El fatídico rayo del Bisagra Ordoñez - Parte 1 - Invención de Ricardo Marcenaro

Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in | Posted on 1:49









Y hasta que al Bisagra Ordoñez se le ocurrió mandar un cohete al sol andábamos bien, pero ahí estaba, él, un genio, con sus inventos, que mil aciertos no nos privaron de un desastre.

La teoría decía que ese espejo con lupa iba a proyectar una concentración de luz con un calor tal que logrando evaporación sectorizada en el mar, cerca del desierto, convertiría al Sahara en un vergel sin perjudicar el clima y haciendo inclusive que bajara un tantico el nivel oceánico, los de Nueva Orleans apoyaban, los holandeses con reservas, otros pueblos adhirieron y cada uno puso lo suyo, son momentos de crisis y no hay mejor que una gran causa para tapar una más grande.

Estaba todo preparado, sudar nada, que en Cabo Cañaveral ya están acostumbrados a esto menesteres, a propósito, que la rima me hace acordar, los únicos que se opusieron fueron los Bereberes.

Y ahí salió, roncando a previo, se sacudía el guanaco entre los fuegos, que eso parecía del infierno los anegos, se despertó el horizonte con el humo y la luna se corrió para abrirle el paso, así de embalado iba el corpulento, todo forrado de cerámicas especiales que como el Bisagra era andaluz, le hicieron decoración mozárabe para apaciguar a los devotos de las arenas que gozaban mucho con sus camellos, que si la cosa funcionaba, como que no los hibridaran con delfines, la vida práctica se les acababa para lo que los jorobados estaban al destino de sus fines.

Los norteamericanos que son avanzados para esto ya habían tomado posiciones para darles a los demás el pesto, Steve Jobs había comprado al lado de Bill Gates, a lo guaso, como a ellos les gusta a esos payasos, treinta millones de hectáreas cada uno, que pensaban llenar de chinos, que les encanta morirse trabajando barato, como todos sabemos de esos cretinos.

Donald Trump dudó, no había barrios que demoler, ni ponerles un hotel de lujos previo comprar la zona, ¡joder!, pero ahí fue también, más discreto, diez millones de hectáreas compró nada más, pues sabía que esa nueva zona turística daría resultados, ya pensaba en pirámides inmensas, tenía los planos preparados, disfraz de faraón para inaugurar, hacer un tren bala que submarino cruzara por Gibraltar, y trajera todo el turismo europeo, esos gordos alemanes que tanto adoraban lo feo, llenos de billetes, hasta una fábrica de cerveza y otra de pretzels calculó, ¡qué los remil parió!, tenía un arreglo con los de Monsanto, que calculaban sembrar siete millones de hectáreas con el nuevo trigo transgénico de un solo canto, el súper balazo KP 32, para sustratos arenosos, lo de cían con gozo, tenían un buen pertrecho para de la semilla cobrar los derechos.

Así las cosas iban, los primeros días la prensa de todo el mundo llenaba sus páginas con opiniones y opiniones, que parecía que a las letras de tintas ya le salían sabañones, universidades, políticos, catedráticos, hasta lamas y jardineros hablaron, todos con alguna idea creativa al público con enjundias varias le bajaron.

La esperanza unía, de mitigar el hambre del mundo, recuperando de un modo rotundo, sitio de solución para provisiones de venideras generaciones, que ya viendo los listados de inversores, ¡imaginen!, qué baratos nos costarían y cuantas desigualdades seguirían desiguales de tanta afluencia de ideales de estos desinteresados invasores, decorando, que en eso son expertos, suponiendo que nadie se daría cuenta, que ese es el mejor modo de subir las rentas, planeada estaba la flotilla de economistas que nos explicarían el por qué, por agrandarnos la vista, ante las grandes inversiones, nuevamente deberían de esperar algunos años los que estaban en calzones, seguramente unos trescientos, hasta el próximo cohete, digo yo, que de esto sé poco aunque todo lo diga en un  periquete, ¡a poner en remojo el rosquete!.

Pasaban los años y la nave espacial iba magnífica evitando todo mal, brillaban las mayólicas reflejadas por el cosmos, según los satélites tomaban, los técnicos sus manos enjugaban, a pedir de boca las ideas locas del tal Bisagra, que la cosecha iba a ser gruesa y nunca magra, las propias cámaras de la nave todo lo registraban, si eso parecía una Alhambra cósmica que prometía fuentes que por fin espantaría de los desiertos toda esa cría de ausencias repelentes.

Como todo, el día llega, el Bisagra, que es nombre y no apodo, había escrito en ese período siete libros, dando cuatrocientas conferencias a razón de mínimo cien mil dólares cada una, con lo cual tuvo para comprarse zapatos nuevos, todos del mismo modelo y color, por elegir no perderse en denuedos, ya que era un tanto excéntrico, como todos sabían, casi un Bobby Fisher, según algunos dirían, pero sin paranoias, aunque igual de vigilado, según otros que lo tenían junado.

Saben ustedes, cuando alguien se vuelve muy rico y famoso, ya no se sabe si lo que se sabe es lo que se dice que se sabe, la verdad no importa y a nadie le cabe, que lo mejor es en el repito crear con ornatos un buen mito, que de eso bien se ocupan los periódicos, revistas, televisoras, radios, comentaristas que van ellos por sus caminos prosódicos, también, por su pan y más de un pedazo, así actúa esta grey de pelmazos, y no me la hagan peluda pues yo sé que de esto a nadie le cabe duda, a ellos no les va nada mal haciendo el beneficio de su costal con dosis energúmenas de no disimulado pentotal.

Trasmisión mundial, el alunizaje de los 60s le quedaba chico, la gente con los ojos como huevos fritos, todos cerrados de pico, ni comparar, otras épocas, la era de la computadora, la interactividad no sé para qué pero aquí nos tienen poniéndole letra a ésta amansadora, todos desocupados pero interactivos, esperando que ese rayo de maná nos iluminara el futuro, quizás así levantáramos de la silla el culo, el empleo reinaría nuevamente, la construcción sería feroz, nuevas industrias y no de dementes, puestos fijos laborales que provisoriamente, seguramente, requerirían de millones de brazos que del mouse abandonase el regazo.

Steven en una nueva movida, atendiendo al Jobs (puestos de trabajos se traduce, es divertido traducir los apellidos sajones, Esteban Puestos de Trabajos el Mac boy de los adobes, Jorge Arbusto (George Bush) el presidente guerrero de los desiertos que lucía tan adusto y nada justo, William Puertas (Bill Gates) el Bill que las tenía todas abiertas, Donald Trompeta (D. Trump) el que con su dorado brillo de cuadrada jeta, se anunciaba como heraldo del hormigón de la orquesta celestial de la sinfónica riqueza del colchón), decía, Jobs, había instalado un campamento en medio del Sahara, con treinta millones de chinos a los que agua no les faltara, a los que les había adelantado sueldos con acciones por la adquisición de lotes divididos en justas porciones, cinco metros cuadrados por familia, ya se sabe de esa gente del lejano oriente, no gusta de espacios fervientes que por el grandor sientan algún amor, y el bueno de Steve las fobias les quería ahorrar, que las pastillas ansiolíticas para el no suicidar, más caras que los cien dólares mensuales que los librarían de su patria de origen de los consabidos males que los tenían en desgracia, ausentes de la bien amada democracia que los Steve practican con la lengua aunque fuera de casa la cosa vaya en mengua, con ese dinero comenzaban los contratos, gastarlos en el desierto no podían así que supuso que con ello todos contentos estarían.

Martes trece era, martes de abrir el ojo de la nave, ¡Qué todo el mundo rece!, que de a poco iría desplegando un conjunto de pantallas que al abrirse tomarían las radiaciones en sus mallas, y las concentrarían en el punto exacto donde la inmensa lupa ha por el rayo que a la tierra lo escupa, por supuesto suizo alemana, que ya sabemos que no fabrican palanganas, tomaría el concentrado para reconcentrado proyectarlo, ¡disparo galáctico desde el centro de nuestro sistema planetario nunca más errático su futuro asegurara, ahora sí que a nuestro destino nadie lo para!.

Ordoñez en la sala de comando de la NASA, comiendo una tras otra las bananas a las que era adicto de niño en masa, que según él le proveían del potasio que lo hacían tan inteligente y no un pedestre batracio, las que ahora se hacía traer de una plantación Premium de la Malasia, las Golden Toboggan, ¡súper energía te dan!, una creación acanalada de Monsanto que tenía un braguero fibroso que de un tirón descubría tremenda dulzura del propicio gozo, lo último en híbridos, inmejorables, quinientos dólares palpables cada una, y el animal del Bisagra se comía una cada diez minutos sin que le hiciera mal, que los médicos no sabían cómo las aguantaba de modo tan sofisticado que no lo tuviese todo el día en el baño sentado, descularlo me da pereza, digamos que son secretos de la naturaleza.

Bisagra Ordoñez era un grave obseso que no dejaba pasar detalle, que de tantas bananas inteligente, magro y no obeso, revisaba y revisaba, acostumbrado a repasar para pulir y mejorar aquello que observaba, reemplazar, meditar, cambiar repensando, como un buen inventor acostumbra en su mando, prueba tras prueba, guardado en su mente como en una cueva, que él presidía idea y de técnicos el cuerpo estupendo, que habían montado mecanismo tan tremendo en la nave espacial, había pasado meses adentro de ella como discípulos de Baal, supervisando hasta el más ínfimo tornillo, la más pequeña tuerca, así de dedicado eran en su ovillo, por más que su aspecto no fuera el de un hombre prolijo, de aseo diario, el rostro generalmente sin corrijo, con pelos de una semana que parecían dental cepillo, pues tenía los pelos gruesos bicolores donde más de una banana se le había quedado trabada cual chorro de pomo y sin amores, no de sucio le pasaba, simplemente de concentrado que estaba, que a eso nadie le espanta, ya se sabe que a los genios todo se le aguanta.

Las cámaras de la nave eran fabulosas, ubicadas por todas partes, ¡brillantes, hermosas!, no había detalle que no se pudiera ver, ni impedimento científico que los fines de la expedición pudiera desmerecer, no había juego mundial que acaparado hubiera, en toda la historia humana tanta audiencia le compitiera, todos los países decretaron feriado, imposible trabajar o estar abocado a cualquier otro recado, o perder evento de tal magnitud que inauguraría nueva era del hombre en solicitud, el rayo sería proveedor de energía también, calentando turbinas en tren que por vapor movidas generarían según se calculaba fortunas, en diez centrales eléctricas que un consorcio mundial ya había construido entre las dunas, la potencia suficiente para abastecer al mundo entero de limpia energía, por lo que se calculaba cerrar todos los proyectos y centrales de la atómica impía, no más inquietud ecologista, que saludaban el nuevo invento con los lobistas, ¡la panacea!, curar tanto desaguisado que desde el industrialismo malhadado, y antes, el ser humano propinó con codicias en guerra a su despreciada madre tierra.

Grupos de científicos de todas las universidades del mundo, en un esfuerzo fecundo, habían ingeniado sutiles aplicaciones del poderoso rayo, una vez generado el círculo virtuoso, soñaban con sembrar en la nueva jungla: papagayos, ¡alegrías del rumor y el color, qué gozo!, ya restaurado el desierto en aquello que en la antigüedad fuera una selva, cuando unido al Brasil, el Amazonas y el Sahara eran uno, las lluvias de consuno generadas de la evaporación de los ríos restaurados, los lagos repartidos por todas partes llenos de pescados, miles y miles de kilómetros de agua dulce, verde, sanación terráquea, todo se gana, nada se pierde, calculaban más de cien mil aplicaciones en inusitadas variaciones colaterales, al reenfoque que con el estoque de la luz, las riquezas desperdigaran, sin dudas: el futuro brillaba, el ser en mus, como el rayo prometía alumbrar un camino nuevo en el porvenir humano, ¡por fin todos unidos como hermanos!.

Maravilla ver uno a uno los paneles que prometían la canilla por donde saldrían tantas mieles, aquietaban las bananas de los nervios del Bisagra los decibeles, las velas se desplegaban de perilla, prometiendo encender los caireles.

Como una flor de loto que saluda el mañana, la perfección de la técnica relumbraba, ¡cuánto acierto!, en todo el mundo, todos despiertos, aunque dicen que en las arenas dormidos estaban los bereberes, que sin amar lo que imaginaban como nuevos quehaceres, dormían entre pesadillas que en el Sahara les navegaban puertos, camellos que nadaban entre parcas, ellos enfundados en salvavidas donde se arremolinaban las barcas que prolijas se enredaban en palmeras con formas de algas, inquietos en sus carpas se revolvían, el fin de un mundo de ricos silencios presentían sin poder hacer nada, ¿por qué Alá los abandonaba?

Continuará…


Ricardo Marcenaro














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