Percepciones: Parte 3 - Ricardo Marcenaro bitácora
Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in Percepciones: Parte 3 - Ricardo Marcenaro bitácora | Posted on 4:01
Percepciones 3
Todas las definiciones en las diferentes áreas de la percepción citadas en la parte primera de Percepciones correspondientes al texto de Wikipedia que decidí usar por ser popular, de complejidad menor que alguna netamente científica, hablan claramente de un desplazamiento de energía.
Desplazamiento de energía del sonido en el aire para oír, desplazamiento de energía a través de los nervios por medio de señales, y así aplicamos a los demás sentidos, de hecho, energía que se desplaza en el cerebro para cualquiera, por lo tanto, irradiante, mesurable aunque aún nuestros métodos científicos para hacerlo sean más que primitivos.
Cualquier médico o científico honesto dirá que nos manejamos aún en la ignorancia más elemental, respecto a la vastedad de conocimientos por saber que tenemos por delante, de eso, ni la menor duda. Sí sabemos más cada día, nada más que eso.
Hace treinta años, la mayoría de las operaciones cerebrales tenían un porcentaje elevadísimo de muerte.
Hace cincuenta años, se practicaban lobotomías como paliativo a ciertos procesos vinculados a la locura que hoy se enmiendan con medicamentos.
Volvamos a las emisiones, hoy se mesura la actividad eléctrica que existe en el cerebro, gracias a eso, ha podido localizarse por correspondencia de estímulo, funciones que tienen sectores de la masa cerebral.
Cada vez se avanza más, se sirve de estos datos, por ejemplo, para reactivar funciones como el oído y la vista, mediante de excitadores-traductores de señales, así niños sordomudos están pudiendo recuperar parte de sus funciones gracias al implante coclear.
Sabemos que percibimos señales hasta un grado, nuestro olfato es menos sensible que el de un perro, un tigre…, eso lo sabemos todos, sabemos que podemos percibir la energía de alguien que está cerca de nuestra espalda, no le pasa a todos, pero le pasa a bastantes, sabemos que podemos percibir un accidente a distancia, son múltiples los testimonios de padres que han sentido el impulso inmediato de salir corriendo a auxiliar a sus bebes recién caídos de una cama.
Nadie nos enseña esto, la educación que recibimos está dedicada a formas sociales que quieren regular nuestro comportamiento social a través de modos que tratan de alejarnos de nuestra básica animalidad, haciéndonos ver que esta característica no corresponde a una “persona educada”, por persona educada entendemos primeramente, si se nos pregunta, a aquella persona que por sus modales, comportamiento y conocimientos (escolásticos-enciclopédicos) tiene la habilidad de manejarse “correctamente” en sociedad.
No entraría en esa clasificación que podamos desarrollar el olfato de un perro, el instinto o las reacciones de alguna especie que no sea la nuestra pero que sería deseable y positivo que la tuviésemos y no sabemos hasta dónde podríamos desarrollarlas si nos exigiésemos, pongamos por ejemplo la habilidad que tiene un gato de caer bien, la rapidez de sus movimientos, su sigilo.
Ahora bien, si un padre puede sentir que su hijo tiene un accidente a distancia, ¿por qué no hemos aprendido a aprenderlo? Y luego, logrado esto, a enseñarlo. La realidad es que aún hoy, a pesar de saberlo, es un misterio y la sociedad parece querer dejarlo ahí, como si esto fuera una característica oscura de nuestra civilización, no propia de “gente educada”.
¿Qué no se nos ampliaría si pudiéramos educarnos intensificando esta forma de percepción que ante la emisión de un querido se alerta?
Hagamos notar, que esto paso con un amado, con alguien “unido” en nuestro afecto.
Nuestro afecto es más bien un desastre, ¿quién lo educa?, ¿son tan buenas y certeras nuestras comprensiones y comportamientos que no necesitan de un desarrollo más específico e intenso?, ¿no definimos al amor y los sentimientos de una forma más bien exteriorizada de la interioridad a través de una construcción cultural, dialéctica, pseudo científica que no resuelve las conflictivas que el afecto, su aplicación, práctica, nos provoca? Pues si tan resueltas las tuviéramos, precisadas y definidas, no existirían tantos conflictos a su alrededor y en su interior, en el uno y en la relación con lo otro.
Hay un hilo que aún no sabemos qué es, que nos une a los humanos, algunas personas tienen una muy somera disposición a percibirlo, o por lo que llamamos don o por autoeducación con limitada suerte.
Un ejemplo personal:
Me ha pasado varias veces que esculpiendo percibo la energía de otro.
Trabajo despojado, necesito estar solo para hacerlo, que mis circuitos no sean interrumpidos, es como si me descascarara, que es sacarme las protecciones que todos portamos socialmente, caminar atendiendo a algún peligro en la ciudad en un estado de guardia, sería un buen ejemplo de forma que interrumpe una conexión con lo otro que personalmente necesito para esculpir, que es una energía que baja del cosmos o me rodea en el ambiente natural y salvaje en que trabajo.
Como estoy en un despojamiento total, se acrecienta notablemente mi percepción pues como digo, es lo que necesito para conectarme con “algo” que me guía.
Muchas veces he hecho esto: decirle piedra libre al que está detrás de la pared a la vez que interrumpía mi trabajo, una vez tuve un vecino honesto que se asomó y me dijo “¡¿pero cómo lo supiste?!”, la mayoría de las veces escucho huir al sujeto, tratando dejar la situación en el olvido, yo me sonrío simplemente, ya no me molesta, en una época sí.
Un día me di cuenta, porque me conecté, que tipo de cosas debía hacer para llegar a ese estado lo más rápido posible, es tan placentero, que cuanto más rápido en él, mejor.
Muchos artistas o personas del común que tengan alguna otra actividad les dirán que placentero es cuando se sienten como “posesos” o poseídos, en una alta concentración, que a la interrupción no voluntaria le sobreviene, en general, el inmediato disgusto. La irritación, algo en el cerebro, como si se mojase su epitelio en un ácido, hace que nos irritemos, tenemos un ardor que nos corta esa magia y nos lleva a la alteración y el disgusto.
El bebe mama abstraído de la madre que siente placer en darle y este a través del contacto con su pezón percibe el agrado, el fanático de futbol ve el partido de su selección abstraído en un encantamiento que lo tiene vibrando ignorante de su entrono, sumergido en el placer y la ansiedad de lo que percibe, la pareja que hace el amor totalmente enamorada se abstrae de todo lo que lo rodea y fuera de sí por percibirse dentro del otro llegan en grados de placer al éxtasis.
La condición de percibir despojados de todo, está en todos, pero nadie la educa, cada uno se la busca como la puede, cada uno queda detenido en la práctica en la que ha podido expresarse en su fórmula, la que busca repetir. Algo a lo que llamamos gusto, pero que no atrapa totalmente lo que sucede.
En todos estos “gustos”, permanecemos, nos sucedemos, cesamos de otras cosas por transparentarnos en esa sensación de agrado, pues el agrado nos hace transparentes.
¿Te acuerdas de esas cuatro palabras acciones que te pedí que pusieras en tu bolsillo en el final de Percepciones II, para ayudarte a explicarte?
De esta forma, que te ayudes a ver y ejercer más decididamente la riqueza de tu ser
Tu ser es rico, viene así de nacimiento. Desarrolla.
Ricardo Marcenaro
Todas las definiciones en las diferentes áreas de la percepción citadas en la parte primera de Percepciones correspondientes al texto de Wikipedia que decidí usar por ser popular, de complejidad menor que alguna netamente científica, hablan claramente de un desplazamiento de energía.
Desplazamiento de energía del sonido en el aire para oír, desplazamiento de energía a través de los nervios por medio de señales, y así aplicamos a los demás sentidos, de hecho, energía que se desplaza en el cerebro para cualquiera, por lo tanto, irradiante, mesurable aunque aún nuestros métodos científicos para hacerlo sean más que primitivos.
Cualquier médico o científico honesto dirá que nos manejamos aún en la ignorancia más elemental, respecto a la vastedad de conocimientos por saber que tenemos por delante, de eso, ni la menor duda. Sí sabemos más cada día, nada más que eso.
Hace treinta años, la mayoría de las operaciones cerebrales tenían un porcentaje elevadísimo de muerte.
Hace cincuenta años, se practicaban lobotomías como paliativo a ciertos procesos vinculados a la locura que hoy se enmiendan con medicamentos.
Volvamos a las emisiones, hoy se mesura la actividad eléctrica que existe en el cerebro, gracias a eso, ha podido localizarse por correspondencia de estímulo, funciones que tienen sectores de la masa cerebral.
Cada vez se avanza más, se sirve de estos datos, por ejemplo, para reactivar funciones como el oído y la vista, mediante de excitadores-traductores de señales, así niños sordomudos están pudiendo recuperar parte de sus funciones gracias al implante coclear.
Sabemos que percibimos señales hasta un grado, nuestro olfato es menos sensible que el de un perro, un tigre…, eso lo sabemos todos, sabemos que podemos percibir la energía de alguien que está cerca de nuestra espalda, no le pasa a todos, pero le pasa a bastantes, sabemos que podemos percibir un accidente a distancia, son múltiples los testimonios de padres que han sentido el impulso inmediato de salir corriendo a auxiliar a sus bebes recién caídos de una cama.
Nadie nos enseña esto, la educación que recibimos está dedicada a formas sociales que quieren regular nuestro comportamiento social a través de modos que tratan de alejarnos de nuestra básica animalidad, haciéndonos ver que esta característica no corresponde a una “persona educada”, por persona educada entendemos primeramente, si se nos pregunta, a aquella persona que por sus modales, comportamiento y conocimientos (escolásticos-enciclopédicos) tiene la habilidad de manejarse “correctamente” en sociedad.
No entraría en esa clasificación que podamos desarrollar el olfato de un perro, el instinto o las reacciones de alguna especie que no sea la nuestra pero que sería deseable y positivo que la tuviésemos y no sabemos hasta dónde podríamos desarrollarlas si nos exigiésemos, pongamos por ejemplo la habilidad que tiene un gato de caer bien, la rapidez de sus movimientos, su sigilo.
Ahora bien, si un padre puede sentir que su hijo tiene un accidente a distancia, ¿por qué no hemos aprendido a aprenderlo? Y luego, logrado esto, a enseñarlo. La realidad es que aún hoy, a pesar de saberlo, es un misterio y la sociedad parece querer dejarlo ahí, como si esto fuera una característica oscura de nuestra civilización, no propia de “gente educada”.
¿Qué no se nos ampliaría si pudiéramos educarnos intensificando esta forma de percepción que ante la emisión de un querido se alerta?
Hagamos notar, que esto paso con un amado, con alguien “unido” en nuestro afecto.
Nuestro afecto es más bien un desastre, ¿quién lo educa?, ¿son tan buenas y certeras nuestras comprensiones y comportamientos que no necesitan de un desarrollo más específico e intenso?, ¿no definimos al amor y los sentimientos de una forma más bien exteriorizada de la interioridad a través de una construcción cultural, dialéctica, pseudo científica que no resuelve las conflictivas que el afecto, su aplicación, práctica, nos provoca? Pues si tan resueltas las tuviéramos, precisadas y definidas, no existirían tantos conflictos a su alrededor y en su interior, en el uno y en la relación con lo otro.
Hay un hilo que aún no sabemos qué es, que nos une a los humanos, algunas personas tienen una muy somera disposición a percibirlo, o por lo que llamamos don o por autoeducación con limitada suerte.
Un ejemplo personal:
Me ha pasado varias veces que esculpiendo percibo la energía de otro.
Trabajo despojado, necesito estar solo para hacerlo, que mis circuitos no sean interrumpidos, es como si me descascarara, que es sacarme las protecciones que todos portamos socialmente, caminar atendiendo a algún peligro en la ciudad en un estado de guardia, sería un buen ejemplo de forma que interrumpe una conexión con lo otro que personalmente necesito para esculpir, que es una energía que baja del cosmos o me rodea en el ambiente natural y salvaje en que trabajo.
Como estoy en un despojamiento total, se acrecienta notablemente mi percepción pues como digo, es lo que necesito para conectarme con “algo” que me guía.
Muchas veces he hecho esto: decirle piedra libre al que está detrás de la pared a la vez que interrumpía mi trabajo, una vez tuve un vecino honesto que se asomó y me dijo “¡¿pero cómo lo supiste?!”, la mayoría de las veces escucho huir al sujeto, tratando dejar la situación en el olvido, yo me sonrío simplemente, ya no me molesta, en una época sí.
Un día me di cuenta, porque me conecté, que tipo de cosas debía hacer para llegar a ese estado lo más rápido posible, es tan placentero, que cuanto más rápido en él, mejor.
Muchos artistas o personas del común que tengan alguna otra actividad les dirán que placentero es cuando se sienten como “posesos” o poseídos, en una alta concentración, que a la interrupción no voluntaria le sobreviene, en general, el inmediato disgusto. La irritación, algo en el cerebro, como si se mojase su epitelio en un ácido, hace que nos irritemos, tenemos un ardor que nos corta esa magia y nos lleva a la alteración y el disgusto.
El bebe mama abstraído de la madre que siente placer en darle y este a través del contacto con su pezón percibe el agrado, el fanático de futbol ve el partido de su selección abstraído en un encantamiento que lo tiene vibrando ignorante de su entrono, sumergido en el placer y la ansiedad de lo que percibe, la pareja que hace el amor totalmente enamorada se abstrae de todo lo que lo rodea y fuera de sí por percibirse dentro del otro llegan en grados de placer al éxtasis.
La condición de percibir despojados de todo, está en todos, pero nadie la educa, cada uno se la busca como la puede, cada uno queda detenido en la práctica en la que ha podido expresarse en su fórmula, la que busca repetir. Algo a lo que llamamos gusto, pero que no atrapa totalmente lo que sucede.
En todos estos “gustos”, permanecemos, nos sucedemos, cesamos de otras cosas por transparentarnos en esa sensación de agrado, pues el agrado nos hace transparentes.
¿Te acuerdas de esas cuatro palabras acciones que te pedí que pusieras en tu bolsillo en el final de Percepciones II, para ayudarte a explicarte?
De esta forma, que te ayudes a ver y ejercer más decididamente la riqueza de tu ser
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