España: Los Toros de San Fermin - Ricardo Marcenaro artículo - San Fermin photos

Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in | Posted on 16:01











Saqué el televisor de mi caja, lo reconecté, no para ver el mundial de fútbol que he ignorado totalmente, solo ayer vi Uruguay Alemania por Internet.

Veo el canal de TV España y la RAI, con el primero veo la situación en ese país, con el otro acostumbro mi oído al italiano para comprender las construcciones del idioma, quiero poder expresarme bien en italiano.

Están pasando en vivo la fiesta de san Fermín, el encierro con los mozos corriendo entre toros espantados.

Veo caer los toros, doblarse las manos, por patinar en el piso de adoquines para los que sus pezuñas no han sido diseñadas, imagino dentro de ellos la convulsión, venir de la paz del campo a soportar la diversión bestial a la que son forzados, diversión de la que no quisieran ser parte, evidentemente.

Veo el enfoque de la televisora, los comentarios, los replay, las cámaras lentas tomando los mejores impactos, como si un bowling monumental de la cretinada estuviera a festejo de las características más bajas del ser humano.

Hoy miraba unos videos en el Youtube donde un aborigen Hopi hablaba de cómo las civilizaciones originales americanas consideraban, como lo siguen haciendo, sagrado, dotado de espíritu, a todo aquello que existe.

Por eso fueron custodios de la tierra hasta que llegaron a descubrir América que no tenía nombre, a fuego y muerte, aquellos que tienen nombre: Europa, la civilizada, con una espada en la mano y una biblia en la otra.

No extraña saber que de sesenta millones de nativos, solo ochocientos mil quedan, grande fue la matanza, veo ese espíritu bárbaro vivo corriendo por las calles de Pamplona, todo festejo.

La TV nos muestra la enfermería, pulcra, perfecta, dispuesta antes de la “¿competencia?”, habla con el médico que nos anoticia de la nada mientras la nada corre masticando minutos y escupiéndonoslo a la cara, con nadas que prometen la incertidumbre de los contusos que podrían ser heridos, o de suerte de la mala suerte, finados.

Y nos habla en un reportaje de entre equipos que transmiten, aquél que lo relatará por radio para saber cómo lo hace, qué particularidades, aquello que en décimas de segundos llevará a los sordos a percibir esta monumental sordera humana a la evolución, atrapada en tradiciones que debieran ser dejadas de lado, en nombre de la civilización.

Debo confesar algo no civilizado, cuando he visto alguna corrida en que el toro toma al torero, sin festejarlo, más de una vez me he alegrado diciendo que se joda, por una vez gana el toro, en esa condena a muerte por espectáculo que tiene.

Picasso


Lo sé, los humanos hemos organizado para alimentarnos una inmensa cadena de muerte que en mataderos de todo el mundo, dispone de la vida de millones de animales por día, de todo tipo, para que un consumo fuera de calibre siga descalabrando las balanzas del reparto, donde la justicia, por otras vías, también, es vilipendiada.

Realidad carnicera de esta carnicería redonda que gira sobre un eje marea continentes, donde no aprender, pareciera ser ley rectora, pan brutal para el pueblo, coliseo en desfiladero a cielo abierto y televisado, con santos inmóviles y cristianos agitados.

Comparar los Cristos españoles con los franceses, italianos, alemanes, ingleses…, evidente es, que los primeros ganan en sangre, encarnizados en el chorreo, la profusión de gotas de intenso color coagulo, los rostros exhaustos de sufrimiento extásico, grandes espinas abrazando las cabezas torturadas, huellas de latigazos descendiendo al fiel para que las oraciones de misericordia se multipliquen en una piedad tardía, sin ejercicio práctico.
Luisa Roldán -"La Roldana" Cristo de la Caridad (Hospital de la Santa Caridad) de Sevilla

Los toreros con la virgen, San Fermín encastrado en una pared recibiendo los cantos de la infantería de corredores que se consagran a por ellos, los toros de la emoción, mientras España se cocina con una ola de calor que pareciera querer castigarla, como extendida por Europa, aprieta las gargantas buscando ancianos que pasar a despacho, sin extremaunción.

Y va la procesión del micrófono teniéndonos la vela…, cada cual en la grada solitaria de su coliseo particular donde las fieras mastican los barrotes que llenan nuestro tiempo.

Dentro de unos días, la TV vuelve a la caja.



RM









Ricardo Marcenaro
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