Poesia: Johann Wolfgang von Goethe - Elegias Romanas 9 al 13 - Links
Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in Poesia: Johann Wolfgang von Goethe - Elegias Romanas 9 al 13 - Links | Posted on 12:08
Elegías
9
Brilla otoñal la llama de los campestres lares;
chisporrotea trepando por el sarmiento aprisa.
Más que nunca esta noche me agrada, pues aun antes
que la rama se tueste y se cambie en rescoldo
ha llegado mi amada. Reanímanse los leños,
y la noche nos brinda tibia y fulgente fiesta.
Cuando en el alba aprisa del nupcial lecho salte,
tornará a suscitar del rescoldo la llama.
Pues, aparte otros dones, Amor le ha concedido
despabilar los goces si a dormitar empiezan...
10
Alejandro y Julio, y Enrique y Federico,
de buen grado me dieran la mitad de su gloria
porque solo una noche mi lecho les cediera;
mas, ¡ay, qué pobrecillos!, presos los tiene el Orco.
Así que date prisa a gozar, tú que vives,
antes que al pie fugaz te eche el lazo Leteo.
9
Brilla otoñal la llama de los campestres lares;
chisporrotea trepando por el sarmiento aprisa.
Más que nunca esta noche me agrada, pues aun antes
que la rama se tueste y se cambie en rescoldo
ha llegado mi amada. Reanímanse los leños,
y la noche nos brinda tibia y fulgente fiesta.
Cuando en el alba aprisa del nupcial lecho salte,
tornará a suscitar del rescoldo la llama.
Pues, aparte otros dones, Amor le ha concedido
despabilar los goces si a dormitar empiezan...
10
Alejandro y Julio, y Enrique y Federico,
de buen grado me dieran la mitad de su gloria
porque solo una noche mi lecho les cediera;
mas, ¡ay, qué pobrecillos!, presos los tiene el Orco.
Así que date prisa a gozar, tú que vives,
antes que al pie fugaz te eche el lazo Leteo.
11
¡Oh Gracias! E1 poeta en vuestro altar depone
estas pocas hojillas en que rosas apuntan.
Complacido os ofrenda, que siempre se complace
el artista en su estudio, aunque un panteón semeje.
Su frente baja Jove y la suya alza Juno;
Febo avanza y sacude su rizada melena;
adusta, Palas mira, y el alígero Hermes
vuelve a un lado sus ojos, zumbones como tiernos.
Pero es a Baco, solo, soñador e indolente,
en quien Citeres fija sus ardientes miradas
de juvenil deseo que aun en el mármol tiemblan.
Recuerda sus caricias y preguntar parece:
"¿Por qué no estará aquí conmigo el guapo mozo?"
12
¿No percibes, amada, la alegre gritería
que en la flaminia senda resuena? Son braceros,
segadores que al fin tornan al patrio lar.
Cogieron ya la próvida cosecha del romano
que ni aun a Ceres misma corona ofrendar quiere.
De la gran diosa en honra fiestas no se celebran,
que en lugar de bellotas áureo trigo da al hombre.
¡Más el jocundo rito nosotros cumpliremos!
Que dos amantes juntos igual que un pueblo montan.
De aquel místico triunfo que a1 vencedor seguía,
arrancando de Eleusis, chablar tú nunca oíste?
Los griegos lo fundaron, y aun en la propia Roma
ellos solo gritaban: "¡ Honrad la sacra noche!"
Alejado el profano, expectante el neófito,
temblaba en su alba veste, de la pureza símbolo.
En tanto, el iniciado con asombro vagaba
por entre extraños corros, de figuras de ensueño,
sibilantes serpientes; cerrados cofrecillos
de espigas coronados portaban las doncellas;
sibilinos visajes el sacerdote hacía,
e impaciente el neófito, por la luz suspiraba.
Solo tras muchas pruebas descifrar le era dado
los misterios de aquellas simbólicas pinturas.
¡Y cuál era el arcano! Pues que también Deméter,
la gran diosa, de un héroe prendóse cierto día,
de Jasón, el monarca de Creta, valeroso,
y su cuerpo inmortal, inviolado, entrególe.
¡Oh Creta venturosa! Rebosantes de espigas
ve sus campos, que lecho a excelso amor brindaran.
En tanto al demás mundo la penuria afligía
por no rendir tributo a la gran diosa amable.
E1 iniciado, atónito, la leyenda escuchaba
y a la amada guiñaba el ojo...—¿lo estás viendo?—
¡Ese arrayán frondoso cubre un lugar sagrado!
¡Nuestro placer a nadie hacerle daño puede!
Elegías
¡Oh Gracias! E1 poeta en vuestro altar depone
estas pocas hojillas en que rosas apuntan.
Complacido os ofrenda, que siempre se complace
el artista en su estudio, aunque un panteón semeje.
Su frente baja Jove y la suya alza Juno;
Febo avanza y sacude su rizada melena;
adusta, Palas mira, y el alígero Hermes
vuelve a un lado sus ojos, zumbones como tiernos.
Pero es a Baco, solo, soñador e indolente,
en quien Citeres fija sus ardientes miradas
de juvenil deseo que aun en el mármol tiemblan.
Recuerda sus caricias y preguntar parece:
"¿Por qué no estará aquí conmigo el guapo mozo?"
12
¿No percibes, amada, la alegre gritería
que en la flaminia senda resuena? Son braceros,
segadores que al fin tornan al patrio lar.
Cogieron ya la próvida cosecha del romano
que ni aun a Ceres misma corona ofrendar quiere.
De la gran diosa en honra fiestas no se celebran,
que en lugar de bellotas áureo trigo da al hombre.
¡Más el jocundo rito nosotros cumpliremos!
Que dos amantes juntos igual que un pueblo montan.
De aquel místico triunfo que a1 vencedor seguía,
arrancando de Eleusis, chablar tú nunca oíste?
Los griegos lo fundaron, y aun en la propia Roma
ellos solo gritaban: "¡ Honrad la sacra noche!"
Alejado el profano, expectante el neófito,
temblaba en su alba veste, de la pureza símbolo.
En tanto, el iniciado con asombro vagaba
por entre extraños corros, de figuras de ensueño,
sibilantes serpientes; cerrados cofrecillos
de espigas coronados portaban las doncellas;
sibilinos visajes el sacerdote hacía,
e impaciente el neófito, por la luz suspiraba.
Solo tras muchas pruebas descifrar le era dado
los misterios de aquellas simbólicas pinturas.
¡Y cuál era el arcano! Pues que también Deméter,
la gran diosa, de un héroe prendóse cierto día,
de Jasón, el monarca de Creta, valeroso,
y su cuerpo inmortal, inviolado, entrególe.
¡Oh Creta venturosa! Rebosantes de espigas
ve sus campos, que lecho a excelso amor brindaran.
En tanto al demás mundo la penuria afligía
por no rendir tributo a la gran diosa amable.
E1 iniciado, atónito, la leyenda escuchaba
y a la amada guiñaba el ojo...—¿lo estás viendo?—
¡Ese arrayán frondoso cubre un lugar sagrado!
¡Nuestro placer a nadie hacerle daño puede!
Elegías
13
¡Un pícaro es Arnor que a quien lo cree engaña!
Humildoso a mí vino: "De mí no desconfíes;
contigo soy leal, que tu vida y tu lira
a cantar mis loanzas bien sé que consagraste...
Mira: hasta a Roma misma te he seguido, y quisiera,
en esta tierra extraña, procurarte algún gusto.
Quéjanse los viajeros de las malas posadas,
mas la que Amor procura es grata y placentera.
Asombrado contemplas las antiguas ruinas
y cruzas reverente estos sagrados ámbitos.
Los valiosos vestigios prefieres de esas obras
cuyos autores yo de visitar gustara.
¡Esas formas yo mismo las plasmé! ¡No es jactancia;
tú mismo reconoces que lo que digo es cierto!
Tú en mi servicio ahora andas flojo: ¿dó están
las formas, los colores de tus creaciones bellas?
¿De nuevo la escultura te atrae? Aún está abierta
de los griegos la escuela, a pesar de los siglos.
Yo, el maestro, soy joven siempre y al joven amo.
¡A1 viejo resabiado aborrezco! ¡Alegría!
Que en su tiempo los viejos maestros fueron jóvenes.
¡Diviértete y reviva en ti la antigua edad!
¿De dónde sacarás para tus cantos tema?
Del amor solamente, y para eso en mí fía."
Así el sofista habló. ¿Cómo contradecirle?
Y diz que yo hecho estoy a acatar sus mandatos.
Pero, ¡ay el traidorzuelo!, que si asunto me dio
para canciones, tiempo también robóme y calma;
miradas tiernas, besos y palabricas dulces
las amantes parejas en cambiar se complacen.
Es susurro la charla, es balbuceo el palique,
y de toda medida horro el himno resuena.
¡Oh Aurora, antario solo de las Musas amiga!
¿Es que también a ti el tuno Amor sedujo?
Su amigo ahora te muestras y cada día del sueño
despiértasme tan solo porque en su altar oficie...
Sus rizos en mi pecho descansan. Su cabeza
en mi brazo se apoya, que su cuello rodea.
¡Qué alegre despertar! ¡No disipes, oh tiempo,
la imagen del placer que en el sueño me halaga!
¡Muévese amodorrada, vuélvese al otro lado,
y, no obstante, su mano de la mía no se suelta!
Sincero amor nos une y querencia leal,
y la variedad sirve al deseo de acicate.
Su manecita aprieta, y nuevamente abierto,
el cielo de sus ojos me sonríe... ¡Oh, no, aguarda!
¡No los abras aún! Que me turban, marean,
y gustar no me dejan placer contemplativo...
¡Qué formas tan divinas! ¡Qué contornos tan nobles!
Durmiera así Ariadna, ¿la dejaras, Teseo,
sin una vez siquiera besar tan lindos labios?
Pero ya despertó... ¡Ya por siempre te quedas!...
¡Un pícaro es Arnor que a quien lo cree engaña!
Humildoso a mí vino: "De mí no desconfíes;
contigo soy leal, que tu vida y tu lira
a cantar mis loanzas bien sé que consagraste...
Mira: hasta a Roma misma te he seguido, y quisiera,
en esta tierra extraña, procurarte algún gusto.
Quéjanse los viajeros de las malas posadas,
mas la que Amor procura es grata y placentera.
Asombrado contemplas las antiguas ruinas
y cruzas reverente estos sagrados ámbitos.
Los valiosos vestigios prefieres de esas obras
cuyos autores yo de visitar gustara.
¡Esas formas yo mismo las plasmé! ¡No es jactancia;
tú mismo reconoces que lo que digo es cierto!
Tú en mi servicio ahora andas flojo: ¿dó están
las formas, los colores de tus creaciones bellas?
¿De nuevo la escultura te atrae? Aún está abierta
de los griegos la escuela, a pesar de los siglos.
Yo, el maestro, soy joven siempre y al joven amo.
¡A1 viejo resabiado aborrezco! ¡Alegría!
Que en su tiempo los viejos maestros fueron jóvenes.
¡Diviértete y reviva en ti la antigua edad!
¿De dónde sacarás para tus cantos tema?
Del amor solamente, y para eso en mí fía."
Así el sofista habló. ¿Cómo contradecirle?
Y diz que yo hecho estoy a acatar sus mandatos.
Pero, ¡ay el traidorzuelo!, que si asunto me dio
para canciones, tiempo también robóme y calma;
miradas tiernas, besos y palabricas dulces
las amantes parejas en cambiar se complacen.
Es susurro la charla, es balbuceo el palique,
y de toda medida horro el himno resuena.
¡Oh Aurora, antario solo de las Musas amiga!
¿Es que también a ti el tuno Amor sedujo?
Su amigo ahora te muestras y cada día del sueño
despiértasme tan solo porque en su altar oficie...
Sus rizos en mi pecho descansan. Su cabeza
en mi brazo se apoya, que su cuello rodea.
¡Qué alegre despertar! ¡No disipes, oh tiempo,
la imagen del placer que en el sueño me halaga!
¡Muévese amodorrada, vuélvese al otro lado,
y, no obstante, su mano de la mía no se suelta!
Sincero amor nos une y querencia leal,
y la variedad sirve al deseo de acicate.
Su manecita aprieta, y nuevamente abierto,
el cielo de sus ojos me sonríe... ¡Oh, no, aguarda!
¡No los abras aún! Que me turban, marean,
y gustar no me dejan placer contemplativo...
¡Qué formas tan divinas! ¡Qué contornos tan nobles!
Durmiera así Ariadna, ¿la dejaras, Teseo,
sin una vez siquiera besar tan lindos labios?
Pero ya despertó... ¡Ya por siempre te quedas!...
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