Cuba: Cultura del Tabaco - Don Alejandro Robaina - Reportaje revista Bohemia de Cuba - Ricardo Marcenaro bitácora

Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in | Posted on 19:56

Don Alejandro Robaina



Quiero que presten mucha atención a este reportaje que les presentaré luego de unas palabras que me quiero echar.

Este señor que desgraciadamente ha fallecido el día de ayer, es un especie de Mozart de la tierra, de saber prepararla, enriquecerla, que es conocerla, de saber establecer un dialogo con las plantas, escucharlas, saber que se necesita para que ellas le den lo buscado, alegres, sin trauma, de experimentar durante toda una vida métodos adaptativos para los cambios de clima que se han provocado, de saber hacer especies mejores, probando cruzas, semillas nuevas, de lograr por todo esto las “capas” mejores del mundo.

La capa es la hoja fina que recubre el habano, en rigor, aquella que lo lía, es como si fuese el papel de un cigarrillo, solo que de tabaco.

No es cualquier cosa, la hoja debe ser muy fina, elástica, resistente, requiere una humedad y estacionamientos muy sutiles, es un tipo de hoja totalmente diferente a la que tiene en el interior el tabaco o habano, que es de grosores diferentes, según tipo, calidad, sabor que se busca.



Que me tengo que prender un tabaco para escribir esto, lo aspiro, está viejito, me lo regaló mí Poroti, quien fuera mi pareja, Cubana de pura cepa de nobleza de ser humano, nunca una pelea, un disgusto, una mala contestación, una mujer extraordinaria, a tú salud y a la de Don Alejandro pues.

En Cuba se le dice tabaco a lo que fuera de ella se conoce como habano, eso para que lo sepan todos, que los amigos cubanos muy bien me han instruido en temas de costumbres, lingüística, particularidades que tiene cada pueblo, como lo hice yo con la que hoy es mi adorada amiga, a la que no puedo nombrar, pues es una dirigente.

En política siempre supieron que soy un libre pensador, no sujeto a ideología alguna, tomo lo bueno y lo que considero útil de cada una, siempre les fui sincero con eso y los fanatismos o las ideas encerradas, no me gustan. Eso tanto para la izquierda, la derecha, el centro.

Mi tabaco está exquisito, más lo aspiro, más lo gusto, al gobierno cubano el día que me lo acepten, le donaré una de mis obras y de las mejores, acumulo una deuda, en Cohíbas, Partagás, Selectos (que esos son muy baratos, los que fuma el pueblo, que son riquísimos también, amo el tabaco cubano), ron blanco, mojitos, y ron siete años, el mejor, que si sumo, les debo fortunas y la fortuna de haberme tratado con gente hermosa que conocí y que no nombraré tampoco.



Don Alejandro Robaina, era el hombre más importante dentro de la cultura del Tabaco, el veguero más notable, su finca, produce el 80% de las capas de Cuba, en 16 hectáreas, no es poco, hay que ser muy eficiente en una cultura que sin duda puede clasificarse dentro del arte, pues cada tabaco o habano, según se lo componga, como una melodía, expresará a través de su orquestación, las diversas excelencias que puede, tan amplias como gamas musicales existen y más, pues siemre es libre de crearse una nueva.

A mi me encantan, de los que conozco, que tanto no conozco ni he probado, para mi desgracia, los Partagás, los que fumaba tenían unos 13 centímetros de largo y unos dos de grosor, me gustan porque su sabor es intenso, como si en el vino habláramos de un oporto, lleno de notas, como me gustan las cervezas artesanales bien oscuras, siempre más engamadas, con más regustos que van quedando en la boca y por escalas aparecen y desaparecen, extendiendo el placer de darse a algo.

El Cohíba es más liviano, como si se hubiera pensado más para la exportación, para gustos no acostumbrados a la intensidad, bueno, yo soy una persona intensa y puedo decir que a muchos les impresiona la intensidad, la desean, pero luego no pueden con ella, con los sabores pasa lo mismo, olerán con placer un Partagás, un cigarrillo negro cubano, argentino o turco (excelentes), una cerveza oscura, un vino denso, pero fumarlos o tomarlos y saber hacerlo, es ya para pocos. Mejor para el club, no hay problema.
   


Aquí el único reportaje que hay de Don Alejandro Robaina, un hombre sencillo, encantador, humilde, sabio que a los amantes de lo bueno, nos dio todo:

Corresponde a este link de la revista Bohemia, de Cuba:






ALEJANDRO ROBAINA
El tabaco no tiene secretos
Para este agricultor la producción de puros cubanos está en el
cuidado de la tierra
Por: VLADIA RUBIO y KATIA MONTEAGUDO (nacionales@bohemia.co.cu)
Fotos: JUAN CARLOS GORTT (foto@bohemia.co.cu)
(22 de julio de 2008)
Alejandro Robaina en una vega
Desde 1845 los Robaina se asentaron en los
llanos de San Luis, en Pinar del Río, para
perpetuar el oficio y el apellido
(FOTO: OSCAR SÁNCHEZ)
A Alejandro Robaina nunca le falta un buen puro torcido a mano, ni un sombrero de yarey para coronarle el rostro, tan surcado como su propia vega. Desde hace más de 70 años en las Cuchillas de Barbacoa, en los llanos vueltabajeros del municipio de San Luis, en la provincia de Pinar del Río, aprendió el hábito y el arte de cosechar exclusivísimas capas para la confección de famosos habanos cubanos, siguiendo la tradición que su padre y abuelo canario impusieron desde 1845.
“Veguero nací”, dice, mientras se balancea en uno de los sillones de su casa y aspira el humo del segundo tabaco del día. Se toma unos segundos para degustar el aroma, y comienza a hilvanar trazos de su vida. Comenta que de niño siempre tuvo un don especial para el cuidado de la tierra y los animales.
Ya no cabalga. Nunca les puso nombres a sus caballos, pero respondían al chiflido con que los convocaba. Dicen que cuando camina por el jardín de la casa, las gallinas lo persiguen como imán, al igual que un perro viejo que lo acompaña por cada rincón de sus 16 hectáreas dedicadas al cultivo del tabaco, y en las que anualmente se producen capas para cubrir entre ocho y diez millones de puros, entre los 100 ó 160 millones que el país fabrica por año.
En reconocimiento a su labor, hoy es el único veguero cubano que en vida le ha puesto su nombre a una de las marcas de habanos Premium que Cuba exporta para más de 120 países. Las seis vitolas de sus Vegas Robainas, son tan reconocidas como las de Cohíba, Partagás o H. Upmann.
Como Embajador del Habano, título con el que también se le reconoce, en los últimos 20 años de su vida ha visitado las pirámides de Egipto, la Torre Eiffel, la Puerta de Alcalá, las ruinas del Circo Romano, las Torres Petronas, entre múltiples lugares hasta donde ha llegado para hacer valer la autenticidad de los puros de esta Isla.
Robaina fumando uno de sus puros
Hace 80 años que fuma tabaco,
gusto que comparte con no
pocas celebridades de hoy y
de siempre como el genial
Mark Twain,
Sir Winston Churchill,
Sigmund Freud ,
Francis Ford Coppola,
Robert DeNiro,
Demi Moore
y Whoopi Goldberg,
entre muchas más
Variadas publicaciones de Cuba y el mundo lo han entrevistado, pero siempre aclara que a la fama no le hace caso. En España compartió una portada con Julio Iglesias. En una de las más recientes ediciones de Gentleman le fueron dedicadas varias páginas de la revista, con similar destaque que a Brad Pitt y George Clooney.
“Si mi trabajo me ha puesto en el lugar de los hombres más elegantes, bueno, parece que eso es cosa de la naturaleza. Cuando nuevo no tenía dinero ni para tirarme una foto”, dice y vuelve a aspirar su buen tabaco, torcido a mano por una de sus nietas.
Robaina explica que el mundo del habano es de los millonarios porque ningún pobre puede pagar 50 dólares o más por uno. “Sinceramente, me siento a gusto con la gente sencilla”, apunta y nos incita a un diálogo a seis manos, mientras envuelve al auditorio con el aromático humo que expira.
—¿Fama o respeto?
—Lo segundo. Me lo he ganado con trabajo. Mi mejor cosecha fue en medio de la plaga del moho azul en los 80, y le sigue la de este año; incluso, con el clima en contra.
—¿Quién fue su maestro?
—Todo lo aprendí de mi padre. Fue el mejor productor de tabaco en el año 1952. Tengo el pergamino que lo acredita. Por los años 19 y 20 hizo aquí las primeras terrazas. También, el ensarte bocarriba, y estimuló la siembra de tabaco con agua.
—¿Cuál es el recuerdo más remoto de su niñez?
—Yo criaba gallinitas quiquiriquí, y me pasaba todo el día tirándoles piedras a unos plátanos que eran morados, y yo creía que estaban maduros. Prácticamente no fui a la escuela. Llegué hasta tercer grado, pero fui una de las primeras personas que empezó a alfabetizar en Cuba. Diez años antes que Fidel.
“En una casa de tabaco puse unos bancos; cogí un cartón y lo pinté de prieto para la pizarra; también busqué yeso para las tizas, unas libretas… A los cuatro meses levanté una escuela de mampostería. Allí se reunieron 60 muchachos. Al año siguiente tuve que irme al Cuyaguateje y comprar guano y madera para levantar otra. Luego el Estado se hizo cargo.”
Robaina con una hoja de tabaco
La calidad de la hoja
que cultiva es el sello
que lo distingue
—¿Cuándo fue por primera vez a La Habana?
—Fui con un grupo para ver un campeonato mundial de boxeo profesional. Ese día llovió mucho y no se pudo hacer la pelea hasta el siguiente. Ganó un cubano llamado Kid Gavilán.
Dicen que hay Robainas para rato
—Tuve cinco hijos. El mayor ya falleció. Tengo 10 nietos y 12 biznietos. Quiero llegar a los 120 porque tengo tanta familia, tantos amigos, que quisiera durar para ver lo que ellos van a ser.
—¿Qué significa para usted ser cubano?
—Lo mejor de la vida.
—¿Por qué?
—Porque ahora tú puedes llegar aquí y me dices que quieres quedarte en la casa. Y si yo no tengo cama, te puedes quedar a dormir sobre una colcha en el piso, y ni las hormigas te pican. ¿Quieres una cosa más bonita que esa?
—¿Y las cubanas?
—Son muy hermosas.
—¿Se considera machista?
Robaina perforando un tabaco
Prefiere usar siempre un perforador
—No, no. Lo más que respeto es a la mujer. Es la que de verdad pasa trabajo. Deberíamos cuidarlas como a santas. Son los seres más inteligentes que hay en el mundo. Solo una mujer es capaz de sentarse en un banco y separar por tamaño, color y textura 40 clases de tabaco. Lo que tienen en la cabeza es mucho.
—¿Qué es lo que más le gusta?
—El cultivo del tabaco. Es mi vida. También estar con mi familia y mis amigos. Me gustan las cosas históricas, como aquel molino que ya tiene cien años, con un motorcito de 1918.
—¿Hay algo que no ha hecho en su vida?
—No canto, nunca me he bañado en el mar; ni me he puesto camisas de mangas cortas. Tampoco he usado zapatos sin cordones; ni me pongo calzoncillos atléticos, porque me amarran mucho.
—¿Cuándo fue la primera vez que montó en un avión?
—Cuando fui a España hace como 20 años. Me gusta viajar, pero ya estoy un poco limitado.
Robaina muestra una hoja de su cosecha tabacalera
El tabaco cubano constituye todo un símbolo
de jerarquía dentro de la industria de la hoja,
debido a la combinación de suelo, clima y
experiencia de sus productores, explica Robaina
—¿Se pone nervioso cuándo va a hablar en público?
—Como si estuviera en el portal de mi casa. En Suiza fui a una conferencia de prensa con 20 periodistas, y uno de ellos me preguntó por qué al tabaco toscano no lo pica el bicho y al cubano sí. Como un rayo le contesté que el bicho no come mierda. Mi respuesta salió en todos los periódicos.
—¿Pensó cuando muchacho que su vida iba a ser esta?
—¡Qué va! Mi primer sueño fue comprarme un caballito, y luego una bicicleta.
—¿Y luego?
—Después quise comprarme un yipecito, y tuve un Mercury muy bueno. Más tarde un Plymouth, hasta que Fidel me regaló el Lada. Bueno, no me regaló nada. Me costó 12 pesos, porque yo pago la chapa. Y fue el premio de un fórum de ciencia y técnica.
—¿A qué edad comenzó a fumar?
—A los nueve años. En la mesa del comedor mi papá tenía siempre tripas de tabaco envueltas en papel encerado, y las capas dentro de una lata. Muy de madrugada me levantaba junto con él y lo ayudaba a torcer la fuma de los trabajadores, pero escondido siempre guardaba alguno. La primera vez cogí tremenda borrachera. La pasé en una casa de ensarte para que el viejo no me viera.
Caja
 de tabacos de la marca Vegas Robaina
La marca Vegas Robaina está
incluida entre las 30 de habanos
Premiun que Cuba posee y
comercializa con más de
300 vitolas o formatos
—¿Tiene alguna costumbre?
—Me gusta usar el perforador. Tengo una fosforera muy vieja, con cortadores. Tengo otra de la marca Dupont, de oro, pero no la utilizo porque no uso prendas.
Pero fumar daña la salud y usted quiere llegar a los 120.
—Depende, si son Robainas… En Alemania tuve que dar una conferencia sobre eso, porque hay una campaña antitabaquismo. Ahí expliqué que el triunfo del habano cubano está en la manera natural con que se trabaja, en el abono ecológico que se le echa. Es un proceso muy largo, completamente manual. Está mal fumar cigarrillos, sobre todo por el papel. Es mejor que lo jóvenes fumen tabaco, y no marihuana.
—¿Lo principal para el tabaco?
—El cuido de la tierra. Hay que amarla y hacer bien las cosas. Las hojas de todo San Luis y San Juan y Martínez no saben igual a las del resto de Cuba, ni a las cosechadas en otras latitudes del mundo. Eso se debe a que el campesino cuida la tierra con materia orgánica. En el tabaco no hay nada escondido.
—¿Ha hecho algún cambio en los cultivos?
—Todos los años hago un experimento con nuevas semillas y si sale buena, se tiran al mercado. Hoy hay unas tecnologías muy buenas. Desde hace 20 años vengo hablando del cambio climático, que le hace mucho daño a este cultivo. Ya las fechas están corridas. Ahora hacemos semilleros en bandejas de poliespuma aéreas. Ahí se puede trabajar en corbata. Ya no hay que agacharse. Tenemos el fertirriego, casas de cura donde se le puede controlar la humedad.
Alejandro Robaina leyendo una revista BOHEMIA
Desde niño hojea las páginas de la BOHEMIA
—¿Alguna vez habló con Fidel?
—Tuve una discusión con Fidel. El quería que las tierras de tabaco estuvieran en grandes cooperativas, y que yo fuera presidente de una. Pero el tabaco tiene que ser familiar. Estuvimos discutiendo 32 minutos sobre el asunto. Lo último que me dijo fue: “¡Carajo, qué viejito este!”. Nos vimos otra vez en Tropicana, en la clausura de un Festival del Habano. Me subieron al escenario junto con él. Y yo le digo: “Comandante, la primacía que tenemos en el mundo no la podemos perder”. Entonces, me tiró el brazo por encima y me dijo: “Vamos a conversar de eso, pero aquí no podemos”.
—¿Qué es el amor para Alejandro Robaina?
—Lo más grande. Sin amor nada sale bien en la vida.
—¿Qué hay que tener para ser un hombre de éxito?
—Ser cumplidor y trabajador.
—¿Y para ser elegante?
—La naturaleza
—¿Le gusta ver televisión?
—Especialmente la gimnasia rítmica. La pelota también.
—¿Escucha música? ¿Es cierto que conoció a Ricardo Arjona y a Sting?
—Me gustan las canciones viejas. No el brincoteo de ahora, ni los cantantes mal vestidos. Arjona estuvo en esta casa. A Sting lo conocí hace como 12 años, en España, con el rey Juan Carlos. Vino a mi mesa para que yo le firmara un autógrafo. Yo no sabía quién era en ese momento.
Valle 
de Viñales, en la provincia de Pinar del Río
El 70 por ciento del tabaco que se produce en
Cuba se cosecha en Pinar del Río
(FOTO: E. M. CONDE)
—¿Lo visitan mucho?
—Me han visitado muchas personalidades, y siempre tengo amigos y familiares en esta casa. García Márquez se pasó un día entero y me dijo que fue uno de los más felices de su vida. Almorzamos y cenamos juntos. Hablamos de muchas cosas. Hasta aquí llegan un montón de turistas, pero a veces me tengo que esconder porque no puedo trabajar. Una vez una periodista italiana vino aquí y me dijo que yo vivía en el culo del mundo.
—¿Y usted qué le contestó?
—Sí, pero no hiede.
—¿Cuál es el lugar que le falta por ver?
—China.
—¿Hay muchos dispuestos a seguir esta tradición?
—Todo el mundo se ha ido, pero yo tengo a mi nieto Hirochi Robaina. Desde hace diez años está en la vega conmigo. Primero se hizo tabaquero en las fábricas de H. Upmann y Partagás, en La Habana. Ahí es donde se aprende de verdad. Para el veguero todas las hojas son buenas.
“En las últimas cinco cosechas Hirochi ha estado al frente de casi todo. Ya no lo llevo tan recio. Nada más de mirarlo ya él sabe lo que quiero. Llevamos dos años en el primer lugar. Y este estoy seguro de que vamos por la tercera vuelta. Tenemos para aportar del 75 al 80 por ciento de las capas de exportación en la provincia.
—¿Cómo le gustaría que lo recordaran?
—Como lo que soy. Un campesino humilde










 Ricardo Marcenaro
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