Photos: Diane Varner - Nature - Naturaleza - Part 5 - Ricardo Marcenaro bitácora photos: El alma de las cosas. Caminos. (use the translator of the blog)
Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in Photos: Diane Varner - Nature - Naturaleza - Part 5 - Ricardo Marcenaro bitácora photos: El alma de las cosas. Caminos. (use the translator of the blog) | Posted on 9:49
Improvisemos sobre las imágenes
no sé a dónde voy…
no sé a dónde voy…
Todos buscamos abrigo, un lugar, un nido, una sociedad, un resguardo, una noción de paz, un territorio de trabajo, de reproducción, de fruto.
Una casa con aroma a madera, calor de madera, ecos de madera para aquello que sabe desde la vibración, reverberar.
Enciendo mi ojo, que mi alma hable, si por luz, ella viene.
Donde esculpo se abre un ojo de luz como este, los bosques dibujan ojos en su techo, ojos de cielo que al eterno soñar del bosque encienda la lámpara de cada ser vivo, oscuridad del permanecer que cocina sus esencias y a la luz de su ojo manifiesta, círculo del bosque que le da seña de sentido a aquello que es la vida.
Aromas que se levantan, el piso acolchado y vivo, un hado despierta, abre mis raíces por la planta y me convierte en un filamento del cielo, atravesado, bellamente, no soy dueño de lo que digo con mis manos ni de lo que entiendo.
Don de la luz que exculpa oscuridades, soy un papel en blanco lleno de escrituras invisibles, angustia de no ser visto totalmente, paz del rayo que me escribe, sin embargo, la caricia humana, la sagrada caricia humana…
Hay hombres que siembran cuerdas en las aguas, ahí la bahía canta para quienes adorando el silencio, los músicos, todos lo somos, aprendemos a administrar los espacios que las canciones seguras, necesitan para eternizarse.
¿No escuchas tú melodía?, inténtala, silencio, hazte todo silencio, cuando el silencio sea total, al tiempo, la nueva habla.
Como en esas cuerdas que algunos sembraron, bajo el agua, adheridas, nuestras historias íntimas, incontables, alfanuméricas, fluye entre ellas aquello que le da y le socava la vida, vivir no es morir, es transformarse.
Al aire la cuerda desnuda, ventana de testa, abierta, la venerada luz, la totalizada melodía.
Plano del alma.
¿No escuchas tú melodía?, inténtala, silencio, hazte todo silencio, cuando el silencio sea total, al tiempo, la nueva habla.
Como en esas cuerdas que algunos sembraron, bajo el agua, adheridas, nuestras historias íntimas, incontables, alfanuméricas, fluye entre ellas aquello que le da y le socava la vida, vivir no es morir, es transformarse.
Al aire la cuerda desnuda, ventana de testa, abierta, la venerada luz, la totalizada melodía.
Plano del alma.
¿Te acuerdas cuando caminabas en la playa y tus palabras rodadas de marea, descalzas de dolor, te anunciaban en la hora, la otra presencia?
Sobre las superficies tendidas, el difuso cuerpo del ser que está en el aire, amigos que se escuchan caminando sobre los cuerpos diluvianos, ínfimos, livianamente, gozan lo espontáneo sobre la historia, terna historia que somos y seremos, donde los horizonte que se nos tienden, abren su boca, tragan su moneda de pan que los aprecia.
Gracia, a la hora justa.
Sobre las superficies tendidas, el difuso cuerpo del ser que está en el aire, amigos que se escuchan caminando sobre los cuerpos diluvianos, ínfimos, livianamente, gozan lo espontáneo sobre la historia, terna historia que somos y seremos, donde los horizonte que se nos tienden, abren su boca, tragan su moneda de pan que los aprecia.
Gracia, a la hora justa.
Si la textura te confunde, tanta variedad, ramas, raíces, cielo y tierra, indefinidos, y te pierdes buscando, siempre sediento de saber qué más, toma la paz: todo es uno.
Unidad indiscriminada.
Unidad indiscriminada.
Hay una senda en el puente que por brazos abiertos antes de entrar al bosque, desde antiguo, artistas, masones, lamas, crípticos, saben que puerta abre.
Un patio lleno de huellas, tu forma de sentir tras dos setos paralelos, cruce de los cruces, ojo invisible sobre esas olas, que quien leyó, dilucidó al que en frente tiene.
Coronado de flores, quien entiende.
Un patio lleno de huellas, tu forma de sentir tras dos setos paralelos, cruce de los cruces, ojo invisible sobre esas olas, que quien leyó, dilucidó al que en frente tiene.
Coronado de flores, quien entiende.
De tanto buscar cielo, luz, viniendo cansado, volviendo siempre, casi perdido, no entendiendo reposos que juzgué oscuros, ¿dónde, si no, la savia hace su resina, en lentitud, constante, el propio remedio?, un día supe para mí lo que cada uno debe encontrar para sí, no nombraré lo que por explicar se pierde.
Paz.
Que ese amor te inunde.
Paz.
Que ese amor te inunde.
Dalia que despierta del invierno, abrigada fuiste por la oscuridad de la tierra negra, perfumes suculentos, no los levan tus pétalos, tu corazón de miel adornado de cenizas, ninguna flor expresa toda esencia por la que beben sus raíces.
Sin embargo, ¡oh poesía!
Ricardo Marcenaro
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Ricardo Marcenaro
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