Cartas de artistas: Alejandra Pizarnik a Rafael Squirru - Ricardo Marcenaro introducción

Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in | Posted on 9:44

Alejandra Pizarnik



A Rafael Squirru tuve la suerte de conocerlo casi adolescente gracias a mi maestro Sigfrido Radaelli, que tenía un taller literario, en la calle Paraguay muy cerca de la calle Florida, fue una de las tantas personas que me presentó mi orientador.

Luego me lo crucé un par de veces más, recuerdo una charla que tuvimos en un bar al que iba siempre, que ahí me pidió que nos encontráramos, lo acompañaba un anticuario amigo de él.

Rafael Squirru en Argentina es una persona fundamental en el arte, en el medio artístico, debe ser una de las personas que conoce más de nuestro paño, ha sido fundador del Museo de Arte Moderno entre tanto que ha hecho.

Lo ha caracterizado siempre su modo abierto, sensible a los artistas a los que ha amado y ayudado de diferentes formas, distinguiéndolos, sabiendo quién es quién en este oficio en el que tantos quieren viajar de prestado.

Culto sin amaneramientos, inteligente, con un humor refinado y unos modos que cada vez se encuentran menos en sociedades que van degradando lenguaje y por lo tanto costumbres.

Rafael es de una época en que saber importaba y distinguía, y no es que no importe ni distinga hoy, es que cada vez son menos los que saben reconocerlo, por la compulsa a lo burdo que se practica desde la media, la escuela, los gobiernos, los hogares, entre otros factores que no son el tema de ésta.

Amé esta carta que le envía Alejandra Pizarnik, carta que encontré mientras buscaba acerca de Ivonne Bordelois escritos sobre el lenguaje y la palabra, tema que me apasiona.

En ella, todo claro en lo breve, quién es uno y quién es otro, cuáles son las exigencias que los artistas pasan en su vida para construir una obra, aislados, incomprendidos, inclusive muchas veces rechazados por los de su sangre, los de su propio medio, sujetos siempre a grandes privaciones, pagando por lo que hacen inmenso precio, hasta con la vida misma, como fue el caso de Alejandra, una entre tantos artistas que han optado así, ponerle fin a insoportable dolor de existencia.

En ella también, apuntes no menores acerca de literatura y el arte de hacer poesía.

He aquí la carta:

B.A., 20/II/70

      Querido y admirado Rafael:

¡Qué linda carta la tuya! Inclusive el papel (perdón: sufro del complejo de Pensar) es magnífico (sabrás que soy une amoureuse de papier à écrire, una Gaspara para la Stampa de la estampa, una Louisse Labbé de las imprentas, una Mariana Alcaforado de los tipos (no confundir), una Sajo (no confundir) de todo aquello que sea papel, si bien tengo preferencias, ya justificadas, ya irracionales.)

      Todo esto para disimular mi ansiedad o urgencia por decirte que tu carta me dió la profundísima alegría de sentirme comprendida del modo más sutil y, sobre todo, a fondo.

      Los trabajos (tu humor en esa lista es delicioso) que me ofrecés son aceptados con gratitud y —salvo súbita posesión demoníaca— con la obvia seguridad de que (lo sabés) nunca te voy a defraudar. Puesto que además de necesitar —digamos biológicamente o para subsistir— un trabajo, a la vez quiero trabajar para los otros. Acaso escribir poemas provoque, entre muchas e indecibles cosas, la culpa por el amor solitario a las palabras.

Sea en el Museo de Arte Mod. o bien en el San Martín, puedo colaborar con gran fervor (aquí se lo necesita, ¿verdad?) y libertad y —vos lo sabés— con esto tan insobornable que, bueno o malo, me dejó siempre en un lugar de soledad no poco mortal. Parecería que me pondero. Rápido, pues: agrego que soy insoportable para( o con) casi todos (con vos o para vos, no).

      Ando pensando en el S. Martín, un precioso espacio que no deja de estar, en parte, bastante muerto y que no sería difícil vivificar hasta que parezca una calesita o cualquier otro sortilegio  parecido que se mueva y emocione y no se olvide. Pero cuando vengas conversaremos. Me gusta el lenguaje exacto, le mot juste, las cosas correctas, terriblemente visibles y que se levantan como se levantan del papel las letras del poema de Quevedo que acabo de releer. Ergo: pensaré mejor cuando sepa qué hay, cómo es, de qué modo, cuánto, hasta dónde, etc, etc. El sueño, sí, pero dotado de las calidades del teorema. La metáfora sí, pero exacta: que no sea posible cambiar un “esto” es igual a “eso” —de modo que hay que formarlo como quien alza en la oscuridad una mano asida a un puñal. Son las 6 del alba Galana. Me voy a dormir. Te llamaré en la fecha que me indicás. Traé papeles de escribir lindos: aquí no se consiguen. Claro es que : EN LA LUCHA. Besos de tu amiga, tu

      Alejandra






Rafael Squirru en su estudio
Foto de Aldo Sessa



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