Estrategia: El Arte de la Guerra - Sun Tzu - 10 - Capitulo 10 - Sobre la topología - Links
Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in Estrategia: El Arte de la Guerra - Sun Tzu - 10 - Capitulo 10 - Sobre la topología - Links | Posted on 20:05
C A P I T U L O X
Sobre la topología
Algunos
terrenos son fáciles, otros difíciles, algunos neutros,
otros estrechos, accidentados o abiertos.
Cuando
el terreno sea accesible, sé el primero en establece r tu posición,
eligiendo las alturas soleadas; una posición que sea adecuada para transportar
los suministros; así tendrás ventaja cuando libres la batalla.
Cuando
estés en un terreno difícil de salir, estás limitado. En este terreno,
si tu enemigo no está preparado, puedes vencer si sigues adelante, pero si el
enemigo está preparado y sigues adelante, tendrás muchas dificultades para
volver de nuevo a él, lo cual jugará en contra tuya.
Cuando
es un terreno desfavorable para ambos bandos, se dice que es un terreno neutro.
En un
terreno neutro, incluso si el adversario te ofrece una ventaja, no te
aproveches de ella: retírate, induciendo a salir a la mitad de las tropas
enemigas, y entonces cae sobre él aprovechándote de esta condición favorable.
En un
terreno estrecho, si eres el primero en llegar, debes ocuparlo
totalmente y esperar al adversario. Si él llega antes, no lo persigas si
bloquea los desfiladeros. Persíguelo sólo si no los bloquea.
En
terreno accidentado, si eres el primero en llegar, debes ocupar sus
puntos altos y soleados y esperar al adversario. Si éste los ha ocupado antes,
retírate y no lo persigas.
En un
terreno abierto, la fuerza del ímpetu se encuentra igualada, y es
difícil provocarle a combatir de manera desventajosa para él.
Entender
estas seis clases de terreno es la responsabilidad principal del general, y es imprescindible
considerarlos.
Éstas
son las configuraciones del terreno; los generales que las ignoran salen
derrotados.
Así
pues, entre las tropas están las que huyen, la que se retraen, las que se derrumban,
las que se rebelan y las que son derrotadas. Ninguna de estas circunstancias
constituyen desastres naturales, sino que son debidas a los errores de los
generales.
Las
tropas que tienen el mismo ímpetu, pero que atacan en proporción de uno contra
diez, salen derrotadas. Los que tienen tropas fuertes pero cuyos oficiales son
débiles, quedan retraídos.
Los
que tienen soldados débiles al mando de oficiales fuertes, se verán en apuros.
Cuando los oficiales superiores están encolerizados y son violentos, y se
enfrentan al enemigo por su cuenta y por despecho, y cuando los generales
ignoran sus capacidades, el ejército se desmoronará.
Como
norma general, para poder vencer al enemigo, todo el mando militar debe tener
una sola intención y todas las fuerzas militares deben cooperar.
Cuando
los generales son débiles y carecen de autoridad, cuando las órdenes no son claras,
cuando oficiales y soldados no tienen solidez y las formaciones son anárquicas,
se produce revuelta.
Los
generales que son derrotados son aquellos que son incapaces de calibrar a los adversarios,
entran en combate con fuerzas superiores en número o mejor equipadas, y no seleccionan
a sus tropas según los niveles de preparación de las mismas.
Si
empleas soldados sin seleccionar a los preparados de los no preparados, a los
arrojados y a los timoratos, te estás buscando tu propia derrota.
Estas
son las seis maneras de ser derrotado. La comprensión de estas
situaciones es la responsabilidad suprema de los generales y deben ser
consideradas.
La primera
es no calibrar el número de fuerzas; la segunda, la ausencia de un
sistema claro de recompensas y castigos; la tercera, la insuficiencia de
entrenamiento; la cuarta es la pasión irracional; la quinta es la
ineficacia de la ley del orden; y la sexta es el fallo de no seleccionar
a los soldados fuertes y resueltos.
La
configuración del terreno puede ser un apoyo para el ejército; para los jefes
militares, el curso de la acción adecuada es calibrar al adversario para
asegurar la victoria y calcular los riesgos y las distancias. Salen vencedores
los que libran batallas conociendo estos elementos; salen derrotados los que
luchan ignorándolos.
Por
lo tanto, cuando las leyes de la guerra señalan una victoria segura es
claramente apropiado entablar batalla, incluso si el gobierno ha dada órdenes
de no atacar. Si las leyes de la guerra no indican una victoria segura, es
adecuado no entrar en batalla, aunque el gobierno haya dada la orden de atacar.
De este modo se avanza sin pretender la gloria, se ordena la retirada sin
evitar la responsabilidad, con el único propósito de proteger a la población y
en beneficio también del gobierno; así se rinde un servicio valioso a la
nación.
Avanzar
y retirarse en contra de las órdenes del gobierno no se hace por interés personal,
sino para salvaguardar las vidas de la población y en auténtico beneficio del
gobierno.
Servidores
de esta talla son muy útiles para un pueblo.
Mira
por tus soldados como miras por un recién nacido; así estarán dispuestos a
seguirte hasta los valles más profundos; cuida de tus soldados como cuidas de
tus queridos hijos, y morirán gustosamente contigo.
Pero
si eres tan amable con ellos que no los puedes utilizar, si eres tan indulgente
que no les puedes dar órdenes, tan informal que no puedes disciplinarlos, tus
soldados serán como niños mimados y, por lo tanto, inservibles.
Las
recompensas no deben utilizarse solas, ni debe confiarse solamente en los
castigos.
En
caso contrario, las tropas, como niños mimosos, se acostumbran a disfrutar o a
quedar resentidas por todo. Esto es dañino y los vuelve inservibles.
Si
sabes que tus soldados son capaces de atacar, pero ignoras si el enemigo es invulnerable
a un ataque, tienes sólo la mitad de posibilidades de ganar. Si sabes que tu enemigo
es vulnerable a un ataque, pero ignoras si tus soldados son capaces de atacar, sólo
tienes la mitad de posibilidades de ganar. Si sabes que el enemigo es
vulnerable a un ataque, y tus soldados pueden llevarlo a cabo, pero ignoras si
la condición del terreno es favorable para la batalla, tienes la mitad de
probabilidades de vencer.
Por
lo tanto, los que conocen las artes marciales no pierden el tiempo cuando
efectúan sus movimientos, ni se agotan cuando atacan. Debido a esto se dice que
cuando te conoces a ti mismo y conoces a los demás, la victoria no es un
peligro; cuando conoces el cielo y la tierra, la victoria es inagotable.
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