Dia Amorfo 3

Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in | Posted on 15:52






El atardecer del día quinto.
Trámites, contactos, llamada dejando certificación sobre aquello que no era duda, gato desaparecido por la mañana hasta la tarde, luego lo encuentro en un gran colchón de hojas de alcanfor que al sol se secan y le hacen nido perfecto, al regresar lo entro, tiene frío y quiere mimos, se los doy, le hago sentir que lo quiero, afirmación que a todos nos hace sentir seguros.

El otro día me quisieron dejar un perro mientras sus dueños salían de vacaciones, no pude aceptar la oferta, los he ayudado demasiado y no han sido fieles.

Cae la tarde, ya casi noche, por la puerta estarán pasando los que regresan del trabajo, cansados de la molicie ciudadana, con la esperanza del descanso y del cariño, con el alimento de volver a lo íntimo.
Por la tarde vi en la calle un grupo de muchachos, su ropa sucia, en general deportiva, todos llevaban una bolsa plástica llena de pan, todos venían masticando mientras alguno decía algo en voz alta, sus caras reflejaban la miseria en la que habían nacido y eran criados, la carne magra pegándose al cuerpo, la mirada perdida de aquellos que recorren la sórdida escala de los pegamentos, la pasta base, el paco, el alcohol y las pastillas, sus palabras se arrastraban confusas, solo ellos se entendían, la gente evitaba mirarlos, los miré a los ojos, sentí ese túmulo doloroso de la miseria presente, indiscutible como un cachetazo, recuerdo de inmediato a mi hermano que en este momento está en la India y siente ese dolor aumentado por millones, no vivimos ni edificamos sociedades justas porque personalmente y grupalmente no somos justos y ni siquiera, generalmente, existe esa propuesta, el egoísmo reina.

Las acciones propias te dan libertad o prisión, demasiados entregan libertad en prisiones del intercambio falseado, donde se aparenta o se parece, rendidos a vivir en la mentira y por la mentira. Es el capital que se tiene solo entre las piernas o en los bolsillos, luego no extraña el consumo de farmacopea destinada al imaginario...
Espíritu falta, volver a tender puentes que desde el alma salven esta forma salvaje de vivir desalmados, heridos, agazapados, desconfiando de todo, maleducados por los medios que prefieren una demagogia fornicante, de malos gustos y modales,…en las casas, los progenitores, bien gracias.
Espíritu, esa cosa que no es mercadería ni se toca, por lo tanto, no tiene marketing, nadie lo auspicia.
El estilo se ha convertido en stylish (aludo a lo banal de acentuar el afuera sin el adentro), el estilo emanante por un estilo mascarado. Monos y monas, sedas y quedas.
Tenemos lo que merecemos y aquello que no merecemos también nos es provisto, todos buscamos estar a salvo de algo, y no estamos a salvo de nada. El que hoy se ríe de otro, mañana llorará por sí mismo, solo hay Leyes y la no ley de las leyes: la suerte.

Mi gato no resistiría el Tíbet, hemos luchado un par de horas por la ocupación de mi falda, por fin he triunfado luego de advertirle con el dedo señalante que el edredón sería su territorio, ya duerme, su madrugada es vela en sueño.

Las semillas se acumulan, sigo agrandando mi colección, no desprecio el discreto yuyo que tenga flor que aprecie, también seco flores de otra especie que engomadas de luz reposarán un par de meses hasta llegar a los frascos donde seguirán haciéndose, tornando color y sabores, madurando la gracia de sus efectos, toda forma de sabiduría lleva tiempo, las iluminaciones vienen de aquello que tiene sustancia esencial.

Escucho la radio, amo hacer radio, es un medio mágico, la buena radio es bellísima y hace mucho bien a muchos, igualmente no desprecio nada, de aquello que más nos repugna siempre pescamos algo que nos enseña, solo hay que estar atento, no uso la radio para dormirme despierto ni para dormir durmiendo mis sueños que prefieren silencio o el canto de la lluvia.
Muchos escritores escriben con la radio, otros lo hacen con música a todo volumen, como si necesitasen un campo de aislación que ponga la mente a relatar aquello que se quiere decir en el cómo surge, ese ruido en el que otros no podrían pensar es el ritmo en que ellos piensan. Una velocidad de relaciones, un fluir sin ser interrumpido los domina, es la concentración conectada desde lo profundo y atravesada por lo alto.

Mi amigo Luis hace una cerveza esplendorosa, por culpa de él dejé de tomar cervezas comerciales, actualmente los alcoholes no están en mi menú diario, té o mate cocido todo el día, mañana iré con mi jarra a por otra, mañana hay festejo, prefiero las cervezas más oscuras, las que quedan hablando largo tiempo en la boca, revelándose, en el gusto los tostados cortinan los tuestes del grano que a través de sus capas nos muestran navegantes armonías cuando todo circula y está maduro.
La cerveza comercial da dolor de cabeza, los conservantes sobre todo son la causa, en las cervezas naturales que hoy son llamadas ecológicas, eso no pasa, las cervezas de Luis van de los 4 a 7 grados, las hay de más también, no tienen un efecto deprimente como pasa con las cervezas comerciales que en general están hechas de arroz y no de cebada, no se puede comparar calidad de lúpulo, procesos saborificantes, escalas que permiten cuidados que completan mejormente los gustos, la buena mano de obra en las manos de un maestro, como lo es Luis.

¿Para qué escribo esto, a quién puede interesarle este pastiche de pensamientos sueltos que buscan ir a ningún lado?

Quisiera hablar por la radio, sé que he tocado a la gente cuando lo hice.
Desea tan fuertemente que el deseo se concrete, aquí o en medio de la montaña, o desde el computador que tenga, todo lo que uno hace es una carta volando a las manos de un desconocido, un albur, una emisión al destino, los artistas, los humanos todos, tenemos una profunda necesidad de comunicar, a través de palabras, gestos y/u obras.

Los cambios traen limpiezas, descargar atavíos inutilizantes, todo aquello que no resista transparencia, y por lupa tema quemarse al rayo solar enfocado perforando las mentiras siempre heridas de muerte.
La mentira siempre será revelada en tanto la verdad propagada. El tiempo mismo se ocupa, el tiempo no necesita ayuda, obra, deja sus marcas, leerá sobre ellas quien sepa.
Lo que se cultiva en el espíritu se refleja en el cuerpo, lo dice la Biblia en el Eclesiastés, y muy bien dicho está, aunque se diga en otra forma.

No sé quien soy, ni sé lo que quiero, simplemente soy, simplemente quiero, mucho.

Un problema mío, las medidas, soy un desmedido, un salvaje y un ermitaño y soy tan múltiple que asusto o sin quererlo hago sentir menor a quien tiene norte diferente, cuando algo me gusta lo hago hasta hartarme, así amo, así me alimento cuando lo sabroso me llena de placeres nutrientes diseminándose por todo mi cuerpo, amo la diseminación que sucede en mi cuerpo descerrajada por el placer de aquello que se nos hace entero, así el cuerpo del otro es un manjar amado que se brinda sin medidas, pero, con la sabiduría de las escalas.

El primer libro que me regalaron, fue mi padre, (me eduqué entre gran cantidad de ellos por la múltiple biblioteca que continuo, por lo que la infancia estuvo llena de su contacto), fue La Genética de Christine Auberbach, en mi temprana adolescencia, de los 10 a 13 años debe haber sido, lo leí con fascinación tratando aplicadamente de entender los fenómenos que se me explicaban, no era un niño muy normal que digamos, eso no hacían los otros niños que preferían a lo sumo las revistas de cómics que a nosotros nos estaban prohibidas, todos estamos condenados a ser diferentes, algunos más que otros, según cuánto lo sean.
Se me cruzó por la mente que llevar libros era llevar cadáveres que nadie quiere, una ilusión ilusa de ilusión me hace pensar deseando que en lugares desventajosos para su contacto serán apreciados, pero no me engaño, en todos los lugares los humanos quieren televisiones o aparatos electrónicos que los comuniquen en una forma que fascina por lo directo   y lo espontáneo, elaborar demasiado, conocer mucho, desarrollar una espiritualidad, no son valores que importen demasiado en la actualidad, nadie enloquece por ni hace colas por ellos.

Hace poco murió un ex compañero de colegio secundario, estoy en edad de morir, pienso pero de inmediato pienso que siempre estamos así, en ese peligro, desde el primer segundo de aún no ser concebidos, si es que somos algo en otros en ese antes, por lo que sigamos viviendo como siempre, que el día que las ganas ya no habiten serán gánicos los otros.
A Dios gracias, aún tengo ganas, no de tanto como antes, mucho de ello perdido con gusto, paisajes que seducen engañando en la entrega de lo poco disfrazado de mucho o de aquello que deteriora, banalidad y malicia que no prefiero, sagrado tiempo que debe ocuparse con bien y en ello, aunque muchas veces nos salga, nos saquen o nos quieran extraer todo lo opuesto.

RM




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