Animals: Birds - Aves - Fighting cocks - Gallos de riña - Ricardo Marcenaro artículo - Music: The Cock Song - Animation - Link
Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in Animals: Birds - Aves - Fighting cocks - Gallos de riña - Ricardo Marcenaro artículo - Music: The Cock Song - Animation - Link | Posted on 12:30
Sé que algunas presentaciones mueven a opinión que en el descuido de aplicar la imagen fácil puede hacerse de modo rápidamente negativo, hay cuestiones en que las personas proceden casi automáticamente, más bien hablando con pensamientos de otro, pensamientos adquiridos por copia, que con juicios, opiniones, fruto del conocimiento propio, hablo de conocimiento como producto de acumulación de información elaborada posteriormente, reflexionada.
Reflexionar es volver a flexionar, habla de la flexibilidad a la que sometemos los conceptos con los que nos enfrentamos, por lo que les pido, si es que no aceptan un consejo, digamos, les recomiendo, que en su vida la re-flexión ocupe lugar importante, los sentimientos pueden ser muy nobles, bellos, lindos, pero sin re-flexión, habrá mucho que se pierda en lo inútil, la reflexión le suma valor y riqueza a los sentimientos, tratemos de no pensar como adolescentes sujetos a las sensaciones nada más pues.
Sin reflexión no hay adquisición de conocimiento, imposible el estudio sin reflexión, sin aplicación de la razón, pues es el razonamiento y no la memorización, la que fija bien a-prendidos los conceptos. Prenda los conceptos re-flexionando.
Digo todo esto pues una vez presenté una serie dedicada a los Pitt Bull, de inmediato saltó un estimado compañero de comunidad de origen neozelandés, se molestó por la presentación diciéndome odiar a esos perros que en su país habían sido causantes de varias muertes y accidentes, de inmediato me vi obligado a explicarle en un gentil intercambio que los animales no son los responsables, sino quienes los educan, en ellos no está así dimensionado el conocer desconociendo tan agresivamente.
Efectivamente, trasladando el caso a los humanos, aunque pueda suceder por cuestiones cuasi genéticas de las que bien poco aún se sabe, un hijo no te “sale mal”, se lo hace mal, se lo educa mal, no se lo percibe, se lo ignora, reprime, funcionará por reacciones que lo acomplejan, aunque la cosa sea más compleja y no viene al caso extenderse en el paralelo.
Como los Pitt Bull, los gallos de riña tienen mala fama, mejor sería decir que aquello que tiene mala fama son las riñas de gallos, entonces y para ser justos, mucho mejor aún decir que es reprobable ese ancla bárbara en la que el ser humano persiste sometiendo a los animales a diversiones perversas en las que se los prepara y obliga a matar, a perecer, a ser heridos, a excitar sus cualidades agresivas, a hacer morisquetas para que una masa de personas a las que se les caen los mocos y les desborda el garguero de pochoclos (pop corns) durante espectáculos de circos, zoológicos, oceanarios, etc., revelan la extensión de en una infancia malentendida y deforme donde el ser se regodea con los aspectos más bajos de la cultura de la que somos capaces los seres de nuestra especie.
Cuando viví una temporada en el campo, en Escobar, provincia de Buenos Aires, Argentina, le compré a un vecino que se mudaba, todas las aves que tenía, siete a diez gansos, los adoro por su simpático andar lleno de gracia, un casal de pavos de plumaje negro que luego nos dieron familia, y unas treinta o más gallináceas entre las que había batarazas (típica gallina del campo argentino de plumaje blanco y negro en jaspeado muy llamativo, ya las presentaré), como otras razas también, gallos de campo varios, y una buena cantidad de gallinas y gallos de riña.
Este hombre tenía a todos estos plumíferos sueltos, como yo los tuve, aquerenciados a la casa a maíz, cosa que hacía bella la mañana y los atardeceres, dándoseles regados por el piso, aparte de los comederos donde se los racionaba, por verlos venir a uno y pasar un rato agradable mirándolos, solo o junto a los hijos de uno que así aprendían cosas buenas que te da el campo, ese amor al permanecer contemplativo entre los murmullos que se mezclan en las luces filtradas del follaje del monte que rodea la casa, mientras ente las sombras los ojos de un cielo fosforescente hace guiños proyectando deslizantes películas en el piso, para que uno no se olvide de la mágica gracia del estar vivo, como esos animales que festejan la gracia dorada que en granos les llueve desde nuestro cielo.
Curioso como soy le hice muchas preguntas al vendedor acerca del porqué tenía los gallos de riña, el hombre era de la provincia de Entre Ríos, una de las provincias donde la tradición de la riña pisó fuerte, actualmente prohibida en todo el país, haciéndose aún en forma clandestina en varias provincias, este hombre como tantos otros, quedó con el gusto de criarlos, sin pensar en riñas, las que había abandonado hacía muchos años, modo más bello de amar una raza determinada de animales cuando desde el estado se ponen leyes que los protejan y nos eduquen.
Así era, él los criaba, pues como me dijo y luego comprobé, la mezcla de la sangre de riña con la de gallina de campo, daba una carne muy exquisita, que si bien los animales salían más magros, valía la pena la cría.
Otra razón, ya propia, que no dudo que en algo la tendría a quien se los compré, es que el plumaje de los gallos de riña son estupendos, sus coloridos fuertes, rotundos, plumas largas y diseño de cuerpo aerodinámico, como afilado y liviano, los hace muy bellos de ver, que en mí eso pesa más que los aspectos utilitarios, ¿defecto de apreciar belleza, como artista que soy?, pues diré que no descollé en el utilitarismo que logra renta, que para alguien de campo, debe ser lo primero, el maíz está caro y en la vida de campo todo debe referirse al rinde, pues impuestos se suman a otras manutenciones haciendo que los aficionados no tengan por las condiciones del presente, futuro.
¡Cómo extraño esos huevos fruto de gallinas que están todo el día verdeando por el pasto, felices, removiendo hojarascas y tierras para cazar algún bichito! Lindo ir a los nidos para sacar los huevos tibios y llevarlos para la casa, ponerlos en una canasta de alambre para ver la pila, tan de hogar, dándole vida a la cocina, no es lo mismo que comprarlos en masa en los supermercados, en esos huevos, uno ha cooperado con trabajo. En ellos el alimento, aparte de sus mejores cualidades por la crianza natural, adquiere otro significado.
Pero vamos al centro del asunto por el que empecé este artículo.
Habiéndolos tenido, puedo decir con autoridad que no están peleando habitualmente los gallos de riña como lo haría suponer a quien tiene la imagen de las riñas que se hacen con estos animales, quien sabe y ha visto algún video de cómo se los entrena, verá que es el ser humano el que los azuza compulsándolos a ser más bravos y violentos, se los masajea con aceites especiales, se les hace hacer ejercicios para que sus patadas sean más hirientes y sus cuerpos más fuertes, se les pone un guantelete provisto de una uña de acero agudo y afilado para que con los golpes hiera y mate, es el ser humano el que hace todo eso.
Claro que en la naturaleza o la cría doméstica cualquier gallo ha de disputar con otro gallo por una hembra en ciertas condiciones, veamos pues.
Somos animales, hagamos de cuenta que en una isla desierta ponemos cien varones jóvenes y una hembra joven y bella, ¿qué crees que pasaría?, por supuesto que no habría paz, en el transcurso del tiempo, en algún momento se sucederán las peleas, así, en la cría doméstica, como tuve el cuidado, uno tendrá la cantidad de suficientes hembras como para que los gallos no tengan que disputar por ellas, es muy simple.
Como uno no piensa que en la isla será uno solo el hombre joven feliz y realizado el que poseerá a la única hembra en medio de tanto macho caliente, ¿imaginan los restantes noventa y nueve haciendo meditación trascendental o masturbándose al unísono mientras uno solo la goza?, (costumbres ambas que no les conocemos a otras especies), tampoco podemos pedir que no sea otra la solución que la violencia, como sabemos que en el mundo animal, el de ellos y el nuestro, el sexo despierta cuando las proporciones se alteran, pues si pusiéramos cien mujeres en la misma isla y un solo hombre, amigos, ¡que concierto de uñas y codazos antes de llegar al desafortunado, que en un par de meses se seca y seguro que muere o del corazón o deshidratado!
Por lo que no les carguemos a los animales los comportamientos en que los agudizan las bestias que somos los humanos, capaces de organizar guerras, masacres, torturas y toda una serie de crueldades tanto físicas, como psicológicas y espirituales como ninguna otra especie lo hace.
Veamos a estos amigos, compañeros de la naturaleza, como uno de tantos proveedores de belleza, que por serlo algo significan el estar a nuestro entendimiento si es que sabemos verlos, que de verdad son bellos, pues entonces merecen vivir en paz, salvos de nuestros comportamientos perversos en los que denigramos las mejores características de nuestra “inteligente” especie.
No me parece mal re-flexionar sobre este asunto, que no es de gallos solamente.
Ricardo Marcenaro
Reflexionar es volver a flexionar, habla de la flexibilidad a la que sometemos los conceptos con los que nos enfrentamos, por lo que les pido, si es que no aceptan un consejo, digamos, les recomiendo, que en su vida la re-flexión ocupe lugar importante, los sentimientos pueden ser muy nobles, bellos, lindos, pero sin re-flexión, habrá mucho que se pierda en lo inútil, la reflexión le suma valor y riqueza a los sentimientos, tratemos de no pensar como adolescentes sujetos a las sensaciones nada más pues.
Sin reflexión no hay adquisición de conocimiento, imposible el estudio sin reflexión, sin aplicación de la razón, pues es el razonamiento y no la memorización, la que fija bien a-prendidos los conceptos. Prenda los conceptos re-flexionando.
Digo todo esto pues una vez presenté una serie dedicada a los Pitt Bull, de inmediato saltó un estimado compañero de comunidad de origen neozelandés, se molestó por la presentación diciéndome odiar a esos perros que en su país habían sido causantes de varias muertes y accidentes, de inmediato me vi obligado a explicarle en un gentil intercambio que los animales no son los responsables, sino quienes los educan, en ellos no está así dimensionado el conocer desconociendo tan agresivamente.
Efectivamente, trasladando el caso a los humanos, aunque pueda suceder por cuestiones cuasi genéticas de las que bien poco aún se sabe, un hijo no te “sale mal”, se lo hace mal, se lo educa mal, no se lo percibe, se lo ignora, reprime, funcionará por reacciones que lo acomplejan, aunque la cosa sea más compleja y no viene al caso extenderse en el paralelo.
Como los Pitt Bull, los gallos de riña tienen mala fama, mejor sería decir que aquello que tiene mala fama son las riñas de gallos, entonces y para ser justos, mucho mejor aún decir que es reprobable ese ancla bárbara en la que el ser humano persiste sometiendo a los animales a diversiones perversas en las que se los prepara y obliga a matar, a perecer, a ser heridos, a excitar sus cualidades agresivas, a hacer morisquetas para que una masa de personas a las que se les caen los mocos y les desborda el garguero de pochoclos (pop corns) durante espectáculos de circos, zoológicos, oceanarios, etc., revelan la extensión de en una infancia malentendida y deforme donde el ser se regodea con los aspectos más bajos de la cultura de la que somos capaces los seres de nuestra especie.
Cuando viví una temporada en el campo, en Escobar, provincia de Buenos Aires, Argentina, le compré a un vecino que se mudaba, todas las aves que tenía, siete a diez gansos, los adoro por su simpático andar lleno de gracia, un casal de pavos de plumaje negro que luego nos dieron familia, y unas treinta o más gallináceas entre las que había batarazas (típica gallina del campo argentino de plumaje blanco y negro en jaspeado muy llamativo, ya las presentaré), como otras razas también, gallos de campo varios, y una buena cantidad de gallinas y gallos de riña.
Este hombre tenía a todos estos plumíferos sueltos, como yo los tuve, aquerenciados a la casa a maíz, cosa que hacía bella la mañana y los atardeceres, dándoseles regados por el piso, aparte de los comederos donde se los racionaba, por verlos venir a uno y pasar un rato agradable mirándolos, solo o junto a los hijos de uno que así aprendían cosas buenas que te da el campo, ese amor al permanecer contemplativo entre los murmullos que se mezclan en las luces filtradas del follaje del monte que rodea la casa, mientras ente las sombras los ojos de un cielo fosforescente hace guiños proyectando deslizantes películas en el piso, para que uno no se olvide de la mágica gracia del estar vivo, como esos animales que festejan la gracia dorada que en granos les llueve desde nuestro cielo.
Curioso como soy le hice muchas preguntas al vendedor acerca del porqué tenía los gallos de riña, el hombre era de la provincia de Entre Ríos, una de las provincias donde la tradición de la riña pisó fuerte, actualmente prohibida en todo el país, haciéndose aún en forma clandestina en varias provincias, este hombre como tantos otros, quedó con el gusto de criarlos, sin pensar en riñas, las que había abandonado hacía muchos años, modo más bello de amar una raza determinada de animales cuando desde el estado se ponen leyes que los protejan y nos eduquen.
Así era, él los criaba, pues como me dijo y luego comprobé, la mezcla de la sangre de riña con la de gallina de campo, daba una carne muy exquisita, que si bien los animales salían más magros, valía la pena la cría.
Otra razón, ya propia, que no dudo que en algo la tendría a quien se los compré, es que el plumaje de los gallos de riña son estupendos, sus coloridos fuertes, rotundos, plumas largas y diseño de cuerpo aerodinámico, como afilado y liviano, los hace muy bellos de ver, que en mí eso pesa más que los aspectos utilitarios, ¿defecto de apreciar belleza, como artista que soy?, pues diré que no descollé en el utilitarismo que logra renta, que para alguien de campo, debe ser lo primero, el maíz está caro y en la vida de campo todo debe referirse al rinde, pues impuestos se suman a otras manutenciones haciendo que los aficionados no tengan por las condiciones del presente, futuro.
¡Cómo extraño esos huevos fruto de gallinas que están todo el día verdeando por el pasto, felices, removiendo hojarascas y tierras para cazar algún bichito! Lindo ir a los nidos para sacar los huevos tibios y llevarlos para la casa, ponerlos en una canasta de alambre para ver la pila, tan de hogar, dándole vida a la cocina, no es lo mismo que comprarlos en masa en los supermercados, en esos huevos, uno ha cooperado con trabajo. En ellos el alimento, aparte de sus mejores cualidades por la crianza natural, adquiere otro significado.
Pero vamos al centro del asunto por el que empecé este artículo.
Habiéndolos tenido, puedo decir con autoridad que no están peleando habitualmente los gallos de riña como lo haría suponer a quien tiene la imagen de las riñas que se hacen con estos animales, quien sabe y ha visto algún video de cómo se los entrena, verá que es el ser humano el que los azuza compulsándolos a ser más bravos y violentos, se los masajea con aceites especiales, se les hace hacer ejercicios para que sus patadas sean más hirientes y sus cuerpos más fuertes, se les pone un guantelete provisto de una uña de acero agudo y afilado para que con los golpes hiera y mate, es el ser humano el que hace todo eso.
Claro que en la naturaleza o la cría doméstica cualquier gallo ha de disputar con otro gallo por una hembra en ciertas condiciones, veamos pues.
Somos animales, hagamos de cuenta que en una isla desierta ponemos cien varones jóvenes y una hembra joven y bella, ¿qué crees que pasaría?, por supuesto que no habría paz, en el transcurso del tiempo, en algún momento se sucederán las peleas, así, en la cría doméstica, como tuve el cuidado, uno tendrá la cantidad de suficientes hembras como para que los gallos no tengan que disputar por ellas, es muy simple.
Como uno no piensa que en la isla será uno solo el hombre joven feliz y realizado el que poseerá a la única hembra en medio de tanto macho caliente, ¿imaginan los restantes noventa y nueve haciendo meditación trascendental o masturbándose al unísono mientras uno solo la goza?, (costumbres ambas que no les conocemos a otras especies), tampoco podemos pedir que no sea otra la solución que la violencia, como sabemos que en el mundo animal, el de ellos y el nuestro, el sexo despierta cuando las proporciones se alteran, pues si pusiéramos cien mujeres en la misma isla y un solo hombre, amigos, ¡que concierto de uñas y codazos antes de llegar al desafortunado, que en un par de meses se seca y seguro que muere o del corazón o deshidratado!
Por lo que no les carguemos a los animales los comportamientos en que los agudizan las bestias que somos los humanos, capaces de organizar guerras, masacres, torturas y toda una serie de crueldades tanto físicas, como psicológicas y espirituales como ninguna otra especie lo hace.
Veamos a estos amigos, compañeros de la naturaleza, como uno de tantos proveedores de belleza, que por serlo algo significan el estar a nuestro entendimiento si es que sabemos verlos, que de verdad son bellos, pues entonces merecen vivir en paz, salvos de nuestros comportamientos perversos en los que denigramos las mejores características de nuestra “inteligente” especie.
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Estimado Ricardo;
Es muy buena su reflexion sobre estos bellos ejemplares pero en mi experiencia y haciendo enfasis en sus fotos todos estos animales estan amarrados por su naturaleza los impulsa a pelear,la raza que dispongo en estos momentos pude observar un polluelo peleando picando a las 24 horas de nacido, me sorprendi mucho si usted soltara esos ejemplares de seguro muchos estarian muertos el dia siguientes, por lo cual existen personas que cuidan de estos animales para preservar una raza de gallos que es el gallo de combate fino.
no confundamos las razas un gallo normal de alimento rechazaria el combate y salvaria su vida los gallos de combate pelearan solos con sus padres y matando a sus hermanos un claro ejemplo de sobrevivencia natural, si lo relacionamos con la historia el hombre siempre ha admirado estos ejemplares nunca los puso a pelear los romanos y los hommbres de las cavernas admiraron su valentia de por si solos ellos peleaban solo sobreviviendo el mas fuerte.
Otro punto de vista si dejar de respetar su razonamiento.
Saludos y buena suerte.