Argentina: Gauchos - Jineteada - A form of brutal sport - Una forma de deporte brutal - Ricardo Marcenaro artículo

Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in | Posted on 22:18














Hace poco hice una exposición breve acerca de la Fiesta de San Fermín, en Pamplona, España.

En ella hablaba de las tradiciones brutales del ser humano, me parece justo hacer inmediatamente el mismo tipo de exposición sobre un deporte, si es que así se lo puede llamar, más bien diría una competición, una exhibición, que se hace en Argentina, en Uruguay, en el Sur de Brasil, alguna zona del Paraguay y Chile.

Sé que esto puede molestar al gauchaje, a quienes tengo de lectores, a la gente de campo, quienes también me visitan, a quienes en las ciudades y sin ser del campo gozan con este deporte vinculado con el amor a la tierra, en el caso de mi país, a la argentinidad, en el de otros, al espíritu de la zona en que se vive.














Para quienes no me conozcan y crean que soy una persona delicada de ciudad que conoce la carne porque la compra en un supermercado, que nunca ha tenido que matar un animal, cuerearlo, cocinarlo, que nunca ha tenido que hacer una tarea ruda o jornadas duras en la naturaleza, se equivocan, y en grande, he hecho eso y mucho más, no soy un nene de mamá, amo el campo y al gauchaje sintiéndome yo, a pesar de haber nacido en la ciudad, de corazón y sentir gaucho.

Para quienes no saben qué es ser gaucho y sin irme por las ramas trataré de hacer brevísima mención, para que se entienda, el por qué de estas fiestas habituales y comunes en las tierras que he mencionado.

El gaucho en la Argentina y creo que en todas partes, se origina, hablando de mi país, de la mixtura de los primeros descendientes de españoles con autóctonos.














En esas primeras épocas, previas a la independencia, no habían alambrados, el alambre de púas empezó a cercar la vida del gaucho, pues este es sinónimo absoluto de libertad, el gaucho era un viajero de las pampas que iba sin rumbo, a donde le placiera, en esas épocas, en nuestras pampas, los ganados salvajes eran la norma, se fueron reproduciendo solos, de animales abandonados de los primeros intentos de colonización, el gaucho no era un acopiador de ganado, no tenía interés en ello, simplemente tomaba de la tierra los animales que le hacían falta, los mataba en el lugar si era para comer, lo domaba a su manera, que en general no era la que practicaban los indígenas y que si lo fue en un principio, doma racional se le llama hoy al buen trato que los señores de la tierra, los antiguos, los originarios, practicaban para amansar a los animales y poder utilizarlos para su beneficio.

Radical diferencia entonces, entre una cultura que siendo despreciada como fueron los originarios por los conquistadores y la inmigración, salvo honrosas excepciones, como los galeses en la zona de Esquel, quienes convivieron, intercambiaron y comerciaron en paz y con respeto con los originarios de aquellas zonas del sur de mi país, y los occidentales, quienes siempre fueron más brutales, tampoco, hay que decirlo, eran esos tiempos, donde nada había, tiempos para débiles o blandos, había que ser duro para sobrevivir.

El gaucho no fue un agricultor, aunque ahora los haya, el gaucho era hombre de a caballo, de caminos sin fronteras, de trabajar ganados cuando los campos lo fueron cercando.














Sin duda la jineteada surgió como una diversión que entre gente fuerte demostrara audacia y pericia frente a caballos mancarrones, resistentes a la doma, que no se dejaban montar, seguramente nace del aburrimiento de las pampas, cuando sin nada que hacer, medir fuerzas era una forma de reír, comprobar respetos por la destreza del jinete de sortear peligros y lograr que el caballo cesara en su conducta salvaje.

No he jineteado caballos, si he montado caballos muy ariscos que se alzan en dos patas, corcovean y tratan de sacárselo a uno de encima, sí monté novillos, como una diversión de mi primera juventud, algún alambrado y tranquera me han recibido, no justamente en la posición más airosa, para alegría del paisanaje que tenía para reírse un rato hasta que uno aprendía el momento justo de salir del lomo, parado, elegante, ahí comienzan a respetarlo a uno, aunque el solo hecho de tener el valor de subirse, ya merece alguna consideración, son formas, costumbres…, es muy bella la emoción ante el peligro que mueve la adrenalina y obliga a ser todo instinto, pensar muy rápido, lo que quiero decir es que entiendo claramente en qué consiste la gracia que impulsa a los jinetes a este deporte.

Durante años miré jineteadas, me encantaban, las veía como una expresión de fortaleza, del ser hombre, del ser audaz, de gozar la belleza de caballo y jinete que se debaten en posiciones que imprimen en la retina retratos de arte, pero un día terminé de comprender que es un arte cruel, una tradición que hoy ya no tiene sentido, real asidero, más que la persistencia en una forma de barbarismo.














Espero por consiguiente, que un día acabe esta tortura que se les da a estos animales, lucen sus cueros marcados de los golpes y el castigo, no es perder gauchismo educarse en otras lides que no sean referidas al maltrato animal.

Contaré una anécdota que creo que ilustra, un día voy a un mayorista de cueros, tenía encargo de decorar una financiera e íbamos a hacer unos sillones forrados en cueros vacunos, estaba hablando con el dueño mientras caminábamos y revisaba las pilas que habían en el depósito, de repente me encuentro con un empleado que con un pequeño pincel ponía pegamento de contacto entre los pelos de los cueros, a continuación tomaba pelos del color del cuero, los pegaba, me extrañó y pregunté.

Ahí me contó que la gran mayoría de los cueros vacunos argentinos, hablo que esto sucedía hace unos 20 años atrás, no sé si cambió, no creo, venían heridos, con pelazones fruto de los golpes y el maltrato habitual que se le da a los animales en el campo, no me extrañó, he presenciado muchas veces como se les pega salvajemente, con palos, clavándoles puntazos, cuando se los puede llevar sin esta mala costumbre que marca falta de educación notoria, brutalidad innecesaria.




El gaucho tiene una historia demasiado maravillosa para que este tipo de mancha lo oscurezca poniéndole en una bisagra que le da razones a quienes los acusan de cercanos a la barbarie, para ser gaucho muchas ciencias hay que saber que el citadino no sabe, mejor acentuar eso que lo otro.

Como la fiesta de San Fermín, la jineteada no es aquello que pinta las mejores virtudes del pueblo de donde éstas prácticas provienen, evidente es, estudiando la historia, que formas masivas que en el pasado eran una forma de espectáculo salvaje, brutal, desde las ejecuciones públicas a los coliseos con seres humanos y animales muriendo por divertir, lentamente se han retirado del acervo cultural de los pueblos mediante leyes que suprimieron este tipo de prácticas, e mi país hace muchos años que se prohibieron las riñas de gallos, clandestinamente aún se realizan, como las de perros, pero en círculos muy cerrados y con el constante peligro de ser denunciadas ante el abierto repudio popular que ya no las tolera.

El año pasado murió en la Fiesta de Jesús María, un jinete suplente, que ante la lesión de otro, emprendió la monta con resultado desastroso, espero que eso coopere a inspirar a nuestro gobernantes a prohibir esta forma de maltrato, que por otro lado tenemos leyes que defienden a los animales y no se practican, problema de nuestro país, cuyas leyes son muy buenas y encuentran dificultad en la práctica, lo que expresa nuestros problemas de educación individual y social.

Escribo esto con amor a mis gauchos, a los gauchos de América, en el respeto de respetarme lo que entiendo y siento, que si así no lo hiciera, me sentiría una rata, mis saludos a ellos.

Ricardo Marcenaro




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