Cuento: Franz Kafka - El silencio de las sirenas - Links a mas Cuento
Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in Cuento: Franz Kafka - El silencio de las sirenas - Links a mas Cuento | Posted on 10:32
Existen métodos insuficientes, casi pueriles, que también pueden servir para la salvación. He aquí la prueba:
Para guardarse del canto de las sirenas, Ulises tapó sus oídos con cera y se hizo encadenar al mástil de la nave. Aunque todo el mundo sabía que este recurso era ineficaz, muchos navegantes podían haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran atraídos por las sirenas ya desde lejos. El canto de las sirenas lo traspasaba todo, la pasión de los seducidos habría hecho saltar prisiones mas fuertes que mástiles y cadenas. Ulises no pensó en eso, si bién quizá alguna vez, algo había llegado a sus oídos. Se confió por completo en aquel puñado de cera y en el manojo de cadenas. Contento con sus pequeñas estratagemas, navegó en pos de las sirenas con inocente alegría.
Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas.
En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque creyeron que a aquel enemigo sólo podía herirlo el silencio, tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quien sólo pensaba en ceras y cadenas les hizo olvidar toda canción.
Ulises, (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que sólo él se hallaba a salvo. Fugazmente, vió primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos. Creía que todo era parte de la melodía que fluía sorda en torno de él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; las sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya no supo más acerca de ellas.
Y ellas, más hermosas que nunca, se estiraban, se contoneaban. Desplegaban sus húmedas cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan sólo querían atrapar por un momento más el fulgor de los grandes ojos de Ulises.
Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían desaparecido aquel día. Pero ellas permanecieron y Ulises escapó.
La tradición añade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por más que esto sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan sólo representó tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo.
Para guardarse del canto de las sirenas, Ulises tapó sus oídos con cera y se hizo encadenar al mástil de la nave. Aunque todo el mundo sabía que este recurso era ineficaz, muchos navegantes podían haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran atraídos por las sirenas ya desde lejos. El canto de las sirenas lo traspasaba todo, la pasión de los seducidos habría hecho saltar prisiones mas fuertes que mástiles y cadenas. Ulises no pensó en eso, si bién quizá alguna vez, algo había llegado a sus oídos. Se confió por completo en aquel puñado de cera y en el manojo de cadenas. Contento con sus pequeñas estratagemas, navegó en pos de las sirenas con inocente alegría.
Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas.
En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque creyeron que a aquel enemigo sólo podía herirlo el silencio, tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quien sólo pensaba en ceras y cadenas les hizo olvidar toda canción.
Ulises, (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que sólo él se hallaba a salvo. Fugazmente, vió primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos. Creía que todo era parte de la melodía que fluía sorda en torno de él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; las sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya no supo más acerca de ellas.
Y ellas, más hermosas que nunca, se estiraban, se contoneaban. Desplegaban sus húmedas cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan sólo querían atrapar por un momento más el fulgor de los grandes ojos de Ulises.
Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían desaparecido aquel día. Pero ellas permanecieron y Ulises escapó.
La tradición añade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por más que esto sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan sólo representó tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo.
Links Cuento
Abelardo Castillo
Agatha Christie
Aleksandr
Nikoláyevich Afanásiev
Alexander
Pushkin
Algernon Blackwood
Alphonse Daudet
Álvaro Cepeda Samudio
Ambrose Bierce
Ana María Shua
Cuento: Ana Maria Shua - Concatenacion - En la silla
de ruedas - Su viuda y su voz - 3 Micro-cuentos
Cuento: Ana Maria Shua - La mujer que vuela - Bebe
voraz - Arriad el foque - 3 Micro-cuentos - Links
Anaïs Nin
Anatole France
Anton Chejov
Augusto Monterroso
Carlos Fuentes
César Aira
Clarice Lispector
Charles Bukowski
Charles Dickens
Daniel Defoe
D.H. Lawrence
Edmondo Da Amicis
Edgar Allan Poe
Cuento: Edgar Allan Poe - William Wilson - Traduccion
de Julio Cortazar - Links a mas Poe en el blog
Eduardo Acevedo Díaz
Enrique Anderson Imbert
Ernest Hemingway
Cuento: Ernest Hemingway - La
capital del mundo - Galeria fotografica (R.Cappa) - Links a mas cuento
Esteban Exheverría
Fabio
Fiallo
Felisberto
Hernández
Fiódor Mijáilovich Dostoyevski
Francis Scott Fitzgerald
Gabriel García Márquez
Gilbert K. Chesterton
Gustave Flaudert
Haroldo Conti
Heinrich Böll
Heinrich von Kleist
Herbert George Wells
Hermann Hesse
Honoré de Balzac
Horacio Quiroga
Cuentos de amor, de
locura y de muerte
Howard Phillip Lovecraft
India – Anonimo
Issac Asimov
Italo Calvino
Jacinto Benavente
James Joyce
Jorge Luis Borges
José María Arguedas
José Saramago
Joseph Conrad
Juan Carlos Onetti
Juan José Arreola
Juan Rulfo
Julio Cortázar
Leopoldo Lugones
Marco Denevi
Mario Benedetti
Marguerite Duras
Marguerite Yourcenar
Miguel de Cervantes Saavedra
Miguel Cané
Miguel Delibes
Mijail Sholojov
Philip K. Dick
Pío Baroja
Radindranath Tagore
Ray Bradbury
El Hombre Ilustrado
Robert Bloch
Roberto Arlt
Rodolfo Walsh
Rubén Darío
Rudyard Kipling
Ryunosuke Akutagawa
Sir Arthur Conan Doyle
Thomas Hardy
Vicente Blasco Ibáñez
William Faulkner
Yukio Mishima
Zen
Varios
Cuento: Franz Kafka - El silencio de las sirenas - Links a mas Cuento
Ricardo M Marcenaro - Facebook
Blogs of The Solitary Dog:
Solitary Dog Sculptor:
http://byricardomarcenaro.blogspot.com
Solitary Dog Sculptor I:
http://byricardomarcenaroi.blogspot.com
Para:
comunicarse conmigo:
marcenaroescultor@gmail.com
For:
contact me:
marcenaroescultor@gmail.com
My blogs are an open house to all cultures, religions and countries. Be a follower if you like it, with this action you are building a new culture of tolerance, open mind and heart for peace, love and human respect.
Thanks :)
Mis blogs son una casa abierta a todas las culturas, religiones y países. Se un seguidor si quieres, con esta acción usted está construyendo una nueva cultura de la tolerancia, la mente y el corazón abiertos para la paz, el amor y el respeto humano.
Gracias :)
Comments (0)
Publicar un comentario