Pensamiento: ¿Qué pasaría si todos los seres humanos del mundo se dispusieran haciéndolo a darle un gusto a todos aquellos que le daría el gusto? - Ricardo Marcenaro artículo
Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in Pensamiento: ¿Qué pasaría si todos los seres humanos del mundo se dispusieran haciéndolo a darle un gusto a todos aquellos que le daría el gusto? - Ricardo Marcenaro artículo | Posted on 14:42
He estado pensando acerca de un asunto hace un par de días y quiero compartirlo con aquellos a los que estas letras les lleguen, en esta suerte de llevar cartas escritas por acciones, al aire, que floten, que vuelen, que se encuentren con su suerte…
Les voy a hacer una pregunta, ayer se la hice a una persona que estuvo conmigo: ¿a cuántas personas conocen que saben que una acción provocada por ustedes les complace un gusto?, de otra manera, ¿de cuántas personas conocen algo que saben que les gusta, que si les diesen ese gusto se pondría felices?, piensen en un número, no sean banales, tómense un tiempo, revisen en la mente entre tantas personas que conozcan y hayan conocido saben lo que aquí les pregunto.
¿Están pensando?, sé que el impulso es seguir leyendo, pero si se tomasen ese tiempo…, de suspender de leer, entrar a través de las capas de sus recuerdos…, de su almacén de vidas, de su pozo donde el balde de la memoria visitado por el acaso, traen de lo oscuro…, un nombre, una situación…, …y el balde que baja…, …una y otra vez, …pescando…
A mi amiga que demoraba en contestarme y quería iniciar argumentaciones pues no me daba la respuesta que yo le requería, número sin evasivas de series de la palabra que no me digan número, ¿ya tienen su número?, ¿cuántas son a esas personas que saben que si les dan o hacen algo les cumplen un gusto, les hacen sentir satisfacción?, ¿qué número de personas?..., difícil ¿no?..., imposible, se los digo ya.
Cuando me puse a pensar esto profundamente me di cuenta que ese número es imprecisable, siempre habrá una turbia frontera, si usásemos un anotador, en el primer momento saldría un buen listado, manteniendo el esfuerzo como un propósito de días y meses, un lento goteo traería series de personas que caen como tabletas de dominó a este bolsillo del conteo mental, como llegarían también, fantasmales, hechos únicos con personas únicas que no traen serie, pero que están ahí, de alguna manera han estado en nuestra vida, sabemos aquello que les gusta, sabemos que haciéndoles un gusto: los agradaríamos.
Ahora que ya establecimos esto que no se puede establecer según fuera formulado, y que por eso, establecido está, demos vuelta de codo, descansemos este prólogo, pongamos otro elemento.
Estamos todo el día dedicados, de alguna manera y de muchas a nosotros mismos, nuestra persona pareciera que es la que más nos ocupa, despertar, asearse, vestirse, proveerse alimento, estar con otros con diversos fines personales, escuchar-hablar, hablar-escuchar, escucharnos…, repensar…, detectar…, significar…, todas necesidades personales, claro que muchas destinadas a nuestra relación con el medio, las cosas que nos rodean y no, las personas que nos rodean y no, pero en todas ellas hay una cadena de intereses que hacen a lo personal.
Volvamos entonces a la propuesta que les hice con mi pregunta que no tiene respuesta precisa, pero aquí les voy a dar una precisión, la cual no es para nada pequeña aunque parezca y lo sea, obvia,: El número de personas excede el número de su persona, o sea, son mucho más que usted solo, que ese uno que es usted. No importa si dos, cinco, treinta, cien, o más son los más que su uno usted.
Esto quiere decir algo, que nosotros tenemos la posibilidad mediante una acción, o una combinación de acciones, de alcanzar a muchos otros, o sea: del número uno que somos cada uno, la probabilidad se hace igual a infinito (por multiplicación de ley y de acción), y explicaré por qué.
Es muy simple, un gusto que le das a otro, o sea, una acción o combinación de acciones, genera necesaria e imprescindiblemente un conjunto de reacciones que no solamente actuarán sobre el yo, sino que se extenderán a otros por influencia, en una figura japonesa, china o de los antiguos, te diría: La piedra que arrojas al estanque abre ondas.
Efectivamente tú no sabes si esa persona a la que agradaste, sorpresiva o no sorpresivamente, espontánea o de forma calculada, por acción de este agrado, por ejemplo, teniendo que definir darle trabajo a alguien, estando feliz ve positivamente datos que había apuntado en su cerebro, que le parecían borrosos, indefinibles…, ilumina las sensaciones y decide aprobar el ingreso de esa persona, empáticamente, a la que hará feliz, pues si alguien pide trabajo es que lo necesita y si esa necesidad logra calmar ansiedades…, todo lógico y continuo.
Así en esa mecánica, podríamos inventar cientos de situaciones humanas, y no está sola, pues son infinitas las que puedan darse donde la felicidad de alguien contagie al otro.
Recuerden alguna situación que le habrá pasado, estar con gente, una persona bosteza y otra se lo contagia, tiene un repentino deseo de bostezar, se ha comprobado en humanos y monos científicamente, actuamos por contagio.
Si ponen fantasía, o recuerdo, imaginarán oportunidades en que la felicidad influye otra situaciones ajenas al origen de esa felicidad, pues si están imaginando, más fácil se construye aquello que aquí digo, que es el lugar al que juntos vamos, que eso es escribir haciendo nexos.
De eso se trata, de nexos, de cadenas atómicas de nexos, de cadenas de ADN que hacen nexo, de cadenas de mecánicas que se anexan, de cadenas de proporciones que se excitan mutuamente anexadas, de acción reacción contagio.
Y ahora, con un golpe de pregunta volvamos AL PRINCIPIO:
¿De cuántas personas conocen algo que saben les gusta, que si le diesen ese gusto se pondrían felices?
Hago una pregunta más:
¿Qué pasaría si todos los seres humanos del mundo se dispusieran haciéndolo a darle un gusto a todos aquellos que le daría el gusto?
Nuestro principio puede ser entonces: Hazle y dales a los demás lo que a ti te gustaría que te hagan o aquello que sepas que al otro le causaría gusto.
Claro y necesario aclarar, darle el gusto a otro nunca significará un disgusto que menoscabe a la condición del hombre y sus derechos de ser respetado.
En rigor, mejor analizado, una acción en cadena del agrado, es poner a funcionar una ola de respeto, la que trasmitida, facilita a través de gestos concretos, una disposición favorable para la alegría.
¿Han visto gente alegre, agradados entre sí, tomarse las patadas?, ¿no es ésta una forma simple de sembrar paz?
Ya sé, ahí estarán los que digan, “…su mundo de rosa”, “imposible”, “idealismo barato”, “no porque…”, pero…, bla bla, cui cui, blim blim, y toda la línea de tirarlo para abajo y los santos y devotos periódicos, la súper TV lastrando sus coágulos, eructando festones, shows para la familia hipnosis que dialoga en los buen día chau buenas noches…
Un acto de fe convocado por la inocencia, aquella que olvida, sabe ignorar sin lastimar: Extendernos por los dones, generar reacciones, avanzar curando.
Porque yo no sé qué ojo le echan ustedes a nosotros humanos en este mundo, yo veo cosas, a veces me da la impresión que caminamos en un mundo herido, tengo esa certeza, todos la tenemos, hacemos lo que podemos cada uno, solo digo que con pequeños gestos coordinados y seriados, qué ola de cambios fenomenales se podría producir en nuestra existencia, pues en la alegría de dar, por las espaldas también nos llegaría como nos llega: la vida.
Ricardo Marcenaro
Les voy a hacer una pregunta, ayer se la hice a una persona que estuvo conmigo: ¿a cuántas personas conocen que saben que una acción provocada por ustedes les complace un gusto?, de otra manera, ¿de cuántas personas conocen algo que saben que les gusta, que si les diesen ese gusto se pondría felices?, piensen en un número, no sean banales, tómense un tiempo, revisen en la mente entre tantas personas que conozcan y hayan conocido saben lo que aquí les pregunto.
¿Están pensando?, sé que el impulso es seguir leyendo, pero si se tomasen ese tiempo…, de suspender de leer, entrar a través de las capas de sus recuerdos…, de su almacén de vidas, de su pozo donde el balde de la memoria visitado por el acaso, traen de lo oscuro…, un nombre, una situación…, …y el balde que baja…, …una y otra vez, …pescando…
A mi amiga que demoraba en contestarme y quería iniciar argumentaciones pues no me daba la respuesta que yo le requería, número sin evasivas de series de la palabra que no me digan número, ¿ya tienen su número?, ¿cuántas son a esas personas que saben que si les dan o hacen algo les cumplen un gusto, les hacen sentir satisfacción?, ¿qué número de personas?..., difícil ¿no?..., imposible, se los digo ya.
Cuando me puse a pensar esto profundamente me di cuenta que ese número es imprecisable, siempre habrá una turbia frontera, si usásemos un anotador, en el primer momento saldría un buen listado, manteniendo el esfuerzo como un propósito de días y meses, un lento goteo traería series de personas que caen como tabletas de dominó a este bolsillo del conteo mental, como llegarían también, fantasmales, hechos únicos con personas únicas que no traen serie, pero que están ahí, de alguna manera han estado en nuestra vida, sabemos aquello que les gusta, sabemos que haciéndoles un gusto: los agradaríamos.
Ahora que ya establecimos esto que no se puede establecer según fuera formulado, y que por eso, establecido está, demos vuelta de codo, descansemos este prólogo, pongamos otro elemento.
Estamos todo el día dedicados, de alguna manera y de muchas a nosotros mismos, nuestra persona pareciera que es la que más nos ocupa, despertar, asearse, vestirse, proveerse alimento, estar con otros con diversos fines personales, escuchar-hablar, hablar-escuchar, escucharnos…, repensar…, detectar…, significar…, todas necesidades personales, claro que muchas destinadas a nuestra relación con el medio, las cosas que nos rodean y no, las personas que nos rodean y no, pero en todas ellas hay una cadena de intereses que hacen a lo personal.
Volvamos entonces a la propuesta que les hice con mi pregunta que no tiene respuesta precisa, pero aquí les voy a dar una precisión, la cual no es para nada pequeña aunque parezca y lo sea, obvia,: El número de personas excede el número de su persona, o sea, son mucho más que usted solo, que ese uno que es usted. No importa si dos, cinco, treinta, cien, o más son los más que su uno usted.
Esto quiere decir algo, que nosotros tenemos la posibilidad mediante una acción, o una combinación de acciones, de alcanzar a muchos otros, o sea: del número uno que somos cada uno, la probabilidad se hace igual a infinito (por multiplicación de ley y de acción), y explicaré por qué.
Es muy simple, un gusto que le das a otro, o sea, una acción o combinación de acciones, genera necesaria e imprescindiblemente un conjunto de reacciones que no solamente actuarán sobre el yo, sino que se extenderán a otros por influencia, en una figura japonesa, china o de los antiguos, te diría: La piedra que arrojas al estanque abre ondas.
Efectivamente tú no sabes si esa persona a la que agradaste, sorpresiva o no sorpresivamente, espontánea o de forma calculada, por acción de este agrado, por ejemplo, teniendo que definir darle trabajo a alguien, estando feliz ve positivamente datos que había apuntado en su cerebro, que le parecían borrosos, indefinibles…, ilumina las sensaciones y decide aprobar el ingreso de esa persona, empáticamente, a la que hará feliz, pues si alguien pide trabajo es que lo necesita y si esa necesidad logra calmar ansiedades…, todo lógico y continuo.
Así en esa mecánica, podríamos inventar cientos de situaciones humanas, y no está sola, pues son infinitas las que puedan darse donde la felicidad de alguien contagie al otro.
Recuerden alguna situación que le habrá pasado, estar con gente, una persona bosteza y otra se lo contagia, tiene un repentino deseo de bostezar, se ha comprobado en humanos y monos científicamente, actuamos por contagio.
Si ponen fantasía, o recuerdo, imaginarán oportunidades en que la felicidad influye otra situaciones ajenas al origen de esa felicidad, pues si están imaginando, más fácil se construye aquello que aquí digo, que es el lugar al que juntos vamos, que eso es escribir haciendo nexos.
De eso se trata, de nexos, de cadenas atómicas de nexos, de cadenas de ADN que hacen nexo, de cadenas de mecánicas que se anexan, de cadenas de proporciones que se excitan mutuamente anexadas, de acción reacción contagio.
Y ahora, con un golpe de pregunta volvamos AL PRINCIPIO:
¿De cuántas personas conocen algo que saben les gusta, que si le diesen ese gusto se pondrían felices?
Hago una pregunta más:
¿Qué pasaría si todos los seres humanos del mundo se dispusieran haciéndolo a darle un gusto a todos aquellos que le daría el gusto?
Nuestro principio puede ser entonces: Hazle y dales a los demás lo que a ti te gustaría que te hagan o aquello que sepas que al otro le causaría gusto.
Claro y necesario aclarar, darle el gusto a otro nunca significará un disgusto que menoscabe a la condición del hombre y sus derechos de ser respetado.
En rigor, mejor analizado, una acción en cadena del agrado, es poner a funcionar una ola de respeto, la que trasmitida, facilita a través de gestos concretos, una disposición favorable para la alegría.
¿Han visto gente alegre, agradados entre sí, tomarse las patadas?, ¿no es ésta una forma simple de sembrar paz?
Ya sé, ahí estarán los que digan, “…su mundo de rosa”, “imposible”, “idealismo barato”, “no porque…”, pero…, bla bla, cui cui, blim blim, y toda la línea de tirarlo para abajo y los santos y devotos periódicos, la súper TV lastrando sus coágulos, eructando festones, shows para la familia hipnosis que dialoga en los buen día chau buenas noches…
Un acto de fe convocado por la inocencia, aquella que olvida, sabe ignorar sin lastimar: Extendernos por los dones, generar reacciones, avanzar curando.
Porque yo no sé qué ojo le echan ustedes a nosotros humanos en este mundo, yo veo cosas, a veces me da la impresión que caminamos en un mundo herido, tengo esa certeza, todos la tenemos, hacemos lo que podemos cada uno, solo digo que con pequeños gestos coordinados y seriados, qué ola de cambios fenomenales se podría producir en nuestra existencia, pues en la alegría de dar, por las espaldas también nos llegaría como nos llega: la vida.
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