Filosofia: Leonardo Da Vinci - Aforismos - Parte 2 - Psicología - Links a mas Filosofia
Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in Filosofia: Leonardo Da Vinci - Aforismos - Parte 2 - Psicología - Links a mas Filosofia | Posted on 9:13
Psicología
23.- En la descripción del hombre deben comprenderse los animales de
la especie, tales como el mono, el babuino y muchos otros similares.
24.- La marcha del hombre tiene el carácter general de la del
cuadrúpedo, que mueve las patas en cruz. Como el caballo que trota, el
hombre agita sus cuatro miembros en cruz: si adelanta el primero el pie
derecho, adelantará al mismo tiempo el brazo izquierdo, o viceversa.
25.- Los antiguos llamaban al hombre un mundo menor, designación
justa, porque está compuesto de tierra, agua, aire y fuego como el cuerpo
terrestre, y a él se asemeja. Si el hombre tiene sus huesos, que le sirven
de armadura y sostienen su carne, el mundo tiene sus rocas que sostienen
su tierra; si el hombre tiene dentro de sí un lago de sangre, donde crece
y decrece el pulmón para su respiración, el cuerpo de la tierra tiene su
mar océano que, cada seis horas, crece y decrece también para su
respiración; si de aquel lago de sangre derivan las venas que van
ramificándose por todo el organismo, análogamente el mar océano llena el
cuerpo terrestre con innumerables venas de agua; pero faltan a nuestro
globo los nervios, que no le han sido dados porque ellos están destinados
al movimiento, y el mundo, en su perpetua estabilidad, carece de
movimiento, y donde no hay movimiento los nervios son inútiles. Pero, en
todo lo demás, el hombre y el mundo son semejantes.
26.- Si la naturaleza hubiera fijado una sola regla para la calidad
de los miembros, las fisonomías de todos los hombres serían semejantes, y
no sería posible distinguirlas unas de otras; pero ella ha variado de tal
modo las cinco partes del rostro que, aunque haya establecido una regla
general para la proporción, no ha seguido ninguna para la calidad; de
manera que es fácil reconocer cada semblante.
27.- Yo he encontrado en la constitución del cuerpo humano, como en
la de los otros animales, la más obtusa y grosera inventiva. Compuesto sin
ingenio, de instrumentos en parte inapropiados para recibir el vigor de
los sentidos.
28.- Como los ojos de la especie leonina ocupan una gran parte de la
cabeza, los nervios ópticos comunican inmediatamente con el cerebro. En el
hombre pasa lo contrario: los agujeros de los ojos toman poco lugar en la
cabeza, y los nervios ópticos, livianos, largos, débiles, operan
flojamente; el hombre ve poco durante el día y menos durante la noche; los
animales citados ven mejor de noche que de día: cosa que no les molesta
porque salen de noche y duermen de día, como hacen también las aves
nocturnas.
29.- El ojo, a una distancia y en condiciones medias, se equivoca
menos en su oficio que cualquiera de los otros sentidos, porque no ve sino
por líneas rectas: las que componen la pirámide base del objeto y las que
la conducen al ojo, como espero demostrarlo.
30.- En cambio, el oído suele engañarse en cuanto a la situación y
distancia de sus objetos; porque las representaciones de éstos no llegan a
él por líneas rectas, como para el ojo, sino por líneas tortuosas y
reflejas; y ocurre muchas veces que las cosas remotas parecen más cercanas
que las próximas, por culpa de los recorridos del sonido. La voz del eco,
sin embargo, sólo por líneas rectas se encamina al oído.
31.- El olfato indica con menos certeza el lugar de donde procede un
olor; pero el gusto y el tacto sólo tienen la exacta noción del objeto que
tocan.
32.- El hombre posee gran razonamiento, pero en su mayor parte vano y
falso; los animales lo tienen menor, pero útil y verídico, y más vale una
pequeña certeza que un gran engaño.
33.- No me parece que los hombres groseros, de costumbres bajas y de
poco ingenio, merezcan tan bello organismo ni tal variedad de rodajes como
los hombres especulativos y de gran talento. Los primeros no son más que
un saco a donde entra y de donde sale lo que comen, pues nada me prueba
que participen de la naturaleza humana, salvo en la voz y en la figura; en
todo lo demás son bastante semejantes a las bestias. Debiera llamárseles
fabricantes de estiércol y rellenadores de letrinas, porque no es otro su
oficio en el mundo. Ninguna virtud ponen en práctica. Letrinas llenas, es
todo lo que queda de su paso por la Tierra.
34.- El alma parece residir en la inteligencia, y ésta en el lugar a
donde concurren todos los sentidos, el cual se llama común sentido o
cerebro. El alma no está toda en todo el cuerpo, como muchos han creído,
sino toda ella en el cerebro, porque si estuviera desparramada en todas
partes, o toda en cada parte, los instrumentos de los sentidos no
necesitarían concurrir a un solo lugar; antes bien bastaría que el ojo
llenara el oficio de la sensación sobre su propia superficie, sin tener
que mandar por la vía de los nervios ópticos, hasta el cerebro, la
representación de las cosas vistas; pues el alma, por las razones dichas,
podría sentirlas en la superficie del ojo.
35.- De un modo semejante, al sentido del oído bastaría la voz que
resuena en las concavidades porosas del hueso pétreo, que se halla en el
oído, sin que fuera necesario que ella recorriera el camino hasta el
cerebro.
36.- El sentido del olfato se ve también necesariamente obligado a
concurrir al cerebro. Las sensaciones del tacto pasan por los nervios al
cerebro, y estos nervios se derraman en infinitas ramificaciones hasta la
piel que circunda los miembros del cuerpo y las vísceras.
37.- Los nervios transmiten también la sensación y la voluntad a los
músculos, los cuales obedecen, actualizando su obediencia en contracciones
y tumefacciones Los nervios se internan, a través de los músculos, hasta
los extremos de los dedos, y llevan finalmente al cerebro la sensación
táctil.
38.- Los músculos con sus tendones obedecen a los nervios, como los
soldados a sus capitanes; y los nervios están subordinados al cerebro,
como los capitanes al supremo comandante; la coyuntura obedece, pues, al
tendón, el tendón al músculo, el músculo al nervio y el nervio al cerebro.
El cerebro es el sitio del alma, cuya proveedora es la memoria y cuya
consejera es la sensibilidad.
39.- El común sentido (que reside en el cerebro) juzga de las cosas
que los otros sentidos le transmiten y entra en acción mediante las
mismas. Los objetos exteriores mandan sus imágenes a los cinco sentidos,
las cuales son transferidas a la sensibilidad y percepción, y de ésta al
común sentido; y después de ser allí examinadas, pasan a la memoria, que
las conserva más o menos, según la potencia de cada una.
40.- Los cinco sentidos son: la vista, el oído, el tacto, el gusto y
el olfato.
41.- Los antiguos pensadores habían llegado a la conclusión de que la
facultad de juzgar concedida al hombre tiene su causa en un instrumento al
que se refieren los otras cinco mediante la percepción, y a dicho
instrumento designaron con el nombre de común sentido, afirmando que se
halla situado dentro de la cabeza. Le aplican este hombre de común sentido
sólo porque él es el juez común de los otros cinco sentidos, a saber:
vista, oído, tacto, gusto y olfato. El común sentido entra en acción
mediante la percepción, que se halla entre ella y los sentidos. La
percepción es excitada por las imágenes que le envían los instrumentos
superficiales, es decir, los sentidos, colocados entre las cosas
exteriores y la percepción, y actuados a su vez por los objetos. Los
objetos también mandan sus imágenes a los sentidos, los sentidos las
transfieren a la percepción, ésta al común sentido y de allí pasan a la
memoria, en la cual permanecen más o menos según la importancia o poder de
cada una.
42.- La naturaleza ha distribuido en el cuerpo del hombre los
músculos, que estiran los tendones y mueven los miembros de acuerdo con la
voluntad y deseo del común sentido, a semejanza de los oficiales
distribuidos por su señor en varias provincias y ciudades, los cuales en
dichos lugares lo representan y obedecen a su voluntad. Y el oficial que
una vez haya obedecido a las indicaciones directas de su señor, hará
después espontáneamente, en igual caso, lo necesario, sin desviarse de la
voluntad superior.
43.- Así hacen frecuentemente los dedos que han aprendido muy
dócilmente a ejecutar, con discernimiento, sobre un instrumento de música,
una pieza cualquiera, y que sabrán después tocarla sin intervención de
aquella facultad.
44.- Esto te aparecerá claro si observas cómo agitan los paralíticos
y los entumecidos de frío sus miembros temblorosos, su cabeza y sus manos,
sin licencia del alma, la cual, con todo su esfuerzo, no podría impedirlo.
Y ello ocurre asimismo en los epilépticos y en los miembros mutilados,
como por ejemplo en la cola de un lagarto separada del cuerpo del animal.
45.- Piensa, ¡oh lector!, lo que podemos creer de nuestros
antepasados cuando han pretendido definir lo que es el alma y la vida,
cosas indemostrables, porque no son cosas que la experiencia puede
claramente conocer y probar, ya que durante tantos siglos han sido
ignoradas o falsamente creídas.
46.- La esperanza y el deseo de repatriarse y volver al primitivo
estado, es como la luz para la mariposa; el hombre, con perpetuo deseo,
aspira a nueva primavera, a un nuevo estado, a próximos meses y a nuevos
años; y cuando llegan las cosas deseadas es demasiado tarde, y el hombre
advierte que aspira así a su ruina.
47.- Pero este deseo es la quintaesencia de los espíritus elementales
que se hallan encerrados, por el alma, en el cuerpo humano; el hombre
aspira sin cesar a volver a su mandatario. Y es sabido que ese mismo deseo
y esa quintaesencia son compañeros de la naturaleza, como el hombre es
modelo del mundo.
48.- El hombre es víctima de una soberana demencia que le hace sufrir
siempre, en la esperanza de no sufrir más; y la vida le escapa mientras
espera gozar de los bienes que ha adquirido al precio de grandes
esfuerzos.
49.- Si queréis saber cómo habita el alma en el cuerpo, os bastará
observar cómo usa el cuerpo de su cotidiana habitación: si ésta es
desordenada y confusa, desordenado y confuso será el cuerpo poseído por el
alma.
50.- Siempre se verán sobre la Tierra animales que combaten entre sí,
con grandes perjuicios y frecuentemente la muerte para cada partido.
51.- Su malignidad no tiene límites; sus brazos salvajes arrojan por
tierra los más grandes árboles de las selvas del mundo; y para conseguir
el sustento que alimente sus deseos, desencadenarán la muerte, las penas,
los dolores, las guerras y la devastación sobre todo ser viviente. En su
prodigioso orgullo se elevarían contra el cielo, si el peso demasiado
grande de sus miembros no los mantuviera sobre la Tierra. Nada, ni en la
tierra, ni bajo ella, deja de ser perseguido, perturbado, aniquilado por
ellos; pasan de un país a otro y el cuerpo de esta ralea se convierte en
sepultura y pasaje de todos los cuerpos de animales muertos.
52.- ¡Oh, mundo!, ¿cómo es que no te abres para arrojar al fondo de
tus barrancos, precipicios y abismos, y no mostrar más a la luz un
monstruo tan cruel y tan implacable?
23.- En la descripción del hombre deben comprenderse los animales de
la especie, tales como el mono, el babuino y muchos otros similares.
24.- La marcha del hombre tiene el carácter general de la del
cuadrúpedo, que mueve las patas en cruz. Como el caballo que trota, el
hombre agita sus cuatro miembros en cruz: si adelanta el primero el pie
derecho, adelantará al mismo tiempo el brazo izquierdo, o viceversa.
25.- Los antiguos llamaban al hombre un mundo menor, designación
justa, porque está compuesto de tierra, agua, aire y fuego como el cuerpo
terrestre, y a él se asemeja. Si el hombre tiene sus huesos, que le sirven
de armadura y sostienen su carne, el mundo tiene sus rocas que sostienen
su tierra; si el hombre tiene dentro de sí un lago de sangre, donde crece
y decrece el pulmón para su respiración, el cuerpo de la tierra tiene su
mar océano que, cada seis horas, crece y decrece también para su
respiración; si de aquel lago de sangre derivan las venas que van
ramificándose por todo el organismo, análogamente el mar océano llena el
cuerpo terrestre con innumerables venas de agua; pero faltan a nuestro
globo los nervios, que no le han sido dados porque ellos están destinados
al movimiento, y el mundo, en su perpetua estabilidad, carece de
movimiento, y donde no hay movimiento los nervios son inútiles. Pero, en
todo lo demás, el hombre y el mundo son semejantes.
26.- Si la naturaleza hubiera fijado una sola regla para la calidad
de los miembros, las fisonomías de todos los hombres serían semejantes, y
no sería posible distinguirlas unas de otras; pero ella ha variado de tal
modo las cinco partes del rostro que, aunque haya establecido una regla
general para la proporción, no ha seguido ninguna para la calidad; de
manera que es fácil reconocer cada semblante.
27.- Yo he encontrado en la constitución del cuerpo humano, como en
la de los otros animales, la más obtusa y grosera inventiva. Compuesto sin
ingenio, de instrumentos en parte inapropiados para recibir el vigor de
los sentidos.
28.- Como los ojos de la especie leonina ocupan una gran parte de la
cabeza, los nervios ópticos comunican inmediatamente con el cerebro. En el
hombre pasa lo contrario: los agujeros de los ojos toman poco lugar en la
cabeza, y los nervios ópticos, livianos, largos, débiles, operan
flojamente; el hombre ve poco durante el día y menos durante la noche; los
animales citados ven mejor de noche que de día: cosa que no les molesta
porque salen de noche y duermen de día, como hacen también las aves
nocturnas.
29.- El ojo, a una distancia y en condiciones medias, se equivoca
menos en su oficio que cualquiera de los otros sentidos, porque no ve sino
por líneas rectas: las que componen la pirámide base del objeto y las que
la conducen al ojo, como espero demostrarlo.
30.- En cambio, el oído suele engañarse en cuanto a la situación y
distancia de sus objetos; porque las representaciones de éstos no llegan a
él por líneas rectas, como para el ojo, sino por líneas tortuosas y
reflejas; y ocurre muchas veces que las cosas remotas parecen más cercanas
que las próximas, por culpa de los recorridos del sonido. La voz del eco,
sin embargo, sólo por líneas rectas se encamina al oído.
31.- El olfato indica con menos certeza el lugar de donde procede un
olor; pero el gusto y el tacto sólo tienen la exacta noción del objeto que
tocan.
32.- El hombre posee gran razonamiento, pero en su mayor parte vano y
falso; los animales lo tienen menor, pero útil y verídico, y más vale una
pequeña certeza que un gran engaño.
33.- No me parece que los hombres groseros, de costumbres bajas y de
poco ingenio, merezcan tan bello organismo ni tal variedad de rodajes como
los hombres especulativos y de gran talento. Los primeros no son más que
un saco a donde entra y de donde sale lo que comen, pues nada me prueba
que participen de la naturaleza humana, salvo en la voz y en la figura; en
todo lo demás son bastante semejantes a las bestias. Debiera llamárseles
fabricantes de estiércol y rellenadores de letrinas, porque no es otro su
oficio en el mundo. Ninguna virtud ponen en práctica. Letrinas llenas, es
todo lo que queda de su paso por la Tierra.
34.- El alma parece residir en la inteligencia, y ésta en el lugar a
donde concurren todos los sentidos, el cual se llama común sentido o
cerebro. El alma no está toda en todo el cuerpo, como muchos han creído,
sino toda ella en el cerebro, porque si estuviera desparramada en todas
partes, o toda en cada parte, los instrumentos de los sentidos no
necesitarían concurrir a un solo lugar; antes bien bastaría que el ojo
llenara el oficio de la sensación sobre su propia superficie, sin tener
que mandar por la vía de los nervios ópticos, hasta el cerebro, la
representación de las cosas vistas; pues el alma, por las razones dichas,
podría sentirlas en la superficie del ojo.
35.- De un modo semejante, al sentido del oído bastaría la voz que
resuena en las concavidades porosas del hueso pétreo, que se halla en el
oído, sin que fuera necesario que ella recorriera el camino hasta el
cerebro.
36.- El sentido del olfato se ve también necesariamente obligado a
concurrir al cerebro. Las sensaciones del tacto pasan por los nervios al
cerebro, y estos nervios se derraman en infinitas ramificaciones hasta la
piel que circunda los miembros del cuerpo y las vísceras.
37.- Los nervios transmiten también la sensación y la voluntad a los
músculos, los cuales obedecen, actualizando su obediencia en contracciones
y tumefacciones Los nervios se internan, a través de los músculos, hasta
los extremos de los dedos, y llevan finalmente al cerebro la sensación
táctil.
38.- Los músculos con sus tendones obedecen a los nervios, como los
soldados a sus capitanes; y los nervios están subordinados al cerebro,
como los capitanes al supremo comandante; la coyuntura obedece, pues, al
tendón, el tendón al músculo, el músculo al nervio y el nervio al cerebro.
El cerebro es el sitio del alma, cuya proveedora es la memoria y cuya
consejera es la sensibilidad.
39.- El común sentido (que reside en el cerebro) juzga de las cosas
que los otros sentidos le transmiten y entra en acción mediante las
mismas. Los objetos exteriores mandan sus imágenes a los cinco sentidos,
las cuales son transferidas a la sensibilidad y percepción, y de ésta al
común sentido; y después de ser allí examinadas, pasan a la memoria, que
las conserva más o menos, según la potencia de cada una.
40.- Los cinco sentidos son: la vista, el oído, el tacto, el gusto y
el olfato.
41.- Los antiguos pensadores habían llegado a la conclusión de que la
facultad de juzgar concedida al hombre tiene su causa en un instrumento al
que se refieren los otras cinco mediante la percepción, y a dicho
instrumento designaron con el nombre de común sentido, afirmando que se
halla situado dentro de la cabeza. Le aplican este hombre de común sentido
sólo porque él es el juez común de los otros cinco sentidos, a saber:
vista, oído, tacto, gusto y olfato. El común sentido entra en acción
mediante la percepción, que se halla entre ella y los sentidos. La
percepción es excitada por las imágenes que le envían los instrumentos
superficiales, es decir, los sentidos, colocados entre las cosas
exteriores y la percepción, y actuados a su vez por los objetos. Los
objetos también mandan sus imágenes a los sentidos, los sentidos las
transfieren a la percepción, ésta al común sentido y de allí pasan a la
memoria, en la cual permanecen más o menos según la importancia o poder de
cada una.
42.- La naturaleza ha distribuido en el cuerpo del hombre los
músculos, que estiran los tendones y mueven los miembros de acuerdo con la
voluntad y deseo del común sentido, a semejanza de los oficiales
distribuidos por su señor en varias provincias y ciudades, los cuales en
dichos lugares lo representan y obedecen a su voluntad. Y el oficial que
una vez haya obedecido a las indicaciones directas de su señor, hará
después espontáneamente, en igual caso, lo necesario, sin desviarse de la
voluntad superior.
43.- Así hacen frecuentemente los dedos que han aprendido muy
dócilmente a ejecutar, con discernimiento, sobre un instrumento de música,
una pieza cualquiera, y que sabrán después tocarla sin intervención de
aquella facultad.
44.- Esto te aparecerá claro si observas cómo agitan los paralíticos
y los entumecidos de frío sus miembros temblorosos, su cabeza y sus manos,
sin licencia del alma, la cual, con todo su esfuerzo, no podría impedirlo.
Y ello ocurre asimismo en los epilépticos y en los miembros mutilados,
como por ejemplo en la cola de un lagarto separada del cuerpo del animal.
45.- Piensa, ¡oh lector!, lo que podemos creer de nuestros
antepasados cuando han pretendido definir lo que es el alma y la vida,
cosas indemostrables, porque no son cosas que la experiencia puede
claramente conocer y probar, ya que durante tantos siglos han sido
ignoradas o falsamente creídas.
46.- La esperanza y el deseo de repatriarse y volver al primitivo
estado, es como la luz para la mariposa; el hombre, con perpetuo deseo,
aspira a nueva primavera, a un nuevo estado, a próximos meses y a nuevos
años; y cuando llegan las cosas deseadas es demasiado tarde, y el hombre
advierte que aspira así a su ruina.
47.- Pero este deseo es la quintaesencia de los espíritus elementales
que se hallan encerrados, por el alma, en el cuerpo humano; el hombre
aspira sin cesar a volver a su mandatario. Y es sabido que ese mismo deseo
y esa quintaesencia son compañeros de la naturaleza, como el hombre es
modelo del mundo.
48.- El hombre es víctima de una soberana demencia que le hace sufrir
siempre, en la esperanza de no sufrir más; y la vida le escapa mientras
espera gozar de los bienes que ha adquirido al precio de grandes
esfuerzos.
49.- Si queréis saber cómo habita el alma en el cuerpo, os bastará
observar cómo usa el cuerpo de su cotidiana habitación: si ésta es
desordenada y confusa, desordenado y confuso será el cuerpo poseído por el
alma.
50.- Siempre se verán sobre la Tierra animales que combaten entre sí,
con grandes perjuicios y frecuentemente la muerte para cada partido.
51.- Su malignidad no tiene límites; sus brazos salvajes arrojan por
tierra los más grandes árboles de las selvas del mundo; y para conseguir
el sustento que alimente sus deseos, desencadenarán la muerte, las penas,
los dolores, las guerras y la devastación sobre todo ser viviente. En su
prodigioso orgullo se elevarían contra el cielo, si el peso demasiado
grande de sus miembros no los mantuviera sobre la Tierra. Nada, ni en la
tierra, ni bajo ella, deja de ser perseguido, perturbado, aniquilado por
ellos; pasan de un país a otro y el cuerpo de esta ralea se convierte en
sepultura y pasaje de todos los cuerpos de animales muertos.
52.- ¡Oh, mundo!, ¿cómo es que no te abres para arrojar al fondo de
tus barrancos, precipicios y abismos, y no mostrar más a la luz un
monstruo tan cruel y tan implacable?
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