Diario Amorfo 3 - Ricardo Marcenaro texto

Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in | Posted on 16:48







El atardecer del día quinto.
Gato desaparecido por la mañana hasta la tarde, luego lo encuentro en un gran colchón de hojas de alcanfor que se secan al sol, en unos meses será exquisita tierra y que ahora le hacen nido perfecto, al regresar lo entro, tiene frío y quiere mimos, se los doy, le hago sentir que lo quiero, afirmación que a todos nos hace sentir seguros.

Cae la tarde, ya casi noche, por la puerta estarán pasando los vecinos que regresan del trabajo, cansados de la molicie ciudadana, con la esperanza del descanso y del cariño, con el alimento de volver a lo íntimo.

Por la tarde vi en la calle un grupo de muchachos, su ropa sucia, en general deportiva, todos llevaban una bolsa plástica llena de pan, todos venían masticando mientras alguno decía algo en voz alta, sus caras reflejaban la miseria en la que habían nacido y eran criados, la carne magra pegándose al cuerpo, la mirada perdida de aquellos que recorren la sórdida escala de los pegamentos, la pasta base, el paco, el alcohol y las pastillas, sus palabras se arrastraban confusas, solo ellos se entendían, la gente evitaba mirarlos, los miré a los ojos, sentí ese túmulo doloroso de la miseria presente, indiscutible como un cachetazo, recuerdo de inmediato a mi hermano que en este momento está en la India y siente ese dolor aumentado por millones, no vivimos ni edificamos sociedades justas porque personalmente y grupalmente no somos justos, ni siquiera, existe serlo en el general de la gente, el egoísmo reina, tiempo de personalismo, de ya y ahora.

Espíritu falta, volver a tender puentes que desde el alma salven esta forma salvaje de vivir desalmados, heridos, agazapados, desconfiando de todo, maleducados por los medios que prefieren una demagogia fornicante, de mal gusto y modales… Espíritu, esa cosa que no es mercadería ni se toca, por lo tanto, no tiene marketing y nadie lo auspicia.

El estilo se ha convertido en stylish (aludo a lo banal de acentuar el afuera sin el adentro), estilo emanante por estilo mascarado. Monos y monas, sedas y quedas.

Tenemos lo que merecemos y aquello que no merecemos también nos lo es provisto, todos buscamos estar a salvo de algo, y no estamos a salvo de nada. El que hoy se ríe de otro, mañana llorará por sí mismo, solo hay Leyes y la no ley de las leyes: la suerte.

Mi gato no resistiría el Tíbet, hemos luchado un par de horas por la ocupación de mi falda, por fin he triunfado luego de advertirle con el dedo señalante que el edredón sería su territorio, ya duerme, su madrugada es vela en sueño.

Las semillas se acumulan, sigo agrandando mi colección, no desprecio el yuyo discreto que tenga flor apreciable, también seco flores de otra especie que engomadas de luz reposarán un par de meses hasta llegar a los frascos donde seguirán haciéndose, tornando color y sabores, madurando la gracia de sus giros.

Escucho la radio, amo hacer radio, es un medio mágico, la buena radio es bellísima y hace mucho bien a muchos, igualmente no desprecio nada, de aquello que más nos repugna siempre pescamos algo que nos enseña, solo hay que estar atento, no uso la radio para dormirme despierto ni para dormir durmiendo mis sueños, los  que prefieren silencio o el canto de la lluvia.
Muchos escritores escriben con la radio, otros lo hacen con música a todo volumen, como si necesitasen un campo de aislación que ponga la mente a relatar aquello que se quiere decir en el cómo surge, ese ruido en el que otros no podrían pensar es el ritmo en que ellos piensan. Una velocidad de relaciones, un fluir sin ser interrumpido los domina, es la concentración conectada desde lo profundo y atravesada por lo alto, en el caso, la radio también es tabique con el afuera.

Mi amigo Luis hace una cerveza esplendorosa, por culpa de él dejé de tomar cervezas comerciales, actualmente los alcoholes no están en mi menú diario, té o mate cocido todo el día, prefiero las cervezas más oscuras, las que quedan hablando largo tiempo en la boca, revelándose. En el gusto los tostados cortinan los grados de los tuestes del grano que a través de sus capas nos muestran navegantes armonías donde todo circula maduradamente.
La cerveza comercial da dolor de cabeza, los conservantes sobre todo son la causa, en las cervezas naturales que hoy son llamadas ecológicas eso no pasa, las cervezas de Luis van de los 4 a 7 grados, las hay de más también, no tienen un efecto deprimente como pasa con las cervezas comerciales que en general están hechas de arroz y no de cebada, no se puede comparar calidad de lúpulo, procesos saborificantes, escalas que permiten cuidados que completan mejormente los gustos, y la mano de obra excelente del maestro, como lo es Luis.

¿Para qué escribo esto, a quién puede interesarle este pastiche de pensamientos sueltos que buscan ir a ningún lado?

Los cambios traen limpiezas, -descargar atavíos inútiles-

No sé quien soy, ni sé lo que quiero, simplemente soy, simplemente quiero, mucho.

Amo la diseminación que sucede en mi cuerpo descerrajada por el placer de aquello que se nos hace entero, así el cuerpo del otro es un manjar amado que se brinda sin medidas, pero: sometido a la sabiduría de las escalas.

El primer libro que me regalaron, fue mi padre, (me eduqué entre gran cantidad de ellos por la poblada biblioteca que continuo incrementando, por lo que la infancia estuvo llena de su contacto), fue La Genética de Christine Auberbach, en mi temprana adolescencia, de los 10 a 13 años debe haber sido, quizás unos años antes, lo leí con fascinación tratando aplicadamente de entender los fenómenos que se me explicaban, no era un niño muy normal que digamos, eso no hacían los otros niños que preferían a lo sumo las revistas de cómics que a nosotros nos estaban prohibidas, todos estamos condenados a ser diferentes, algunos más que otros, el desarrollo personal alejará y acercará muchas veces lo indicado y aquello que no.
Se me cruzó por la mente que llevar libros al campo era llevar cadáveres que nadie querría, una ilusión ilusa de ilusión me hace pensar deseando que en lugares desventajosos, por encontrarlos, serán apreciados, pero no me engaño, en todos los lugares los humanos quieren televisiones o aparatos electrónicos que los comuniquen en una forma que fascina por lo directo y espontáneo. Elaborar demasiado, conocer mucho, desarrollar espiritualidad, no son valores que importen demasiado en la actualidad, nadie enloquece ni hace colas por ellos.

RM





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