Cachi - Salta province - Argentina: Ricardo Marcenaro bitácora - El lechón que habla
Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in Cachi - Salta province - Argentina: Ricardo Marcenaro bitácora - El lechón que habla | Posted on 17:34
Casa colonial del pueblo de Cachi, una de las mas antiguas.
Calle de Cachi con las mesas de los bares en la vereda
Como me gusta tener mi mesa, que en general es la que para mí es la mejor de un lugar, cuando ya soy habitué de un lugar, que en general me miman con cosas pequeñas, pero son las cosas pequeñas que hacen el mundo grande, el mundo que uno se hace, de amores, comodidades, seguridades.
Al llegar temprano, de inmediato pedía mi media docena de empanadas de aperitivo, la empanada salteña es más pequeña que la de Buenos Aires, lo que no quiere decir que pueda con una docena y luego a comer de verdad, un buen plato de locro, por ejemplo, los escultores consumimos mucha energía porque producimos mucha energía, es muy simple.
Enseguida buscaba el control remoto en la barra o me la traía Juan Liendro o quien me atendiera, para un hombre, el control remoto es como operar desde una llave los hilos de la vida, hoy que tengo guardada mi TV en su caja original, recuerdo esa obsesión con una sonrisa, ni el mundial voy a ver.
Era importante tener el control remoto, el gusto de la gente del lugar, de los parroquianos, generalmente era o futbol o películas de acción mil veces vistas y malas, Schwarzenegger era un lujo, imaginen.
A mí me gustaba ver programas instructivos, era TV de cable, varios canales, Discovery, History Channel, era lo que en general ponía, era mi forma de hacer docencia, alguno me miraba con ganas de quedarse con mi trofeo, ganado por madrugador, pero nadie se me animaba, así que mientras estuviera ahí, yo mandaba.
Al llegar temprano, de inmediato pedía mi media docena de empanadas de aperitivo, la empanada salteña es más pequeña que la de Buenos Aires, lo que no quiere decir que pueda con una docena y luego a comer de verdad, un buen plato de locro, por ejemplo, los escultores consumimos mucha energía porque producimos mucha energía, es muy simple.
Enseguida buscaba el control remoto en la barra o me la traía Juan Liendro o quien me atendiera, para un hombre, el control remoto es como operar desde una llave los hilos de la vida, hoy que tengo guardada mi TV en su caja original, recuerdo esa obsesión con una sonrisa, ni el mundial voy a ver.
Era importante tener el control remoto, el gusto de la gente del lugar, de los parroquianos, generalmente era o futbol o películas de acción mil veces vistas y malas, Schwarzenegger era un lujo, imaginen.
A mí me gustaba ver programas instructivos, era TV de cable, varios canales, Discovery, History Channel, era lo que en general ponía, era mi forma de hacer docencia, alguno me miraba con ganas de quedarse con mi trofeo, ganado por madrugador, pero nadie se me animaba, así que mientras estuviera ahí, yo mandaba.
Vista de Cachi desde la vereda del boliche de Juan y Lidia Liendro
Pero los domingos era diferente la cosa, venía más gente, los muchachos tomaban, a veces se entonaban, y desinhibidos se ponían más atrevidos, nunca siendo irrespetuosos, a mi me respetaban, pero empezaban a pedir que cambie de canal, eso era excepcionalmente, eran pibes de campo, no tenían TV en la casa, su salida del domingo al mediodía era ir a comer a lo de Liendro, el lujo para ellos, una hamburguesa completa, con huevos fritos y todo, lomito presentado de forma idéntica, desbordando del pan, pizza que compartían con sus amigos.
Pensar que uno va ahí deseando comer lo que ellos no ven como un lujo…, será que el lujo es una representación de lo que no se acostumbra, ese tipo de comidas para ellos es como masticar ciudades, cosa que en un pueblo de cuatro mil personas, hace falta, por salir de la monotonía, los duros trabajos de campo, los encierros familiares.
Cuestión que un día, advertido por las propagandas que darían una película que me encantó, de esas que parecen para niños y son para todos, preparé la situación.
Ahí estaban todos los que podían entrar, inclusive los niños que asomaban al portal, esperando a ser grandes y poderse sentar un día, como nosotros, a ser grandes, compartir risas, comidas exquisitas, gobernar la imágenes.
Muchas veces sus cabecitas asomadas y curiosas se detenían en mí, en un valle de lampiños el barbudo es rey y yo para ellos era la extrañeza de un rayo de luz de un cielo desconocido y gracioso.
Pensar que uno va ahí deseando comer lo que ellos no ven como un lujo…, será que el lujo es una representación de lo que no se acostumbra, ese tipo de comidas para ellos es como masticar ciudades, cosa que en un pueblo de cuatro mil personas, hace falta, por salir de la monotonía, los duros trabajos de campo, los encierros familiares.
Cuestión que un día, advertido por las propagandas que darían una película que me encantó, de esas que parecen para niños y son para todos, preparé la situación.
Ahí estaban todos los que podían entrar, inclusive los niños que asomaban al portal, esperando a ser grandes y poderse sentar un día, como nosotros, a ser grandes, compartir risas, comidas exquisitas, gobernar la imágenes.
Muchas veces sus cabecitas asomadas y curiosas se detenían en mí, en un valle de lampiños el barbudo es rey y yo para ellos era la extrañeza de un rayo de luz de un cielo desconocido y gracioso.
Lidia Liendro, Juan Liendro y una señora que no conozco
De izquierda a derecha
Había una película de acción pero había advertido a los contertulios que a x hora había una película muy buena que quería ver, que a esa hora se acaba la que veíamos, que era uno de esos bodrios que basan su interés en el despliegue de efectos especiales que al son de bombas tiros explosiones, todo así seguido, no dicen nada.
Llegó la hora y cambié, “ufa gringo” alguno comentó pero el destino estaba sellado, no soy persona con la que quiera pelearse nadie, así que a ver la película y dejar las quejas para otro momento.
Ahí empezó la película, Babe anunciaba la presentación de los créditos y apenas vieron aparecer una lauchas que hablaban y un lechoncito que también hablaba, un murmullo general y desaprobatorio se alzó en el boliche, “gringo, dejate de embromar, ¿qué querés que veamos?, “dale, poné la otra que estaba buena” dijo uno, “dale gringo, sacá esta porquería, ya somos grandes pa’ estar viendo niñerías”, dijo otro mientras Juan (Liendro) me miraba con sus ojos pacíficos de buena gente con una expectativa de cierta angustia, preocupado que le ahuyentara la clientela y arruinara el domingo, que era el día que mejor se recaudaba.
Pero el gringo es cabeza dura y sabe lo que hace, así que nada, a verla no más.
De a poco se fueron tranquilizando y a los cinco minutos ya todo era silencio, a los diez ni las moscas se movían y a los quince la gringada: “bueno, está aburrida, tenían razón, la otra estaba más buena” y le cambié el canal, jajaja, “gringo, dejate de embromar, que ya la empezamos”, “dale gringo, no seas fastidioso”, jajaja los jajaja son míos que me estoy riendo con amor de recordarlo mientras lo escribo, ¡qué bella gente esos muchachos!
Claro que enseguida se las puse de nuevo y cuando terminó, hasta la cocinera había salido de sus tareas para mirarla, y un abrazo invisible y lleno de humanidad nos juntaba iguales todos en todos, una sola alma, una alegría del espíritu ante la belleza de sentimientos que la película expresaba, flotaba en nuestras sonrisas de satisfacción que con el “the end” clausuró una de las bellas cosas vividas en Cachi, con mi amada gente, de mi amado pueblo, de mi amado país, de mi amada tierra, de mi amado globo terráqueo.
Y por supuesto, entregué el control remoto, había que premiarlos, que por gringo, nunca malo.
RM
Llegó la hora y cambié, “ufa gringo” alguno comentó pero el destino estaba sellado, no soy persona con la que quiera pelearse nadie, así que a ver la película y dejar las quejas para otro momento.
Ahí empezó la película, Babe anunciaba la presentación de los créditos y apenas vieron aparecer una lauchas que hablaban y un lechoncito que también hablaba, un murmullo general y desaprobatorio se alzó en el boliche, “gringo, dejate de embromar, ¿qué querés que veamos?, “dale, poné la otra que estaba buena” dijo uno, “dale gringo, sacá esta porquería, ya somos grandes pa’ estar viendo niñerías”, dijo otro mientras Juan (Liendro) me miraba con sus ojos pacíficos de buena gente con una expectativa de cierta angustia, preocupado que le ahuyentara la clientela y arruinara el domingo, que era el día que mejor se recaudaba.
Pero el gringo es cabeza dura y sabe lo que hace, así que nada, a verla no más.
De a poco se fueron tranquilizando y a los cinco minutos ya todo era silencio, a los diez ni las moscas se movían y a los quince la gringada: “bueno, está aburrida, tenían razón, la otra estaba más buena” y le cambié el canal, jajaja, “gringo, dejate de embromar, que ya la empezamos”, “dale gringo, no seas fastidioso”, jajaja los jajaja son míos que me estoy riendo con amor de recordarlo mientras lo escribo, ¡qué bella gente esos muchachos!
Claro que enseguida se las puse de nuevo y cuando terminó, hasta la cocinera había salido de sus tareas para mirarla, y un abrazo invisible y lleno de humanidad nos juntaba iguales todos en todos, una sola alma, una alegría del espíritu ante la belleza de sentimientos que la película expresaba, flotaba en nuestras sonrisas de satisfacción que con el “the end” clausuró una de las bellas cosas vividas en Cachi, con mi amada gente, de mi amado pueblo, de mi amado país, de mi amada tierra, de mi amado globo terráqueo.
Y por supuesto, entregué el control remoto, había que premiarlos, que por gringo, nunca malo.
RM
Vista del pueblo de Cachi, provincia de Salta, Argentina, desde la galería del cementerio.
Gente de campo trabajando en los surcos, Cachi Adentro, Cachi, provincia de Salta, Argentina.
Ricardo Marcenaro
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che muy lindo todo pero en que año se fundaron esas casas?