Ricardo Marcenaro bitácora - Mural de Siqueiros - Anécdotas personales - Respetar y aprender

Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in | Posted on 15:19



Ulises Petit de Murat

http://es.wikipedia.org/wiki/Ulyses_Petit_de_Murat
http://www.sololiteratura.com/ulysespetitdemurat.htm
http://www.cinenacional.com/personas/index.php?persona=9018





Bitácora en base a los siguientes comentarios en 1 a 3 de mí cuenta Capiscum del diario La Nación

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1253872



1.

Seguramente Siqueiros eliminó todo rastro de su historia Argentina por el inmenso dolor que le produjo su estada aquí. Botana, le hace el encargo del mural para que Siqueiros no se vaya de Buenos Aires.


Natalio Botana se había enloquecido con la mujer de Siqueiros y tenerlo encerrado en el sótano, mientras la seducía, como lo hizo, era la forma ideal de lograr sus fines.


Es una historia muy conocida que no se menciona en el artículo y es el quid del por qué existe ese mural en nuestro país.


Hace muchos años fui invitado a esa casa y pude ver el mural que, viene a nuestra costumbre, quedó totalmente olvidado y a la suerte de los diferentes dueños del lugar hasta que uno se dio cuenta de su valor (en dólares) y proyectó exportarlo con la suerte que todos conocemos, donde el gobierno de aquel entonces, ante la presión de los sectores ligados a la cultura que jugaron un papel más que importante, para no perder una vez más, patrimonio cultural. Traté al inmenso de Ulises Petit de Murat.


2.

Ulises, que fue periodista del diario crítica, de este mismo diario en colaboraciones varias si mal no recuerdo artículos escritos por él leídos en mi más tierna adolescencia, me confirmó esa historia ya mítica.


A propósito de Ulises, fue una de las personas más bellas que conocí en mi vida, animoso, generoso, muy gracioso y lleno de anécdotas.


A él se le debe tantísimos libros y adaptaciones para el cine, aparte de los que escribió como propia literatura.


Participó activamente en la tarea casi fundacional de nuestro cine, La Guerra Gaucha lleva su sello en la adaptación del libro de Leopoldo Lugones, dicho guión fue escrito conjuntamente con Homero Manzi, ¿qué tal?, gente pobre de ideas la de ese tiempo, ¿no?


Tiempos maravillosos donde los artistas de diferentes ramas se juntaban y compartían en una vida tanto diurna como nocturna, activa y productiva.


Otro Buenos Aires, sin tanto malandra suelto, con luces de noche interminables y luces en la cabeza, que es lo que mucho importaba.


3.

Periodista de época donde el periodismo era otro, sentarse en una redacción era un honor, la que a Dios gracias conocí, no se me irá nunca de la sangre la de este diario, historia familiar, el olor a pucho, los nubarrones que envolvían a aquellos periodistas a los que mi infancia veía como dioses, olor a linotipia, luces amarillas, paredes verdosas de esa sala caliente que era un pozo, recuerdo el viejo edificio que exploraba con hambre de niño que descubre un mundo fantástico (estruje cordial), que merecería película propia, como la vida de Ulises, que tanto produjo y raramente es mencionado.


Anécdota de Ulises contada por él a mí, en conversación personal:


Contaba que debían cubrir a veces alguna muerte, entonces iban a la casa de la viuda con el fotógrafo, ¡cómo relataba Ulises!, uno distraía a la viuda, el otro sustraía un portarretrato con la imagen fotográfica del finado, já! “al otro día esa era la foto que salía en el diario” (de cuando trabajaba en Crítica)


Me he dado cuenta que voy descargando data personal, de a poco, una especie de biografía que nadie sabe enteramente, mis hijos menos, el día que ya no esté y se encuentren con pilas de escritos y recuerdos y alguien deba ordenarlos, por lo menos tendrán una guía. Pero los hijos tiran todo, lo he visto muchas veces. Las cosas hay que hacerlas uno, uno solo como nace, uno solo como lucha, uno solo como se muere.


Si no lo hiciera así, en breves anecdotarios, nunca me pondría a escribir y menos un libro sobre mí.

También se que puede llegar a ser, alguna cosa de las que digo, una guía para alguien que le venga justo, una frase feliz o un relato, que lo necesite en ese preciso momento, en esa conciencia también lo hago.


Quiero agregar a este comentario que hice en el diario, esto para mi blog, en el periódico La Nación, siempre hay un límite de 1000 palabras por entrada, que no es poco, pero mis comentarios que me remueven recuerdos de la bella vida que he tenido, más allá de dolores e incidentes, muy premiado por tantas situaciones y seres bellos que me agraciaron, siempre me son insuficientes mil palabras en tres o cuatro entradas, para ocasiones como ésta.


Es importante para mí decirlo. En esa época me acercaba a estos inmensos, me cruzaba, mas que buscarlos, por ser más propio, con un respeto que los miraba como seres de otro mundo.


No sé por qué le daban bolilla a un pibe de 16 a 18 años como después me siguió pasando, recuerdo una frase de Juan Carlos Zorzi, pianista, compositor y director de la Sinfónica Nacional entre otras, yo había trabajado en su casa como carpintero, tendría entre los 23 a 25 años, fue un trabajo que duró unos meses, maravilloso, pues tuve la oportunidad de convivir con un gran artista como fue Juan Carlos y con maravillosa gente, recuerdo muy bien a su adorable mujer, los ensayos con las cantantes líricas en su casa, el piano sonando, una belleza!.


Pasaron muchos años, un día, ya grande, nunca olvidado de él lo llamé para contarle mi presente e invitarlo a ver una muestra que estaba haciendo en el Deutsche Klub de Buenos Aires a la que vino generosamente, hablamos de hacer una muestra juntos inclusive, que su muerte truncó, pues estaba acordada y ambos éramos gente de palabra.


Nunca olvidaré su primer comentario telefónico ante la sorpresa de mi llamado, ya que no soy nada cholulo, más bien discreto, nunca molesto a la gente que está muy ocupada en cosas siempre importantes, “con Lidia (su mujer) siempre hablábamos que usted era un artista, qué alegría que me da el saber que se ha encaminado, claro que quiero ir a verlo”


Los artistas vemos la marca en otro artista, porque el artista no elije serlo aunque deba hacerlo para confirmarse, soy un convencido de que es un signo, se nace, padecemos karma y lo aprendemos a gozar no sin sufrimiento, de otra forma no me explico que personas como Ulises Petit de Murat hayan ocupado su tiempo en un adolescente de 17 años que soñaba escribiendo pero aún no tenía la más menor idea de cómo encaminar ni cuál su destino.


Recuerdo a Ulises, pues en mi infancia leía biografías de grandes artistas y personajes históricos, eso me inspiraba mucho, yo veía que mis sueños eran posibles y ellos me enseñaban el cómo se hace.


Entonces, en mi adolescencia, cuando tenía la oportunidad de estar cercano a esos maestros, los veía como ha dioses y los trataba con inmenso respeto pero aún no los veía encarnados.


Por eso la anécdota que Ulises me contó, más su carácter de tipo macanudo, abierto, gracioso, entusiasta, me dio la carne de lo humano, que me permitía sacarlo del pedestal y verlo como persona, “una persona común que hacía cosas extraordinarias” (amo esa frase)


Pero lo que quiero marcar, es ese respeto que siempre tuve, hoy cualquiera le discute a cualquiera, siempre los hubo, no es nuevo, pero sé que es una de las cosas que me abrió muchas puertas, respeto sin falsía que en un tono político y diplomático se desvirtúa en falsía, yo decía lo que pensaba, pero no hablaba mal de los demás para pensar, inventaba, hablaba de lo que sabía, de mis lecturas que atravesadas en mi me hacían percibir y visualizar algo que me diferenciaba y esta gente generosa recogía para darme auxilio y una mano, una señal, que me encausara.


A veces veo gente que se acerca a gente notable, que lo es por suma en suma de esfuerzo, trabajo, demostración concreta y real de capacidad en el contenido, y los jóvenes y los no jóvenes los tratan de forma tal que no demuestran conciencia de con quienes están tratando, lo que es no tener respeto.


El respeto primero, para aprender, para el amor, para querer, para tratar, el respeto primero, no como una forma del modo que trata de aparentar un algo que en lo profundo no existe, sino como el resultado de ese sentimiento profundo de reconocimiento del otro.


Lo he visto mucho en otro y lo he padecido indecibles veces, el no ser ubicado, agradecido, solidario.


Estoy en contacto con jóvenes que viene a verme y me doy cuenta que no entienden nada, que están empantanados algunos y dándose cuenta no quieren salir, quieren todo gratis, no son capaces ni de traer una galletita, quieren extraerte lo más que puedan, o simplemente pasar un momento con un “señor interesante” por salir de su aburrimiento, y uno sale de sus actividades y no se dan cuenta del valor del tiempo del otro y no lo valoran.


Así es como cierro puertas, pues como las abro, las cierro, tengo demasiado por delante como para gastarme en quien no se gasta ni gasta ni se esfuerza.


Pero me sigo dando, le doy la oportunidad a otros como fui premiado por esa oportunidad que me dieron pero que básicamente me di, pues yo siempre puse todo de lo mío, no era ni soy una máquina de sacar de nadie, no soy un utilitarista, no veo en el otro alguien de quien aprovecharme en un mal sentido.


Aprovecharlo por aprender e intercambiar sí, por eso amo la palabra co-respondencia, correspondencia, corresponder, pero para ver que se le puede robar o sacar como ventaja al otro, nunca, no soy un ventajero, los ventajeros son ignorantes vocacionales, cosa en la que no me incluí ni me incluiré nunca.


Uno persona con contenido, cuando le abre la puerta a otros, que se están haciendo, le está haciendo una señal que llama a la inteligencia y a la sensibilidad, no veo eso conciencia en muchos, como creo que debe haber sido siempre, por eso hay pirámides, por eso escalas del mérito.


No hablo de nada que me esté pasando y me tenga dolorido en el ahora, hablo de algo que veo, a lo que debo sujetarme para saber a quién doy mi tiempo y a quien no, así de simple, que es algo, que en cierta medida, hacemos todos por motivos diferentes. Mis motivos, me parece, son más que claros.


Justamente, los problema surgen de ello: La Falta De Claridad.




Ricardo Marcenaro







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