Architecture: Influencia Francesa en la arquitectura de Argentina - Buenos Aires - Parte 1 - Ricardo Marcenaro artículo
Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in Architecture: Influencia Francesa en la arquitectura de Argentina - Buenos Aires - Parte 1 - Ricardo Marcenaro artículo | Posted on 18:54
Hipolito Yrigoyen y Piedras
Hotel Chile
Hotel Chile AV DE MAYO 1293
Cuando un extranjero viene por primera vez a la ciudad de Buenos Aires, Argentina, especialmente lo Europeos, quedan muy sorprendidos, y gratamente, por algunas grandes características que de inmediato los impresionan, una de ellas es lo grande que es la ciudad, el nivel edilicio que remite a cierto estilo parisino, especialmente en algunos barrios centrales, donde el estilo francés gobierna decididamente las imágenes del paisaje edilicio.
Rápidamente diré que las otras características que siempre nos hacen notar, es la amabilidad y apertura de la gente. En estas tierras, a pesar de todos los problemas contemporáneos de las grandes ciudades, se sigue creyendo en la amistad, en abrir las puertas de la casa a los visitantes, a tratar de guiarlos para que estén asistidos, protegidos, rápido se los aconseja sobre todo en lo que pueda servirles que nos sea solicitados, a pesar de aquello que digan los noticieros que aquí se especializan en remarcar lo negativo y de forma enferma, es mucha más, muchísima, la gente buena y positiva que la mala y negativa.
También, ya disfrutando la ciudad, otra cosa que los sorprende, es la cantidad de actividad cultural que hay en ésta ciudad, que muchas de estas actividades sean gratuitas o de muy bajo costo. Podemos decir con orgullo los habitantes de Buenos Aires, o porteños, como se nos dice localmente, que es una tradición el hacer cultura, la que viene, aunque no tengamos tan larga historia como la que tienen las principales ciudades europeas, sí, continuada persistentemente desde hace casi dos siglos.
Pero aquí convoca la arquitectura, así que volvamos a ella.
Como muchos saben, Argentina en una época pasada, unos cien años atrás, fue considerada el granero del mundo, mientras Europa peleaba sus dos guerras mundiales, mucha de nuestra producción granaria y ganadera, asistió a aquellos pueblos que de otra manera hubieran sufrido mucho más de lo que ya estaban padeciendo.
Esto generó una gran masa de dinero e intereses que se orientaron aquí, haciendo crecer rápida y lujosamente partes de nuestra ciudad, que al influjo de lo que significaba Francia, especialmente París, servía de émulo para moldear una apariencia que vistiera de sofisticación lo que la sociedad de ese entonces, en su deseo, veía como ideal de la civilización.
Los promotores de esta siembra de estilo, en general, fueron el estado y las familias tradicionales, las llamadas en ciertos círculos, con un desprecio con el que no acuerdo, la oligarquía nacional.
En el estado, previo a los gobiernos primero y segundo de Juan Domingo Perón, dichas familias tenían una gran influencia en los gobiernos en ejercicio de aquel entonces, sobre todo en la generación del 80 (año 1880), que fue una época de alta expansión en todo sentido en nuestro país, época que por ejemplo significó la construcción de toda nuestra red de ferrocarriles, que sin duda contribuyó a formar pueblos antes inexistentes civilizando un país que hasta ese momento era mayormente inhóspito e inexplotado, la prueba de ello, por contraposición, más allá de las habituales lecturas de colonialismo económico que martillan una fórmula que en el extremo no considera el total del panorama, es que a partir de resientes levantado y suspensión permanente de servicios de ferrocarriles (década del 90 del siglo pasado), muchos pueblos de nuestras provincias, comenzaron a experimentar una demografía regresiva, condenándose a algunas poblaciones a la despoblación, abandono, cuasi desaparición.
Fue esa la época en que el país incorporó la inmigración europea de una forma tan masiva que el número de nuevos ciudadanos provenientes de ella llegó a superar a los pobladores nativos, según estadísticas oficiales que he leído del comienzo del siglo veinte.
Un dato afirmativo para remarcar la influencia francesa que es insoslayable más allá de las lecturas políticas que quieran hacerse, entre 1857 y 1920 llegaron 220.000 franceses a la Argentina, es una cifra a considerar, la que por sí misma influye socialmente, marcando apuntes sociológicos que no corresponden a la finalidad de este artículo el abunde.
Por otro lado, aparte de esta política de incorporación gestionada desde el estado como una política prospectiva que fuera un medio de adquirir fuerza trabajadora que el país necesitaba urgentemente, de la que aquí en general se carecía, gentes de oficios de todo tipo educados en una escuela de tradiciones, por ejemplo, herreros artísticos e industriales, cementistas, artistas frentistas especializados en moldeos decorativos, obreros de la construcción en general, marmolistas, picapedreros, mecánicos, carpinteros civiles y navales.
La lista es inacabable si la queremos hacer exhaustiva, todo oficio hacía falta, había trabajo para todos, gracias a ello, gente que vino sin nada, pudo hacer su hogar, comer por primera vez inmensas piezas de carne como aquí era costumbre, a la vez que hacerlo habitualmente (me han sido contadas personalmente por inmigrantes de aquellas épocas las condiciones en que vinieron y de la pobreza que venían), educar a sus hijos de forma adecuada, ya que una parte de los obreros que vinieron eran analfabetos más allá de que tuvieran oficio, padres analfabetos tuvieron la probabilidad de criar hijos universitarios, como también, el país se benefició con una forma de progreso y culturización que nos enriqueció en muchos niveles, formando una clase media que sería impulsora del progreso nacional por su dinamia económica dispuesta al constante progreso.
En esa época Buenos Aires fue rediseñada urbanísticamente de una forma radical, calles enteras cayeron para abrirse avenidas y bulevares, nacieron una cantidad de parques para hacer más civil una ciudad que aún tenía mucho de pueblo campero, con traza y estilo dominantemente de influencia colonial española, muchos eran los barrios con caminos de tierra, ciudad pueblo sin obras sanitarias, extensiones de campos vecinos que se irían haciendo barrios con una rapidez estrepitosa, a la vez, se adquirían grandes trabajos de arte y decoración urbana, para poner cultura en la vía pública de los barrios centrales, exponiéndose a autores como Bourdelle, Rodin y otros, cosa que por supuesto estimuló la formación de artistas como los hay en tanta cantidad y calidad hoy en día gracias a ese estímulo que venía de la calle.
Fue plan de esa época el contratar profesionales europeos, arquitectos, ingenieros ferroviarios, viales, navales, especialistas en estructuras de edificios, especialistas en prospecciones de minerales, paisajistas, artistas del vidrio, la talla y la pintura decorativo artística, técnicos industriales, etc., etc.
Como testimonio de esa riqueza y pensamiento expansivo que nos habitó, quedaron edificios como el Palacio Paz, actual Círculo Militar, Palacio Anchorena, actual sede del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, Residencia Peña, actual Sociedad Rural Argentina, Palacio Fernández Anchorena, Actual Nunciatura Apostólica, Residencia Unzué, Residencia Lanús, actual Embajada de Polonia, Palacio Ortiz Basualdo, actual Embajada de Francia, Palacio Errázuriz, actual Museo Nacional de Arte Decorativo, Palacio Bosch, actual Embajada de los Estados Unidos, Palacios Sans Souci, Residencia Atucha, Palacio Pereda, actual Embajada de Brasil, Palacio Alvear, actual Embajada de Italia, Residencia Tornquist, actual Embajada de Bélgica, Villa Ocampo, Residencia Acevedo, actual Embajada de Arabia Saudita, Residencia Duhau.
También apuntemos, que muchos de estos palacios, como bien se nota en el listado, ante la posterior decadencia de esta clase y las sucesivas subdivisiones que las heredades trajeron, este patrimonio pasó en su gran mayoría al ámbito estatal tanto nacional como extranjero, cosas casi sarcásticas que tiene la historia.
También se construyeron facultades universitarias como las de derecho e ingeniería, edificios religiosos como la nunciatura aparte de numerosas iglesias o la catedral de Luján que recuerda a la de Chartres, hoteles, viviendas particulares y los primeros edificios de habitación comunitaria o departamentos, reparticiones varias del estado, una gran mayoría con la influencia francesa, del clasicismo academicista francés, a una relación ecléctica de estilos provenientes del italiano y el francés que aquí se mezclaron de una forma novedosa.
No es el caso de ésta, pero si hablamos de ese momento de aceleración de nuestra urbanización citadina, la cual fue revolucionaria cambiando estilos, del neocolonial español dominante hasta la década del 60 (año1860), por establecer una década fronteriza del cambio, al francés, también deberá citarse la influencia italiana que la neo inmigración trajo a plantarse en nuestro patrimonio arquitectónico, en un futuro próximo espero dedicarme a ella también.
Con la influencia francesa que nació para nuestra arquitectura se hicieron habituales palabras como “boiserie”, “vitraux”, plafón, bulevar…, por nombrar solo algunas, términos que hasta ese entonces no existían o no eran de uso común en nuestro acerbo idiomático.
Arquitectos franceses que vivieron y trabajaron en Argentina fueron entre tantos, Louis Martin, Jules Dormal, Emilio Hugé, Paul E Pater, Charles Tiphaine, Edouard Stanislas, Louis Le Monnier, Gastón Mallet, Pierrot Benoit, Louis Duboise.
En conclusión, como con otras comunidades, a Francia le deberemos agradecer siempre las posibilidades que a través de cultura vehiculizada por sus ciudadanos, muchos de los cuales se convirtieron a nuestros, enriqueció nuestro patrimonio cultural, social, laboral, científico, que posibilitó que nuestro país fuera mejorando gracias a su aporte.
Si Argentina no hubiera sido agradecida como lo es, hoy no perdurarían como tanto perduran, los apellidos de esa proveniencia.
Francia y Argentina, Argentina y Francia, siempre tendrán hojas en común que escribir en el libro de la humanidad y las humanidades, eso lo sabemos muchos, eso lo esperamos quienes como el que esto escribe, tiene sangre de ancestros franceses sintiéndose totalmente argentino a la vez que sobre todo, ciudadano del mundo.
Abonemos pues y siempre, la confluencia de los pueblos, la libertad, el entendimiento, el enriquecimiento conjunto en justicia equitativa y recíproca.
Ricardo Marcenaro
Rápidamente diré que las otras características que siempre nos hacen notar, es la amabilidad y apertura de la gente. En estas tierras, a pesar de todos los problemas contemporáneos de las grandes ciudades, se sigue creyendo en la amistad, en abrir las puertas de la casa a los visitantes, a tratar de guiarlos para que estén asistidos, protegidos, rápido se los aconseja sobre todo en lo que pueda servirles que nos sea solicitados, a pesar de aquello que digan los noticieros que aquí se especializan en remarcar lo negativo y de forma enferma, es mucha más, muchísima, la gente buena y positiva que la mala y negativa.
También, ya disfrutando la ciudad, otra cosa que los sorprende, es la cantidad de actividad cultural que hay en ésta ciudad, que muchas de estas actividades sean gratuitas o de muy bajo costo. Podemos decir con orgullo los habitantes de Buenos Aires, o porteños, como se nos dice localmente, que es una tradición el hacer cultura, la que viene, aunque no tengamos tan larga historia como la que tienen las principales ciudades europeas, sí, continuada persistentemente desde hace casi dos siglos.
Pero aquí convoca la arquitectura, así que volvamos a ella.
Como muchos saben, Argentina en una época pasada, unos cien años atrás, fue considerada el granero del mundo, mientras Europa peleaba sus dos guerras mundiales, mucha de nuestra producción granaria y ganadera, asistió a aquellos pueblos que de otra manera hubieran sufrido mucho más de lo que ya estaban padeciendo.
Esto generó una gran masa de dinero e intereses que se orientaron aquí, haciendo crecer rápida y lujosamente partes de nuestra ciudad, que al influjo de lo que significaba Francia, especialmente París, servía de émulo para moldear una apariencia que vistiera de sofisticación lo que la sociedad de ese entonces, en su deseo, veía como ideal de la civilización.
Los promotores de esta siembra de estilo, en general, fueron el estado y las familias tradicionales, las llamadas en ciertos círculos, con un desprecio con el que no acuerdo, la oligarquía nacional.
En el estado, previo a los gobiernos primero y segundo de Juan Domingo Perón, dichas familias tenían una gran influencia en los gobiernos en ejercicio de aquel entonces, sobre todo en la generación del 80 (año 1880), que fue una época de alta expansión en todo sentido en nuestro país, época que por ejemplo significó la construcción de toda nuestra red de ferrocarriles, que sin duda contribuyó a formar pueblos antes inexistentes civilizando un país que hasta ese momento era mayormente inhóspito e inexplotado, la prueba de ello, por contraposición, más allá de las habituales lecturas de colonialismo económico que martillan una fórmula que en el extremo no considera el total del panorama, es que a partir de resientes levantado y suspensión permanente de servicios de ferrocarriles (década del 90 del siglo pasado), muchos pueblos de nuestras provincias, comenzaron a experimentar una demografía regresiva, condenándose a algunas poblaciones a la despoblación, abandono, cuasi desaparición.
Fue esa la época en que el país incorporó la inmigración europea de una forma tan masiva que el número de nuevos ciudadanos provenientes de ella llegó a superar a los pobladores nativos, según estadísticas oficiales que he leído del comienzo del siglo veinte.
Un dato afirmativo para remarcar la influencia francesa que es insoslayable más allá de las lecturas políticas que quieran hacerse, entre 1857 y 1920 llegaron 220.000 franceses a la Argentina, es una cifra a considerar, la que por sí misma influye socialmente, marcando apuntes sociológicos que no corresponden a la finalidad de este artículo el abunde.
Por otro lado, aparte de esta política de incorporación gestionada desde el estado como una política prospectiva que fuera un medio de adquirir fuerza trabajadora que el país necesitaba urgentemente, de la que aquí en general se carecía, gentes de oficios de todo tipo educados en una escuela de tradiciones, por ejemplo, herreros artísticos e industriales, cementistas, artistas frentistas especializados en moldeos decorativos, obreros de la construcción en general, marmolistas, picapedreros, mecánicos, carpinteros civiles y navales.
La lista es inacabable si la queremos hacer exhaustiva, todo oficio hacía falta, había trabajo para todos, gracias a ello, gente que vino sin nada, pudo hacer su hogar, comer por primera vez inmensas piezas de carne como aquí era costumbre, a la vez que hacerlo habitualmente (me han sido contadas personalmente por inmigrantes de aquellas épocas las condiciones en que vinieron y de la pobreza que venían), educar a sus hijos de forma adecuada, ya que una parte de los obreros que vinieron eran analfabetos más allá de que tuvieran oficio, padres analfabetos tuvieron la probabilidad de criar hijos universitarios, como también, el país se benefició con una forma de progreso y culturización que nos enriqueció en muchos niveles, formando una clase media que sería impulsora del progreso nacional por su dinamia económica dispuesta al constante progreso.
En esa época Buenos Aires fue rediseñada urbanísticamente de una forma radical, calles enteras cayeron para abrirse avenidas y bulevares, nacieron una cantidad de parques para hacer más civil una ciudad que aún tenía mucho de pueblo campero, con traza y estilo dominantemente de influencia colonial española, muchos eran los barrios con caminos de tierra, ciudad pueblo sin obras sanitarias, extensiones de campos vecinos que se irían haciendo barrios con una rapidez estrepitosa, a la vez, se adquirían grandes trabajos de arte y decoración urbana, para poner cultura en la vía pública de los barrios centrales, exponiéndose a autores como Bourdelle, Rodin y otros, cosa que por supuesto estimuló la formación de artistas como los hay en tanta cantidad y calidad hoy en día gracias a ese estímulo que venía de la calle.
Fue plan de esa época el contratar profesionales europeos, arquitectos, ingenieros ferroviarios, viales, navales, especialistas en estructuras de edificios, especialistas en prospecciones de minerales, paisajistas, artistas del vidrio, la talla y la pintura decorativo artística, técnicos industriales, etc., etc.
Como testimonio de esa riqueza y pensamiento expansivo que nos habitó, quedaron edificios como el Palacio Paz, actual Círculo Militar, Palacio Anchorena, actual sede del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, Residencia Peña, actual Sociedad Rural Argentina, Palacio Fernández Anchorena, Actual Nunciatura Apostólica, Residencia Unzué, Residencia Lanús, actual Embajada de Polonia, Palacio Ortiz Basualdo, actual Embajada de Francia, Palacio Errázuriz, actual Museo Nacional de Arte Decorativo, Palacio Bosch, actual Embajada de los Estados Unidos, Palacios Sans Souci, Residencia Atucha, Palacio Pereda, actual Embajada de Brasil, Palacio Alvear, actual Embajada de Italia, Residencia Tornquist, actual Embajada de Bélgica, Villa Ocampo, Residencia Acevedo, actual Embajada de Arabia Saudita, Residencia Duhau.
También apuntemos, que muchos de estos palacios, como bien se nota en el listado, ante la posterior decadencia de esta clase y las sucesivas subdivisiones que las heredades trajeron, este patrimonio pasó en su gran mayoría al ámbito estatal tanto nacional como extranjero, cosas casi sarcásticas que tiene la historia.
También se construyeron facultades universitarias como las de derecho e ingeniería, edificios religiosos como la nunciatura aparte de numerosas iglesias o la catedral de Luján que recuerda a la de Chartres, hoteles, viviendas particulares y los primeros edificios de habitación comunitaria o departamentos, reparticiones varias del estado, una gran mayoría con la influencia francesa, del clasicismo academicista francés, a una relación ecléctica de estilos provenientes del italiano y el francés que aquí se mezclaron de una forma novedosa.
No es el caso de ésta, pero si hablamos de ese momento de aceleración de nuestra urbanización citadina, la cual fue revolucionaria cambiando estilos, del neocolonial español dominante hasta la década del 60 (año1860), por establecer una década fronteriza del cambio, al francés, también deberá citarse la influencia italiana que la neo inmigración trajo a plantarse en nuestro patrimonio arquitectónico, en un futuro próximo espero dedicarme a ella también.
Con la influencia francesa que nació para nuestra arquitectura se hicieron habituales palabras como “boiserie”, “vitraux”, plafón, bulevar…, por nombrar solo algunas, términos que hasta ese entonces no existían o no eran de uso común en nuestro acerbo idiomático.
Arquitectos franceses que vivieron y trabajaron en Argentina fueron entre tantos, Louis Martin, Jules Dormal, Emilio Hugé, Paul E Pater, Charles Tiphaine, Edouard Stanislas, Louis Le Monnier, Gastón Mallet, Pierrot Benoit, Louis Duboise.
En conclusión, como con otras comunidades, a Francia le deberemos agradecer siempre las posibilidades que a través de cultura vehiculizada por sus ciudadanos, muchos de los cuales se convirtieron a nuestros, enriqueció nuestro patrimonio cultural, social, laboral, científico, que posibilitó que nuestro país fuera mejorando gracias a su aporte.
Si Argentina no hubiera sido agradecida como lo es, hoy no perdurarían como tanto perduran, los apellidos de esa proveniencia.
Francia y Argentina, Argentina y Francia, siempre tendrán hojas en común que escribir en el libro de la humanidad y las humanidades, eso lo sabemos muchos, eso lo esperamos quienes como el que esto escribe, tiene sangre de ancestros franceses sintiéndose totalmente argentino a la vez que sobre todo, ciudadano del mundo.
Abonemos pues y siempre, la confluencia de los pueblos, la libertad, el entendimiento, el enriquecimiento conjunto en justicia equitativa y recíproca.
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