Jardín del Té: Vegetaciones de Otoño - Ricardo Marcenaro bitacora
Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in Jardín del Té: Vegetaciones de Otoño - Ricardo Marcenaro bitacora | Posted on 22:47
Flores de níspero hechas en torre desde donde las hadas
invisibles, cuando seguras, salen a volar entre los azahares de naranjo donde
respirar causa fresco, luego un poco por el cedro azul y los montes de orquídeas
que sobre los brazos le crecen, recostadas en las hojas brillantes del níspero,
contemplan al cielo mientras edifican mis sueños.
Armonía de rosa tenue, terciopelo tocado por ocre enrojecido,
matas de exquisito amarillo para que la besen los insectos, luego fecundo
hacerse farol solar en el invierno.
Mandarina verde tocada por el sol y peinada por el brillo,
Sobre tus cáscaras maduras cortaré para conservar perfume
Que a la hoja grande del té lleve acordes del todo divinos,
Gajo a gajo disfruta la boca que te besa donde todo resume,
Amigo sacrificado luchando por vivir entre helechos
fornidos,
Tu alegría esperanzada, madura calma, que nada nos abrume. RM
Selva de mi corazón, gajo a gajo cada pasto planté donde
todo era desierto, gracias por las Gracias, por esa voluntad inclaudicable enseñándome
aquellos secretos de lo que nunca muere.
Pimentón, semillas traídas de Cachi, Salta, República
Argentina. El pimentón salteño, sobre todo el de los valle altos como es la
situación en la que se encuentra Cachi, Seclantás, Molinos, Cafayate,
Angastaco, etc., es de calidad superior.
Imposibilitado de crear esas estupendas condiciones de
suelo, agua, sequedad, exposición solar, altura…, por lo menos recrear para una
comida frente al fuego aquello que cerrando los ojos, se gusta trasladándonos
al terruño del placer más íntimo.
Adoro comer las hojas de la albahaca de la planta, es mucho
mejor que cualquier goma de mascar y en las comidas es sabrosa presentando
siempre una forma muy peculiar de aromar según sean sus estados, fresco,
cocinado y según tiempos en que se haya agregado a la cocción, serán los
resultados que se obtengan.
Las ensaladas que tienen albahaca y se combinan con aceite
de oliva, vinagres caseros (yo los hago de mis uvas y aseguro que la gente
consume un vinagre industrial un poco triste, homogeneizado, impersonal, que de
ninguna manera tiene la variedad de tonos y matices que uno hecho por
procedimientos antiguos) quesos y verduras, son un manjar, si tienen champiñones
frescos y un buen vino: ya estamos en el paraíso.
Los placeres no son caros, mis hojas de albahaca hacen
ruborizar a todos los supermercados del mundo.
El estanque que hizo mi hermano Carlos de un tanque de agua
abierto al medio, ahí los peces nadaron durante toda nuestra infancia,
adolescencia y parte de nuestra juventud, era una lucha constante con los benteveos
que venían a cazarlos, alguna vez encontramos en el pasto del jardín el cuerpo
intocado, simple instinto que no puede digerir el bocado.
Ahora reposa en silencio, al acercar la vista a los brillos
estoy en un lago de Matisse o en la selva impenetrable del amazonas caminando
sobre los charcos, soy el conquistador que avanza por los pantanales que
preceden la capital Azteca, el pirata escamoteando tesoros entre manglares que pierde
en el camino a sus compañeros para guardar del lugar el secreto, soy el soldado
de todos los tiempos dando su cara contra el barro hasta enterrarse en el
olvido, so ellos y muchos más y todos los que me invento.
Luz, saluda al agua que te corresponde.
Pila de hojas de alcanfor que en unos meses dará una tierra
liviana y extraordinariamente rica, la vialidad de mi jardín es una combinación
de muchos elementos y experimentos.
Sobre ésta montaña el gato Moscú calienta sus tardes cuando
abandonando mi compañía va a por continuar en otro lugar sus sueños, luego
retorna amoroso, saluda, pide mimos.
Y yo se los doy, claro, para algo nos tenemos uno al otro.
El yuyo enriquecido saluda entre los grises.
- ¡Hola Yuyo Signo!, le digo.
Cuando veo esto siento que la vida vale la pena, en estos
mapas de la belleza recorro lecciones de todas las ciencias que nunca olvidaré.
Justinia.
En mí jardín viven los queridos, a través de las plantas que
me han traído, son personas que están en mi historia y que merced a un amor
perdurable seguirán presentes en donde esté para siempre, son un símbolo para mí,
el que ha peleado por quedarse conmigo enfrentando las adversidades que más que
de buena tierra y cuidados dependen del buen recuerdo.
Éstas son las plantas de Gabi, Gabriela Romero, casi treinta
años pasados desde nuestro encuentro. Inseparables recuerdos me llenan todo de
bueno.
Espero algún día poder devolver a su dueña un gajo de la
planta que quedó en custodia y, sin saberlo ella o quizás sí, pues era una
persona muy particular como estoy seguro que lo sigue siendo, para la custodia,
pues me cuida de nubes e ingratitudes, de otros y por sobre todo de mí mismo
que bien lejos de lo perfecto estoy.
Ahora un brazo de ella recorre mis ventanas para en verano
velar de notas las imágenes que por acostumbradas no dejan de ser nuevas.
Siempre uvas para los pájaros, en esta casa las aves siempre
tuvieron su ración, a ellas les debemos la alegría de la gracia de sus cantos y
movimientos, todos los años me presentan a sus hijos a los que enseñan a volar
en mi jardín lleno de nidos, de aquí nadie los corre y todo los bendice.
Ojo ojito, ¿quién se asoma por ahí?
Esta palmera fue sembrada por los pájaros cuando era más
joven de edad, que de juventud sigo enfermo, ese año sembraron dos, una en lo
del vecino y ésta, la mía creció con una fuerza inusitada, la del vecino medró
hasta morir entre mal alimento y mutilaciones de todo tipo.
Esplendorosa torre que fructifica coronada como chorro de la
fuente estallando en frutos lumínicos encastrados en las ramas que peinan toboganes
para el descenso, en el reparto al pie los hijos, como en el pico mensajero.
Frutos, mezcolanza de flecos verdes haciéndoles gracias al
viento, en sus profundidades los nidos calzados al pie de las espinas que los
protegen en las axilas desde donde las ramas se echan del tronco.
Tonos, subtonos, choques de formas en perfecta armonía.
Modelo que la historia transportó hasta nuestro tiempo.
Estas son las responsables de la siembra de ésta torre, sus
antepasados, tan cotorras como ellas mismas, ruidosas hasta el escándalo cuando
parecieran retarse las unas a las otras, o juegan descaradas saltando entre vuelos
cuando a comer se prestan dedicadamente, muchas veces una lluvia discreta pero
continua cae por los deslizaderos que corren por los canales inclinados de las
ramas, en las selecciones que hacen de los frutos de los que desprenden la
carne naranja y harinosa de los dátiles, dejando las semillas para buen futuro.
Las cotorras son una plaga nacional en mi país, son grandes
los destrozos que hacen en los campos dedicados al cultivo de especies
comerciales, ellas me han traído girasoles y maíces, una enredadera que vi en
la selva del delta de la provincia de Entre Ríos y no volví a ver nunca más
hasta que veinte años después muy probablemente ellas hayan sido la especie que
me trajo esa joya que tanto anhelaba justo en el momento que me decidía a retornar
a la selva para encontrarme con la planta y no añorarla más como lo hacía.
A veces pienso que si por causa cualquiera, digamos una
epidemia extraña y voraz que acabase con el humano de un soplo, con tanta
tierra explotada y martirizada, privada de la variedad que la hace más
perdurable y rica, sería esta plaga nacional una de las grandes responsables
del resembrado y restitución de los campos, como lo son casi todas las aves que
son fenomenales transportadores de semillas fertilizadas.
En mí jardín del Té y en mi vida luego de haber comprendido,
los pájaros son sagrados, sin plagas nacionales.
El humano puede ser visto como una plaga internacional si se
juzga los destrozos que ha producido y produce, sin embargo no llevamos título
que nos corresponda como me parece que las cosas vistas en otras dimensiones y
sin querer evadir la realidad, en otras especies no corresponde.
¿Aprenderemos?
De jardines antiguos y con recuerdos a patio.
Canción porteña.
Tango.
Casas de abuelos.
Ravioles de los domingos cuando las mesas eran grandes.
Todavía el mateo de la estación Belgrano…,
Resuenan los cascos por la calle Etcheverría,
Íbamos alegres a algo que ignorábamos:
No sería para siempre.
Sin embargo, engañosa eternidad que desapareces de los ojos,
Adentro vives
Revives
Respiras
Y para dormir
Me das el beso.
RM
En memoria de Luisa Mirande de Marcenaro Boutell y su madre, la
abuela Lola.
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Argentina
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