Photos: Diane Arbus - Queen of freakness - Reina de los fenomenalidad - Part 2 - Ricardo Marcenaro palabra

Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in | Posted on 1:03






Jorge Luis Borges



















Diane Arbus



A Child Crying, 1967





Ver data completa acerca de Diane Arbus en:



Young Girl Nudist, 1965





No voy a ponerme a hablar de las calidades evidentes de Arbus, en la primera parte de mi presentación de su obra a quienes lo hacen muy bien y con mejor entendimiento específico de la materia.

Si voy a hablar de la impresa que dejan autores como estos a quienes de carácter propio a la asimilación imitativa no logran cuajar un estilo propio.

Arbus es en la fotografía lo que Le Corbusier en la arquitectura, ambos han dejado una impresa tan grande, con sustentos diferentes, que queda una serie de adoradores que en la imitación de obra y vida se tildan.

Las universidades de escultura durante muchos años vieron salir de sus aulas “hijos de Le Corbusier”, el racionalismo arquitectónico argentino (ojalá hubiera sido mental también) tiene a su padre en Le Corbusier.

Aclaro desde ya, soy cultor de la personalidad, del hacer propio, de propio desarrollo y aunque este pueda lograrse a través de una escuela, nunca me satisface el logro que deviene declaradamente de lo otro en el estilo, que tiene su techo justamente en eso, lo que no quiere decir que hay que ignorar a las escuelas, los estilos, todo lo contrario, hay que llenarse los ojos de lo mejor de cada cosa pero definirse en uno, en ese sacarse de adentro lo que se tiene, he ahí el relato vivo, el que vale, el que queda. 
Me gusta el arte en la materia que sea, sin techos, cuanto más libre mejor.

En un pasado muy remoto, escultura y arquitectura fueron lo mismo, componían el mismo cuerpo, construían edificios los escultores hasta que ambas ciencias se separaron por los avances de las especializaciones como tantas hemos visto separarse contemporáneamente, será quizás el destino del saber en su lógica de más precisar y en su peligro de atomizada, dejar de servir un espíritu más humanitario.

Gaudí es una reencarnación de esos antiguos que fueron escultores arquitectos, tuvo un lenguaje propio con la virtud de ser tan personal, fuerte, decidido, complejo, rico de esencias y conocimientos, que se ha hecho inimitable, carente de escuelas, y con el plus de tener una obra en construcción aún que puede ser que lleve levantarse unos 50 a cien años más con la hermosa carga simbólica de que se la está pagando su propio pueblo. Más bello imposible.

Frank Gehry toma ese ideal de los antiguos exaltado por Gaudí, o más que exaltado, en el único que pudo vivir, determinado como artista que fue, totalmente en la médula.

Pero Gehry servido por la diferente tecnología y apoyado en ella crea sin imitar y siendo más arquitecto que escultor, un lenguaje escultórico en la totalidad del cuerpo del edificio, Gaudí se sirve de las escuelas de los antiguos artesanatos que e generación en generación viajaron a través de familias desde una antigüedad muy pegada a la grey masónica, a cuando ésta más poder tuvo, Notre Dame de París es su corona y a la vez su acta de comienzo de defunción en cuanto al poder que tuvieron los gremios como se los entendía en esos tiempos y no ahora.

No era una agrupación de trabajadores que pujaba por sueldos y mejoras de condiciones laborales, era una agrupación de trabajadores que pujaba por conocimientos, por sus conocimientos en el camino del espíritu y en el rigor de la ciencia, y era una agrupación hermética, esto le permitía una forma de no permitir la entrada de informales.

Requería de largos y complejos estudios, de una escala de adquisiciones, de un aprobar requerimientos firmes establecidos.
Es un tema muy interesante sobre el que escribir.

En todo caso, la arquitectura como profesión, requiere de largos estudios que han de ser titulados, técnicos.

Agreguemos que cualquier arte o profesión que se quiera aprender y ejercer trascendentemente requiere de un no cesar en los estudios durante toda la vida.

En el caso de la fotografía la diferencia, a la que le cabe la general de la ley recién enunciada, no tiene la necesidad de un estudio de tecnicaturas legalizadas específicas aunque si deseables, pudiéndose ejercer por cualquiera que tenga una cámara, y siendo éstas de cada vez más fácil acceso, por lo que hay una abundancia y sobre abundancia de imágenes como nunca hubo en la historia humana, a la que se suman programas que facilitan y encubren fotógrafos que impactarán, pero no dicen nada.

El impacto de Arbus es hacer una foto que no se había casi tocado, un viaje por el zoológico humano de los marginales, los desclasados, los animados por una impresa de sexo y muerte, deformidad, enajenidad, amoralidad, y fenomenologías de diversa índole.

Sí, a Arbus le entra bien el título de una fotógrafa fenomenóloga como valor evidente. He ahí su punto extraordinario, novedoso.

El mito que acompaña su vida personal no me explica, prefiero sin ignorarlo, no apoyarme en él como un valor necesario para construir obra.

Es el mito romántico del reventado que el mediocre levanta inmediatamente como una bandera propia, incapaz de dominar sus impulsos, liberado a sus confusas fuerzas como un patotero de entre casa que a la vida le pelea con toda mala arte que pueda, así vemos trepar desde las camas a tanto y tanta, reventarse con el alcohol o la droga a tanto y tanta que cree que desde ahí viene lo que le da corazón, espíritu y alma viva a la obra.

Es como con los adoradores actuales del Che que se llenan la boca con él, visten chaquetillas militares, van a las manifestaciones, hablan todo el tiempo de los pobres que no conocen, escapan al primer tiro y son de honradez al acomodo, según el caso que les toque vivir, no de indeleble nobleza como la que caracterizó en su firmeza a Ernesto.

Conozco a algunos de quienes fueron sus compañeros, se exactamente de lo que hablo y lo digo porque ese espectáculo que veo en mi país, la verdad, me causa mucho hastío.

Si, Arbus tiene un sentido desde el contexto en que se proyecta al futuro. Es uno de sus valores.

Eso, nada más, y el nada menos de haber retratado la soledad de una forma tan variada como muy pocos lo han hecho, ahí está el clavo, el quid, lo que la hace tan grande.

Por eso no quedarse en la deformidad, que es lo más imitado y evidente.


Ricardo Marcenaro

Diane Nemerov Arbus
Fotografiada por su marido, Allan.


 



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