Ricardo Marcenaro bitácora - Lenguaje de gato y de perro. 07-07-10

Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in | Posted on 18:07




Mañana gris en Buenos Aires, llovió, cada vez me gusta más la lluvia, los días lluviosos, es el aire, está más rico, tiene más oxígeno, por principios fisicoquímicos es lógico, de paso se lava un poco la mugre de las ciudades que están llenas de mugre.

El gato y yo tenemos una amor que nunca pensé, anoche mientras acostado miraba una peli, se subió a la cama, duerme en ella todas las noches, no hay problema pues es muy limpio, no tiene olores ni los deja, se puso encima de mi pecho, bien arriba de él, se acurrucó, el descarado apoyó su cabeza sobre mi mentón barbado, y sobre ese almohadón se quedó gozosamente dormido.

Diez, quince, veinte veces al día y con diferentes gestos: ¡papi, te amo! Me hace bien, me saca el triste.

El otro día vino un sobrino que tiene gatos, lo acariciaba y me comentaba que no perdía mi gato un solo pelo, que qué maravilla, es verdad, su pelaje está extraordinario, él está bien alimentado, ayer vino un amigo y me hizo notar lo que había crecido, verdad también, todo por no faltarle alimento que bien asimilado en cariño, un jardín grandísimo donde por fin ha encontrado la libertad que siempre anheló desde la ventana de un departamento, un tratamiento intenso de besos cada vez que los requiere que lo hace muy seguido, el afecto cura, enmienda, nutre, mejora, es lo único que le da sentido a la vida.

Beso cuando al volver del jardín viene corriendo a mí para saludarme avisándome que ya está aquí, subiéndose al hombro de forma que me deja la pancita para que al costado le de besos en metralleta con ruido que de la vibración, lo vuelven loco de placer, siento sus manitas abrirse y cerrarse de emoción sobre mi omóplato.

Beso cuando luego de comer un tanto se encarama a la silla a mi lado y me mira con cara de “acércame la cabeza” para que nos las restreguemos, entonces luego de la ceremonia, beso en la frente, aprisionados entre mis manos sus cachetes, cerraditos sus ojos para recibirlo, estremecido. Baja, vuelve al comedero, regresa, repite la ceremonia a veces, como si para cada cuatro bocados, para alimento en esta vida, hiciera falta un beso, y razón no le falta, repito, por eso asimila bien y está tan sano, alegre, fuerte.

Me entero por un vecino que ha aprendido a defenderse, ya no aparece con las marcas de los primeros días e inclusive un gato entero que no tiene dueño que lo amenazaba y yo lo tenía en la mira para erradicarlo, ahora le teme, se le acerca con respeto. Mi gato no deja que ningún otro pise su vereda, en el jardín es diferente, ahí comparte con sus amigos, el gato del veterinario, el de dos vecinos nuevos, se miran, toman sol juntos, realizan sus ceremonias de gatos que tienen que ver con los espacios y territorios y vaya a saber qué, pues siempre tuve perros, los estoy aprendiendo.

De los animales se aprende mucho, de los perros aprendí por ejemplo a olfatear, imitándoles el modo, me di cuenta luego en la reflexión que hice sobre su método cuál era el secreto que al golpetear el aire forzadamente des obturaba las papilas olfativas a la vez que concentra los aceites esenciales que transportan los olores.

De niño atendía mucho las secuencias sonoras que emiten, los imitaba, entonces veía las reacciones que tenían, así de apoco fui aprendiendo su lenguaje, recuerdo haber desarmado a un perro bravo gracias a haber aprendido a cómo decirle, inclusive otra vez, a un pero muy malo que había por aquí, le ladré de una forma que con los gritos de mis ladridos metió la cola entre las patas, pegó media vuelta, nunca más se atrevió a intentar faltarme el respeto.

A mí me importa nada lo que opine nadie, las opiniones no pagan mi alimento, si alguien me hubiese visto hacerlo en la calle cuando lo hice, pensaría que estaba loco, a mi me interesa si funciona o no, si he aprendido o no, cómo debo manejar mi energía en una circunstancia frente a un animal, para agradarle, los perros me aman, o ponerle bien claro que soy un líder y que su ataque a mi poder es imposible, ellos reconocen eso, por lenguaje, pero claro, todo tiene que aprenderlo uno, donde se ha visto que en el colegio te enseñen lenguaje perruno o gatuno, que es el que ahora estoy aprendiendo, ¿servirá con los leones? Jajaja

A lo lejos golpetea el tren, ya atardece, mi gato duerme, feliz, tranquilo. Su líder lo vela.

RM




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