al Tribunal Federal Oral 5 el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde; el presidente del Consejo de la Magistratura, Mario Fera; el Secretario Letrado de la Corte Suprema, Alfredo Kraut, y la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.
A medida que se comunicaban las sentencias, el público aplaudía y festejaba. La situación más tensa ocurrió cuando se leyó la sentencia a Astiz, quien fue condenado a reclusion perpetua. En ese momento, aumentaron los gritos en su contra, lo que motivó una leve sonrisa del ex militar que, además, se tocó la escarapela que llevaba en su saco.
Fueron también condenados a prisión perpetua: Jorge "Tigre" Acosta, Ricardo Cavallo, Antonio "Rata" Pernías, Adolfo Donda Tigel, Manuel Jacinto García, Oscar Antonio Montes, Alberto Eduardo "Gato" González, Jorge Carlos "Ruger" Radice, Néstor Omar "Norberto" Savio, Raúl Enrique "Mariano" Scheller, Ernesto Frimón Weber, y Ernesto Weber.
Además, fueron condenados a 25 años de prisión Juan Carlos Fotea y Manuel Jacinto García Tallada. Carlos Antonio "Tomy" Capdevilla deberá cumplir 20 años de prisión. Juan Antonio "Piraña" Azic: 18 años. Pablo Eduardo García Velasco, Julio César Coronel y Juan Carlos Rolón fueron absueltos.
Obras
Cuentos
Diez cuentos policiales (1953)
Variaciones en rojo (1953)
Esa Mujer (1963)
Los oficios terrestres (1965)
Un kilo de oro (1967)
Un oscuro día de justicia (1973)
En defensa propia
Simbiosis
Zugzwang
Selección
Selección, traducción y noticias biográficas de la Antología del cuento extraño (1976).
Investigaciones periodísticas
Operación Masacre (1958)
¿Quién mató a Rosendo? (1969)
Caso Satanowsky (1973)
Teatro
La granada (1965)
La batalla (1965)
Póstumos
Los oficios terrestres (1986)
Cuento para tahúres y otros relatos policiales (1987)
Ese hombre y otros papeles personales (1995)
El violento oficio de escribir. Obra periodística (1955-1977) (2008)
Tres portugueses bajo un paraguas (sin contar el muerto)(1987)
Asesinato a Distancia
Así escribía
Desde el gran ventanal del décimo piso se ve la ciudad en el atardecer, las luces pálidas del río. Desde aquí es fácil amar, siquiera momentáneamente, a Buenos Aires. Pero no es ninguna forma concebible de amor lo que nos ha reunido.
El coronel busca unos nombres, unos papeles que acaso yo tenga.
Yo busco una muerta, un lugar en el mapa. Aún no es una búsqueda, es apenas una fantasía: la clase de fantasía perversa que algunos sospechan que podría ocurrírseme.
Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra.
El coronel sabe dónde está.
Se mueve con facilidad en el piso de muebles ampulosos, ornado de marfiles y de bronces, de platos de Meissen y Cantón. Sonrío ante el Jongkind falso, el Fígari dudoso. Pienso en la cara que pondría si le dijera quién fabrica los Jongkind, pero en cambio elogio su whisky.
El bebe con vigor, con salud, con entusiasmo, con alegría, con superioridad, con desprecio. Su cara cambia y cambia, mientras sus manos gordas hacen girar el vaso lentamente.
Fragmento del relato "Esa mujer"
Bibliografía
Memorias de Marcelo Sánchez Sorondo- Editorial Sudamericana 2001
Referencias
↑ Profesorado en letras según su propio testimonio en "el violento oficio de escritor"
↑ a b Fernández, Joaquín (2005) Rodolfo Walsh: entre el combate y el verbo Pág. 19].
↑ Gabriela Esquivada: El diario Noticias, 2004:104.
↑ Revista Leoplán de Buenos Aires de octubre de 1956, citado por Gambini, Hugo: Historia del peronismo. La violencia (1956-1983) pág. 160 bis fotografía N° 2, 2008, Buenos Aires. Javier Vergara Editor ISBB 978-950-15-2433-8
↑ Publicado en la revista Mayoría N° 77 (segunda serie) del 29-9-1958 y citado en Rodolfo Walsh, Caso Satanowsky, pág. 252, Ediciones de la Flor, Buenos Aires 1997 ISBN 950-515-228-0
↑ Esquivada, 2004:106.
↑ Documento de Rodolfo Walsh a la Conducción Nacional de Montoneros Acceso 19-2-2009
↑ ANCLA - Las cartas y la Cadena Informativa - Rodolfo Walsh, "Crónica del Terror". Informe número 1, diciembre de 1976, de Cadena Informativa. Compilado por Horacio Verbitsky (1985) Acceso 19-2-2009
↑ HV: Walsh y la Prensa Clandestina (De la Urraca, 1985)
↑ Walsh, Rodolfo J. (2007). Ese hombre y otros papeles personales. Ediciones de la Flor. p. 146. ISBN 9505153120 978-9505153121.
↑ “Nacer en Madrid”, prólogo a la reedición del Semanario CGT por la Universidad de Quilmes.
↑ Walsh, Rodolfo | Ese hombre y otros papeles personales...|Buenos Aires| Seix Barral| marzo de 1996| Pág. 247-249
↑ Texto de Rodolfo Walsh del 29 de diciembre de 1976, reproducido por El Porteño, abril de 1986.
↑ Martínez, Diego. «Cárcel común para los asesinos de Paco Urondo». Página/12. Consultado el 7 de octubre de 2011.
↑ Detalles del asesinato de Paco Urondo (2011).
↑ Jaque a los asesinos de Walsh publicado en el diario Página/12 del 21-7-2006
↑ Carlos Mangone - Por algo será Acceso 19-2-2009
↑ Biblioteca Rodolfo Walsh - Quién era Rodolfo Walsh Acceso 19-2-2009
↑ Muerte de Rodolfo Walsh: ordenan detener a 12 militares Acceso 19-2-2009
↑ Revalidan el juicio por el caso del periodista Rodolfo Walsh Acceso 19-2-2009
http://es.wikipedia.org/wiki/Rodolfo_Walsh
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