Solitary Dog Sculptor I

Don Enrique Morente

Hace muchos años le escuché decir a Mick Jagger algo que para mi fue revelador, hizo explicarme algo que noté en esa época y de lo que hablaré en ésta.

Decía Mick, hablando con otro músico, que convenía que música y líricas fueran hechas por la misma persona, simplificaba las cosas a las disqueras.

Viví la cola de los 60s y de lleno los 70s, asistiendo y participando en la acción cultural de esa época, en aquél entonces, músicos, poetas, pintores, escultores, actores, artistas y pensadores en general se encontraban en lugares comunes, en mi país habían lugares como el mítico café de la Paz, el teatro San Martín, El café Barobar, la Galería del Este…, los artistas no estaban dispersos e isolados como ahora.

Ahí, los grandes temas, los ideales, y ante todo y siempre la poesía, pues en esa época mucha poesía se leía, se hablaba de ella, no estábamos en lo último de la tele.

Estábamos viendo qué era lo último declarado por Jean Paul Sartre, estábamos en los ecos de Camus, del mayo francés, del surrealismo, Breton, Tzara, Éluard, Artaud con una edición en Argentina de "Van Gogh el suicidado por la sociedad", con un notable prólogo que ocupaba medio libro, del poeta surrealista argentino: Aldo Pellegrini. Spinetta le debe mucho a ese libro.

Se hablaba de las películas de Buñuel, de Jean Luc Godard, sumábamos poesía y revolución con Bertold Brecht, Picasso, Lam, Matta, Max Ernst, Miró, con Dalí estábamos que si era medio pelotudo, se hacía el boludo era totalmente pelotudo.

Habían quienes lo defendían, los menos, pues nos parecía un cirquero, alguien que con tanto show degradaba el arte. He visto mucha obra de él y creo que hay mucha obra mediocre en su obra, que tiene más nombre que obra. Que no es justicia ponerlo en el nivel de Picasso o Miró, por citarle dos connacionales que están en las cumbres, totalmente sostenidos por el peso de su obra, no del circo.

También, sucedía Vietnam, Joan Baez, Bob Dylan, Johnny Cash, Lou Reed, los soldados norteamericanos lisiados tirando sus condecoraciones al piso, barbudos, pelilargos, con sus chaquetas de combate decoradas a lo hippie.

Pero volvamos a los rockers, que en eso estábamos, ya más o menos una pintura muy somera de cómo se sentía en esa época.

El dinero y los intereses de las disquera lo empezaron a cagar todo para la música rock, Woodstock fue fabuloso, ideado como apoyo a la paz y a la vuelta de los soldados de Vietnam, tuvo un efecto devastador, sin quererlo.

Claro, tuvo que suceder en la tierra de: "los negocios primero", donde se vio el negocio que el rock proporcionaría ante la sorpresiva marejada humana que concurrió a ese festival, y ya sabemos, los ejecutivos quieren el dinero de la forma más fácil y simple que se pueda. Y cómo no, simplificaron.

A la vez que el negocio crecía, los rockeros se olvidaban de los amigos, las reuniones con otros artistas, los libros, ya no leyeron, ni escucharon a sus amigos los poetas, los que pasaron a ser sospechosos de competición por regalías.

De este modo, poco a poco, fueron encapsulándose. Entre giras y cuentas.

Los ejecutivos hicieron fuerza para que los cantantes se convirtieran en cantautores, por un simple hecho de contabilidad: Pagar a uno y arreglar con uno, es mucho más sencillo que con dos, de paso, el proveedor de trabajo: se hace más fuerte y el artista más débil, más dominable.

Esto es lo que no comprendió del todo Jagger que de paso vamos a decir que las letras que han escrito son una reverenda porquería.

Todo esto viene a cuento por estas dos versiones que presento, en las que quiero destacar a Don Enrique Morente uniendo tradición de estilo de canto, con el rock de Lagartija, sellados en la magia del poema adaptado por Don Enrique, del inmenso Federico García Lorca, que nació para ser cantado.

Y hay ganancia, a Dios gracias la idea, a Lorca, Don Enrique y Lagartija Nick.

Me encanta ver esto, para mí, significa reconciliar esa herida que tengo de ver como tanto músico con talento en la falta de cerebro y sentimiento se ha perdido, con la rima fácil, la repetición sin fin de las mismas letras pobres, dichas y redichas de forma: hartante por insulsa.

De ahí la decadencia de un género que a pesar de las corrientes nuevas que rápidamente envejecieron, variantes siempre habitadas de agujero, que es pozo, abismo por fin, en esa carencia de letra.

Nos privaremos de mencionar la escasa preparación musical que muchos tienen, en Buenos Aires Piazzolla luego de haber coqueteado con los rockers los conminaba: "Muchachos: a las partituras, agarren las partituras"

Carencia en la escritura musical, que con el tiempo limita, se notan limitados, así, esa misma industria que los hizo, los arroja a la basura, con la misma facilidad que la de su meteórico ingreso al Show Business.

Tomo un ejemplo de la Argentina, remarcará lo que digo, a la banda Sumo se le murió Luca Prodán que era un tipo vivido, mundano, talentoso, que tenía algo que decir, se dividieron sus componentes (¿Egos?), Divididos es uno de los conjuntos que devino de esa dispersión de Sumo.

Divididos suena potente, las calidades del armado y ejecución de la música no las vamos a discutir, son buenos en lo suyo que es la música en el estilo rock, pero las letras, en general, apestan, navegan en la nada.

¡Pero!, he aquí que un día toman la letra de un poeta de verdad, mayúsculo cantante, figura icónica de nuestra música, Don Atahualpa Yupanqui, el poema se llama El Arriero, y Divididos con ese poema hace una obra maestra, termina resignificándolo, colocándolo en una de las cumbres que ha alcanzado ese género rock, servido de letra con peso, que dice, no que llena espacio tratando de decir, quedándose en alguna frase más o menos ingeniosa aderezada a mayonesa de intensiones que lo engrasan todo, volviendo la música, pastosa, degradada, descartable.

Espero que los músicos vuelvan a los poetas, las grandes obras de la música clásica están hechas de eso, un músico de aquella época, jamás pretendería escribir la letra para un lied, para una sinfonía a la que llamarían poema sinfónico.

Esa música aún hoy perdura como lo seguirá haciendo por siempre, pues une las altas calidades que a cada uno competen, el músico a la partitura y el poeta a la letra.

En otros géneros ha pasado lo mismo, cuando poetas y músicos se unen para la canción popular en el género que sea, pasa algo muy simple:

El Arte Triunfa, queda en la memoria del pueblo.

Ricardo Marcenaro