Poesia: Paul Celan - De umbral en umbral (1955) - Parte 2 - Con llave cambiante - Atardecer de las palabras - Recuerdo - Nocturnamente enfaldados - Links
Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in Poesia: Paul Celan - De umbral en umbral (1955) - Parte 2 - Con llave cambiante - Atardecer de las palabras - Recuerdo - Nocturnamente enfaldados - Links | Posted on 19:49
CON LLAVE CAMBIANTE
Con llave cambiante
tú abres la casa en la cual
la nieve oscila de lo silenciado.
Según la sangre que te mane
de ojo, boca u oído,
tu llave cambia.
Si cambia tu llave, cambia la palabra,
a la que le está permitido oscilar con los copos.
Según el viento que a empujones te aparta,
se amontona la nieve en torno a la palabra.
Con llave cambiante
tú abres la casa en la cual
la nieve oscila de lo silenciado.
Según la sangre que te mane
de ojo, boca u oído,
tu llave cambia.
Si cambia tu llave, cambia la palabra,
a la que le está permitido oscilar con los copos.
Según el viento que a empujones te aparta,
se amontona la nieve en torno a la palabra.
ATARDECER DE LAS PALABRAS
Atardecer de las palabras — ¡buscador de manantiales en el silencio!
Un paso y otro paso más,
un tercero, cuyo rastro
tu sombra no elimina:
la cicatriz del tiempo
se dilata
y anega la tierra de sangre —
Los dogos de la noche palabral, los dogos
repercuten ahora medio a
medio dentro de ti:
festejan la sed más salvaje, la hambruna más salvaje...
Una luna postrera te asiste:
arroja a la jauría
un largo hueso de plata
—desnudo como el camino por el cual venías—,
pero eso no te salva:
el rayo que suscitaste
se encrespa todavía más cerca,
y encima nada un fruto
que mordiste hace años.
Atardecer de las palabras — ¡buscador de manantiales en el silencio!
Un paso y otro paso más,
un tercero, cuyo rastro
tu sombra no elimina:
la cicatriz del tiempo
se dilata
y anega la tierra de sangre —
Los dogos de la noche palabral, los dogos
repercuten ahora medio a
medio dentro de ti:
festejan la sed más salvaje, la hambruna más salvaje...
Una luna postrera te asiste:
arroja a la jauría
un largo hueso de plata
—desnudo como el camino por el cual venías—,
pero eso no te salva:
el rayo que suscitaste
se encrespa todavía más cerca,
y encima nada un fruto
que mordiste hace años.
RECUERDO
Sea con higos alimentado el corazón
dentro del cual la hora recuerda
el ojo de almendra del muerto.
Con higos alimentado.
Abrupta, en el soplo de mar,
la frente
varada,
la hermana de arrecifes.
Y aldededor de tu pelo blanco se multiplica
el vellocino
de la nube estival.
Sea con higos alimentado el corazón
dentro del cual la hora recuerda
el ojo de almendra del muerto.
Con higos alimentado.
Abrupta, en el soplo de mar,
la frente
varada,
la hermana de arrecifes.
Y aldededor de tu pelo blanco se multiplica
el vellocino
de la nube estival.
Paul Celan con Ingeborg Bachmann
NOCTURNAMENTE ENFALDADOS
Para Hannah y Hermann Lenz
Nocturnamente enfaldados
los labios de las flores,
cruzados y triscados
los troncos de los abetos,
agrisado el musgo, la piedra estremecida,
despertados al vuelo infinito
los grajos sobre el glaciar:
ésta es la comarca donde
reposan aquéllos
a quienes dimos alcance:
no van a nombrar la hora,
ni contar los copos,
ni seguir las aguas hasta el dique.
Están separados en el mundo,
cada uno junto a su noche,
cada uno junto a su muerte,
hosco, desnudo, escarchado
de lo cercano y lo distante.
Ellos pagan la culpa que infundió alma a su origen,
la pagan en una palabra
que persevera injustamente, como el verano.
Una palabra — tú sabes:
un cadáver.
Vamos a lavarla
vamos a peinarla,
vamos a volver su ojo
hacia el cielo.
Para Hannah y Hermann Lenz
Nocturnamente enfaldados
los labios de las flores,
cruzados y triscados
los troncos de los abetos,
agrisado el musgo, la piedra estremecida,
despertados al vuelo infinito
los grajos sobre el glaciar:
ésta es la comarca donde
reposan aquéllos
a quienes dimos alcance:
no van a nombrar la hora,
ni contar los copos,
ni seguir las aguas hasta el dique.
Están separados en el mundo,
cada uno junto a su noche,
cada uno junto a su muerte,
hosco, desnudo, escarchado
de lo cercano y lo distante.
Ellos pagan la culpa que infundió alma a su origen,
la pagan en una palabra
que persevera injustamente, como el verano.
Una palabra — tú sabes:
un cadáver.
Vamos a lavarla
vamos a peinarla,
vamos a volver su ojo
hacia el cielo.
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De Amapola y Memoria (1952):
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Paul Celan - AMAPOLA Y MEMORIA (1952) - Parte 4 - Corona - Links Poesia:
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