Solitary Dog Sculptor I

Eduardo Bergara Leuman

No recuerdo como Bergara llegó a mi vida, nos habíamos cruzado muchas veces en eventos culturales.

Cuestión que no se cómo tampoco, obtuvo mi teléfono, la primera llamada fue temprano, luego, generalmente, me llamaba a las tres de la mañana, bichos nocturnos como somos muchos artistas, mucho más los teatreros.

No sé cómo sabía que yo “veía” cosas, cosas que van a pasar, seguramente por Federico Peralta Ramos, pero vaya a saber, mi memoria es muy buena pero selectiva y general no se detiene demasiado en lo que es anécdota, aunque quizás, seguramente, esté escribiendo una.

En esa época Eduardo tenía mucho temor de morir, siempre caíamos en ese tema, era desde su soledad, su angustia.

Lo tranquilicé diciendo que faltaba mucho, pasaron quizás más de diez años hasta que pasó.

La gente cree que los artistas, sobre todo los de teatro y televisivos que ven en revistas, en medio de reuniones donde en general sonríen para la cámara, viven en un mundo color de rosa diferente a su vida.

Las angustias ante las grandes preguntas que se hace el humano en todas las culturas y en todas las partes del mundo y en todas las clases, y en todos los idiomas, son las mismas,

amor, vida, soledad, muerte.

Como el artista para serlo debe pelarse la piel, el verdadero vive pelado de piel pues su sensibilidad no le permite otra cosa, siente estos procesos un poco más agudamente, a veces mucho más.

Eduardo Vergara Leuman, a quien ven detrás de Juan Carlos, con su sombrero tanguero, la cara redonda de niño grande, fue una de las personas que más oportunidades de surgir y lucirse a una cantidad de artistas, inmensa.

Creador de la mitológica Botica del Ángel por la que pasaron artistas de todos los géneros, especialmente del tango pero tantísimos del café concert y hay que destacar algo que casi nadie lo hizo con los artistas plásticos, los incluyó de diversas formas en sus espectáculos.

Eso que está de moda ahora en USA y Europa, de un cantante acompañado en el escenario por un pintor que trabaja sobre una cuadro a la vista del público, Eduardo lo hizo hace casi cuarenta años atrás, no creo que se haya hecho en muchos lugares del mundo eso.

Bergara Leuman era un artista que amaba profundamente a los artistas y al arte y tuvo un compromiso total con ello, pasó por épocas espléndidas y por épocas de escaseces de todo tipo pero nunca abandonó, siempre con proyectos, siempre tratando de estar donde amaba, entre sus amados, los artistas.

Era dueño de un humor que cuando joven era terrible y a medida que fueron pasando los años, esa acidez casi burlona, morigeró en un humor mucho más tranquilo, abarcativo, de una finura de observación como pocos tenían y como le correspondía a un señor mundano y sofisticado como lo fue.

Como era mundano, refinado y divertido, le gustaba mezclar géneros, estilos, disciplinas, por eso aquí, Juan Carlos Baglietto, rockero, aparece cantando tangos, cosa que siguió haciendo, en mi opinión, Juan Carlos es una de las mejores voces del rock lejos, tiene caudal, color, armonía, cosa que se ausenta bastante en general de los cantantes rock argentinos.

Eduardo era una especie de guía ambulante, como Federico Peralta Ramos, del quién es quién Argentino, en campos comunes, pero en campos diversos a la vez, cada uno.

Eduardo conocía más íntimamente el mundo de los artistas teatrales y televisivos y menos a la alta sociedad argentina y Federico a la inversa, mas los dos se encontraban en el conocimiento de la fauna de las artes plásticas.

Las anécdotas de Eduardo son numerosísimas y los cuentos que echaba en privado, prodigiosos, algunos hacían reír a carcajadas, muchos de ellos incontables, los que sé, así permanecerán para siempre.

Fue grandísimo amigo de Tania, a la que amaba, con la que se reía terriblemente, muy reos ambos en una forma de sentir porteña del que “tiene calle”.

Ha quedado la Botica como un museo, eso lo preocupaba mucho, nunca quiso vender tantas cosas acumuladas con los años que son parte de nuestra historia, vestidos pintados por los grandes artistas argentinos, objetos personales de artistas y personajes destacados de tantas actividades, antigüedades, escenografías firmadas, etc.

Recuerdo charlas que teníamos en una mala época económica que tuvo, el perder el lugar donde depositaba, habitaciones enteras llenas, lo angustiaban mucho, mi país no ama su historia, la tira a la basura todo el tiempo, aún no concebimos un respeto por nosotros mismos, ni que digamos con los artistas, sobre todo de parte de los funcionarios.

Eso pasa en general con todas las disciplinas del pensamiento, por eso tanto profesional preparado aquí, ejercitando por el mundo.

Todas las personas que hayan conocido a Eduardo Bergara Leuman tendrán un recuerdo significativo, otra cosa es imposible.

Saludos cordiales, Eduardo.

Ricardo Marcenaro