El atardecer del día
quinto.
Trámites, contactos,
llamada dejando certificación sobre aquello que no era duda, gato desaparecido
por la mañana hasta la tarde, luego lo encuentro en un gran colchón de hojas de
alcanfor que al sol se secan y le hacen nido perfecto, al regresar lo entro, tiene
frío y quiere mimos, se los doy, le hago sentir que lo quiero, afirmación que a
todos nos hace sentir seguros.
El otro día me
quisieron dejar un perro mientras sus dueños salían de vacaciones, no pude
aceptar la oferta, los he ayudado demasiado y no han sido fieles.
Cae la tarde, ya casi
noche, por la puerta estarán pasando los que regresan del trabajo, cansados de
la molicie ciudadana, con la esperanza del descanso y del cariño, con el
alimento de volver a lo íntimo.
Por la tarde vi en la
calle un grupo de muchachos, su ropa sucia, en general deportiva, todos
llevaban una bolsa plástica llena de pan, todos venían masticando mientras
alguno decía algo en voz alta, sus caras reflejaban la miseria en la que habían
nacido y eran criados, la carne magra pegándose al cuerpo, la mirada perdida de
aquellos que recorren la sórdida escala de los pegamentos, la pasta base, el
paco, el alcohol y las pastillas, sus palabras se arrastraban confusas, solo
ellos se entendían, la gente evitaba mirarlos, los miré a los ojos, sentí ese
túmulo doloroso de la miseria presente, indiscutible como un cachetazo,
recuerdo de inmediato a mi hermano que en este momento está en la India y siente ese dolor
aumentado por millones, no vivimos ni edificamos sociedades justas porque
personalmente y grupalmente no somos justos y ni siquiera, generalmente, existe
esa propuesta, el egoísmo reina.
Las acciones propias
te dan libertad o prisión, demasiados entregan libertad en prisiones del
intercambio falseado, donde se aparenta o se parece, rendidos a vivir en la
mentira y por la mentira. Es el capital que se tiene solo entre las piernas o en
los bolsillos, luego no extraña el consumo de farmacopea destinada al
imaginario...
Espíritu falta,
volver a tender puentes que desde el alma salven esta forma salvaje de vivir
desalmados, heridos, agazapados, desconfiando de todo, maleducados por los
medios que prefieren una demagogia fornicante, de malos gustos y modales,…en
las casas, los progenitores, bien gracias.
Espíritu, esa cosa que
no es mercadería ni se toca, por lo tanto, no tiene marketing, nadie lo
auspicia.
El estilo se ha
convertido en stylish (aludo a lo banal de acentuar el afuera sin el adentro),
el estilo emanante por un estilo mascarado. Monos y monas, sedas y quedas.
Tenemos lo que merecemos
y aquello que no merecemos también nos es provisto, todos buscamos estar a
salvo de algo, y no estamos a salvo de nada. El que hoy se ríe de otro, mañana llorará
por sí mismo, solo hay Leyes y la no ley de las leyes: la suerte.
Mi gato no resistiría
el Tíbet, hemos luchado un par de horas por la ocupación de mi falda, por fin
he triunfado luego de advertirle con el dedo señalante que el edredón sería su
territorio, ya duerme, su madrugada es vela en sueño.
Las semillas se
acumulan, sigo agrandando mi colección, no desprecio el discreto yuyo que tenga
flor que aprecie, también seco flores de otra especie que engomadas de luz reposarán
un par de meses hasta llegar a los frascos donde seguirán haciéndose, tornando
color y sabores, madurando la gracia de sus efectos, toda forma de sabiduría
lleva tiempo, las iluminaciones vienen de aquello que tiene sustancia esencial.
Escucho la radio, amo
hacer radio, es un medio mágico, la buena radio es bellísima y hace mucho bien
a muchos, igualmente no desprecio nada, de aquello que más nos repugna siempre
pescamos algo que nos enseña, solo hay que estar atento, no uso la radio para
dormirme despierto ni para dormir durmiendo mis sueños que prefieren silencio o
el canto de la lluvia.
Muchos escritores
escriben con la radio, otros lo hacen con música a todo volumen, como si
necesitasen un campo de aislación que ponga la mente a relatar aquello que se
quiere decir en el cómo surge, ese ruido en el que otros no podrían pensar es el
ritmo en que ellos piensan. Una velocidad de relaciones, un fluir sin ser
interrumpido los domina, es la concentración conectada desde lo profundo y
atravesada por lo alto.
Mi amigo Luis hace
una cerveza esplendorosa, por culpa de él dejé de tomar cervezas comerciales,
actualmente los alcoholes no están en mi menú diario, té o mate cocido todo el
día, mañana iré con mi jarra a por otra, mañana hay festejo, prefiero las
cervezas más oscuras, las que quedan hablando largo tiempo en la boca,
revelándose, en el gusto los tostados cortinan los tuestes del grano que a
través de sus capas nos muestran navegantes armonías cuando todo circula y está
maduro.
La cerveza comercial
da dolor de cabeza, los conservantes sobre todo son la causa, en las cervezas
naturales que hoy son llamadas ecológicas, eso no pasa, las cervezas de Luis van
de los 4 a
7 grados, las hay de más también, no tienen un efecto deprimente como pasa con
las cervezas comerciales que en general están hechas de arroz y no de cebada,
no se puede comparar calidad de lúpulo, procesos saborificantes, escalas que
permiten cuidados que completan mejormente los gustos, la buena mano de obra en
las manos de un maestro, como lo es Luis.
¿Para qué escribo
esto, a quién puede interesarle este pastiche de pensamientos sueltos que
buscan ir a ningún lado?
Quisiera hablar por
la radio, sé que he tocado a la gente cuando lo hice.
Desea tan fuertemente
que el deseo se concrete, aquí o en medio de la montaña, o desde el computador
que tenga, todo lo que uno hace es una carta volando a las manos de un
desconocido, un albur, una emisión al destino, los artistas, los humanos todos,
tenemos una profunda necesidad de comunicar, a través de palabras, gestos y/u
obras.
Los cambios traen
limpiezas, descargar atavíos inutilizantes, todo aquello que no resista transparencia,
y por lupa tema quemarse al rayo solar enfocado perforando las mentiras siempre
heridas de muerte.
La mentira siempre
será revelada en tanto la verdad propagada. El tiempo mismo se ocupa, el tiempo
no necesita ayuda, obra, deja sus marcas, leerá sobre ellas quien sepa.
Lo que se cultiva en
el espíritu se refleja en el cuerpo, lo dice la Biblia en el Eclesiastés, y
muy bien dicho está, aunque se diga en otra forma.
No sé quien soy, ni
sé lo que quiero, simplemente soy, simplemente quiero, mucho.
Un problema mío, las
medidas, soy un desmedido, un salvaje y un ermitaño y soy tan múltiple que
asusto o sin quererlo hago sentir menor a quien tiene norte diferente, cuando
algo me gusta lo hago hasta hartarme, así amo, así me alimento cuando lo
sabroso me llena de placeres nutrientes diseminándose por todo mi cuerpo, amo
la diseminación que sucede en mi cuerpo descerrajada por el placer de aquello
que se nos hace entero, así el cuerpo del otro es un manjar amado que se brinda
sin medidas, pero, con la sabiduría de las escalas.
El primer libro que
me regalaron, fue mi padre, (me eduqué entre gran cantidad de ellos por la
múltiple biblioteca que continuo, por lo que la infancia estuvo llena de su
contacto), fue La Genética
de Christine Auberbach, en mi temprana adolescencia, de los 10 a 13 años debe haber sido, lo
leí con fascinación tratando aplicadamente de entender los fenómenos que se me
explicaban, no era un niño muy normal que digamos, eso no hacían los otros
niños que preferían a lo sumo las revistas de cómics que a nosotros nos estaban
prohibidas, todos estamos condenados a ser diferentes, algunos más que otros,
según cuánto lo sean.
Se me cruzó por la
mente que llevar libros era llevar cadáveres que nadie quiere, una ilusión
ilusa de ilusión me hace pensar deseando que en lugares desventajosos para su
contacto serán apreciados, pero no me engaño, en todos los lugares los humanos
quieren televisiones o aparatos electrónicos que los comuniquen en una forma que
fascina por lo directo y lo espontáneo,
elaborar demasiado, conocer mucho, desarrollar una espiritualidad, no son valores
que importen demasiado en la actualidad, nadie enloquece por ni hace colas por ellos.
Hace poco murió un ex
compañero de colegio secundario, estoy en edad de morir, pienso pero de inmediato
pienso que siempre estamos así, en ese peligro, desde el primer segundo de aún
no ser concebidos, si es que somos algo en otros en ese antes, por lo que
sigamos viviendo como siempre, que el día que las ganas ya no habiten serán
gánicos los otros.
A Dios gracias, aún
tengo ganas, no de tanto como antes, mucho de ello perdido con gusto, paisajes
que seducen engañando en la entrega de lo poco disfrazado de mucho o de aquello
que deteriora, banalidad y malicia que no prefiero, sagrado tiempo que debe
ocuparse con bien y en ello, aunque muchas veces nos salga, nos saquen o nos
quieran extraer todo lo opuesto.