Ricardo Marcenaro sculpture - Kissed - Besada
Caribeñas amorosas, simpáticas, amables con los hombres, sabrosas, llenas de alegría, conmovedoras como pajarillos de la mañana despertándote todo el día, así te obligan a estar encantadoramente despierto.
En mi país, mucho es el conflicto, la mujer pareciera querer hacerse hombre, se van a molestar muchas argentinas que lean esto, pero pónganse a la puerta de un colegio secundario, observen el lenguaje y modos de las adolescentes, terminarán coincidiendo.
En el repertorio el grito, los empujones cuando no golpes a los muchachos previo un rosario de malas palabras cuando no un escupitajo, lo he visto muchas veces, tenía un colegio a media cuadra y más de una vez hemos asistido a peleas entre mujeres o las actitudes descriptas de las chicas con los varones.
Amo a la mujer femenina que no quiere decir que una mujer que lo sea deba ser una mujer débil o servil, como se confunden éstas jóvenes y muchas adultas que en un malinterpretado y anacrónico feminismo piensan en igualarse del peor modo en lo peor, si así lo ven, de lo masculino.
Esto a mi modo de ver, es un gran símbolo de decadencia.
El amor más agradable que he tenido en mi vida, ha sido de Cuba, siempre de buen humor, jamás una pelea, siempre y ante todo respeto y gracia, de ella recibí lecciones diarias del no hacerse problema por asuntos nimios, cotidianos, a ponerle buen ánimo a todo.
Los cubanos en ese arte del buen ánimo, tan acostumbrados a los límites, son unos maestros.
Quizás nuestro problema sea la abundancia, el humilde se queja menos que el burgués, en general es así aquí y en cualquier lado del mundo, es que uno no pretende tanto y recibe con alegría lo poco que le tiende la vida sin exigirle tanto, y el otro está siempre a la expectativa y por la conquista de algo nuevo que lo saque del aburrimiento de lo ya obtenido, aquello que fue producto de sus anteriores desvelos, siempre pretendiendo más, inundado de una codicia existencial que por mal ubicada nunca será satisfecha, pues la saciedad de la existencia no tiene que ver con la cosificación de las necesidades que el Ser requiere.
¿Sociedad de consumo les suena? ¿Por ella consumidos?
Argentina tiene ese vicio del conflicto, vivimos un conflicto habitual, nos hemos habituado a comunicarnos así, a dirigirnos así en sociedad, a educar así, a amar así, se nos ha hecho un modo, detestable por cierto, pues coopera a un sentimiento de abrumarse, de cansancio ontológico, a un escepticismo que agudiza los defectos ocultando nuestras indudables virtudes, pero así se desfiguran, no lucen, nos hace lucir soberbios, creídos, no es para el orgullo eso.
Acabo de finalizar un dialogo muy gracioso con una amiga Portorriqueña, mientras lo extremábamos llevándolo con gracia, pensaba las cosas, que en final por principio hacerlas inofensivas, no podría decirle a una argentina que llena de prejuicios, no sabría jugar del mismo modo ese juego, que es el juego de darse simpatía para expresar ingenio y gozar de la mente del hombre, mi amiga, que se ve que la ama como yo lo hago de la femenina, que es más que claro para quien me conoce o lee, que la amo también, pues me lleva a las alturas de un tipo de inteligencia sensible que el hombre no tiene, que por algo somos diferentes y ahí está el valor de así gozarse.
A las mujeres les debo mucho pero mucho, las he tenido extraordinarias, he tenido mucha suerte en la vida más allá de alguna que otra cretina, que está lleno de cretinos y la maldad nunca será una cuestión de género más que abarcando el general y humano, expresado en la des-gracia, así son los desgraciados.
Cuando empecé a salir con mi Cubanica hermosa que hoy es mi amiga querida, no fue ni lo hizo nunca, comenzar a practicarme un análisis freudiano de entre casa, generalmente patético, tan dados a la psicología ¿o a la psilocogía? como somos los argentinos, esa necesidad de rascar y pinchar al otro en intimidades que no corresponden, mediante un tejido de supuestos que caaaaaaaaaannnnnsssssssssaaaaaaaaaaaa!
Recuerdo lo mucho que hablábamos con mi hoy amiga, me encantaba eso, también nos reíamos mucho, soy una persona que tengo mucho humor, para mí el humor es una forma de inteligencia, es muy importante poder ejercerlo, tanto como poder ejercer mi persona, que si debo esconderla, me disculpas, pero contigo no participo, que solo la paso bomba y con los queridos ídem. Yo soy, no parezco.
Que el clima tiene que ver, seguro, el calor planta otro carácter, más afecto a disfrutar del cuerpo, con el ingenio aplicado a alivianarse, de una forma más abierta, aceptada, que por aceptarse, no tiene tanto conflicto, pues como aquí se imposta, se tironea, se frustra, se fracasa.
Tan llenos de capas de ropa como nos obligaron los inviernos que en el pasado tuvimos y que ahora no son tan rigurosos. Como capa a capa de cebolla sacarlas para llegar al corazón, un poco así somos, hay que atravesar muchas puertas para llegar a nosotros.
Recuerdo algo que me llamó mucho la atención de Brasil, en realidad dos cosas, la primera, mucha menos atención de sus mujeres en que si están gordas, si tienen más pancita, pierna o esas cosas que en Argentina son una preocupación constante, pareciera que todas están obligadas a ser modelos, y que si no lo logran, no les está permitido ser felices, la argentina media, es muy acomplejada por eso, la brasileña no, vive su cuerpo como lo tiene y les aseguro que no se priva de nada por eso.
La segunda diferencia y que tiene que ver con el carácter más abierto: dos veces una mujer se levantó de su mesa en un restaurante para abordarme expresándome muy claramente su deseo de compartir y conocerme, no es que no me pasó en mi país un par de veces, pero me pasó un par de veces en mi vida, ahí me pasó un par de veces en cuarenta día de San Pablo, ciudad que me encantó por sus espacios culturales, su gente cosmopolita y amable, su plana urbana que sube y baja al ritmo de sus accidentes geográficos, lo que la hace muy bella.
La forma de acercarse a la vez de ambas mujeres, fue totalmente diferente a las que me tocó vivir aquí, ellas fueron halagüeñas, con un gesto amable y sonrisa cordial, sin desafío, sin agresividades de freaky que está dada vuelta de alcohol o cocaína, o que sin éstas te quiere levantar (llevarte a la cama) de patotera (bravucona), ha con esos modos a algún estúpido, que por más que tengas veinte y estés para desnucarte de turgencias, te las guardas, que a mí no me da ni para el cigarrillo del después.
Me encanta que una mujer me aborde, me halaga, no lo tomo como en general lo hacen los imbéciles: ésta mujer se me regala.
Pues a la mujer (a las personas que nos interesan también, a quienes queremos) hay que conquistarla todos los días, hay que saber amarla, hay que amar su inteligencia, cuando la tiene y sabe expresarla, no solo por tenerla ella, sino porque le damos el espacio y la provocamos a expresarla, que eso a ellas les encanta como a mí el disfrutarlo encantándome también que me la provoquen.
A mí las mujeres siempre me pudieron por la cabeza, no son un conjunto glandular para mí, aunque claro que si el paquete viene completo no se despreciará, pero la gracia, esa la tienes o no, no se miente, no se puede ocultar, una mujer con gracia, como un hombre con ella, son un tesoro, salimos de lo lindo entonces, para gozar lo bello y cuando sabes y haz gozado de lo bello, lo lindo ¿para qué lo quieres?
No es que no haya gente divina en mi país, está llena de ella mi tierra, hablo de una forma de relacionarse con las personas y la vida, donde si fuéramos más alegres y relajados, todo sería muy diferente.
Muchas veces, nos es más fácil ser agradables con quienes nos visitan de otros países, ya hablo de un fenómeno de citadinos, no de todo mi país, que entre nosotros mismos.
Si hay algo que debe aprender los argentinos, ahora si hablo de todos sus habitantes pues conozco bien mi país, y de forma cada vez más urgente, es a querernos más a nosotros mismos, a no ser tan personalistas, a aprender a trabajar en grupo, a no creer que solo uno es el dueño de la verdad y quien puede solucionarlo todo, eso es ego en vanidad y demasía, que si lo suprimiéramos… ¡Cuánto mejor viviríamos!
Siempre que he ido de viaje gusté convivir con la gente, por lo que en general lo he hecho con tiempo, solo, ya saben que soy un perro solitario (conozco de verdad miles de personas, fuera de la cibernética, mucha agua bajo el puente)
Ir solo es la mejor manera de conocer a muchos, también de suprimirse de hacerlo cuando uno lo desea, simplemente por necesitar de aire, espacio, silencio.
A veces me necesito en lugares inhóspitos que uno sabe por experiencia que no cualquiera resiste volviéndose el otro carga que acota, cuando no suprime, ejercer ese salvaje que me vive dentro.
Me gusta viajar fuera de los circuitos y programas turísticos, sobre todo de éstos últimos, me gusta el análisis social y psicológico, observo en ésta bitácora lo que soy también, ok?, no me estoy poniendo aparte, soy el capitán de mi barco que navega en las aguas de los otros, no está mi quilla enajenada del agua que me hace barco, capitán de él, escribiente de sus novedades o sentimientos, eso me estoy permitiendo hacer como nunca lo había hecho en forma escrita, pues en lo oral soy una persona directa que no tiene problemas de hablar de sus miserias si hace falta para tirarle una cuerda a alguien.
He viajado así, pues geografía y personas tienen una profunda relación, una explica a otra, cualquiera que haga observación fina sobre éste fenómeno se dará cuenta que así es.
Para mí no es la pecera de un tour dirigido donde se nos relata algo que puedo aprender mejor en los libros de previas y sobre el terreno viviéndolo con mis hermanos, los Seres. Creo que por ese sincero y abierto interés que demuestro y practico es que conozco a tantos.
Por ejemplo, viví tres años en Cachi, son vallistos, gente de valles entre montañas, son como isleños de tierras altas, 2.000 metros de altitud, yo me fui a vivir más alto aún, casi tres años. Te va entrando de a poco el silencio, la calma, la pausa.
El carácter del vallisto es muy de alguien que está aislado, muy cerrado en su cultura, poco permeable a otras formas de ver, todo lo contrario a un citadino, cuya geografía lo obliga al constante intercambio, a la sujeción permanente de oferta y demanda, al contacto constante con otros que son muy diferentes, que expresan intereses diferentes, pero que en esa variedad manifiestan también una unidad a la que llamamos citadinos, ciudadanos, cosmopolitas.
Un vallisto será mucho menos permeable a los cambios y los adelantos de nuestra civilización que un citadino, eso no quiere decir, que visto en términos comparativos de uno y otro o en términos totales de humanidad, uno sea superior a otro.
La variedad asegura la vida, es un ejemplo que nos pone delante de los ojos permanentemente la naturaleza, no hay mejores o peores, no son mejores las – los caribeños que las – los sureños, los de tierras cálidas a los de tierras semi-cálidas o frías, los europeos de los americanos o africanos o asiáticos.
Si existen esas diferencias, es por algo, en algo cooperará la localidad a la generalidad y al sostenimiento de ella de la que componemos parte, el que se crea aparte, es un estúpido que no se da cuento que de ahí al racismo no queda paso.
La vida se dirige por economía y utilidad, cada cual deberá aportar su voz en algún momento, que sepas verlo o no, ese ya es otro problema, pero es tuyo, no del otro, ok?
Quizás ese negro africano o indio americano o Inuit entre los hielos al que ves como un primitivo, en el futuro, cuando parezca aún más absurdo y tu culturalidad citadina te haga verlos como más atrasados, tenga alguno de ellos una clave que él mismo desconoce o no, y que salve a la humanidad de algún dilema o contingencia grave, por lo que no desprecies a nadie por su posición o apariencia.
¿Cuántas veces alguien que parece descartado por la sociedad moderna ha salvado la vida a un adalid de las ciudades?, vayan a la alta montaña o los desiertos, abran los oídos si es que no han tenido la oportunidad de verlo, les garanto y afirmo: muchas.
Bueno, mira a dónde vine a parar, la cuestión es que mi amiga Ivonne, aparte de hacerme reír recorriendo ese fino hilo o filo dónde el que no sabe se cae o se corta, cayendo en la obviedad ramplona y sin gracia, me puso a hablar como cotorra.
Me acuerdo de Alison, otra amiga con quien hacíamos ese juego de seducción inocente e inofensivo, un día, en una de esas tenidas, le dije que lo que hacíamos era un waltzing, un bailarnos un vals de palabras y frases que homenajeaban nuestras benditas diferencias, aquellas que son las que justamente nos hacen atractivos los unos a los otros, que el que ama espejos en el onanismo se desgasta inútilmente si ese es su único método y salida a la vida.
Pícara Ivonne, se deberá estar riendo como yo, que escribo éstas finales palabras, recordándola con una sonrisa.
Gracias por tú ingenio que me hizo pasar un bello momento lleno de sonrisas y risas abiertas!!!!
Hasta la próxima a todos.
Ricardo Marcenaro
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