Filosofia: Cioran - El Inconveniente de Haber Nacido - Parte 11 - (De l'inconvenient d'etre ne - 1973)
Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in Filosofia: Cioran - El Inconveniente de Haber Nacido - Parte 11 - (De l'inconvenient d'etre ne - 1973) | Posted on 18:41
Una película sobre los animales salvajes: crueldad sin descanso en todas las latitudes. La «Naturaleza», torturadora genial, penetrada de si misma y de su obra, se regocija no sin razón: todo lo que vive tiembla y provoca temblor. La piedad es un lujo extraño que sólo el más pérfido y feroz de los seres podía inventar, por necesidad de castigarse y torturarse, por ferocidad.
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Encima de un cartel que, a la entrada de una iglesia, anuncia: El arte de la fuga, alguien ha trazado con grandes letras: Dios está muerto. Y esto a propósito del músico que atestigua que Dios, en el supuesto que esté difunto, puede resucitar justamente durante el tiempo en que se escucha tal cantata o tal fuga.
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Habíamos pasado poco más de una hora juntos. Aprovechó para pavonearse, y, a fuerza de querer decir cosas interesantes sobre sí mismo, lo consiguió. Si solamente se hubiera dirigido elogios razonables, lo hubiera encontrado aburrido y dejado al cabo de algunos minutos. Al exagerar, al representar bien su papel de fanfarrón, casi se volvió ingenioso. El deseo de parecer sutil no menoscaba la sutilidad. Un débil mental, si pudiera sentir deseos de impresionar, lograría engañar y hasta se acercaría a la inteligencia.
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Fulano, que ya sobrepasó la edad de los patriarcas, después de haberse encarnizado contra todo el mundo durante una larga charla, me dijo: «La enorme debilidad de mi vida ha sido el no haber odiado jamás a nadie.»
El odio no disminuye con los años: más bien aumenta. El de un hombre que chochea, alcanza proporciones apenas imaginables: insensible ya a sus antiguos afectos, pone todas sus facultades al servicio de sus rencores que, milagrosamente revigorizados, sobrevivirán al agotamiento de su memoria y hasta de su razón.
...El peligro de frecuentar ancianos es que, al verlos tan alejados del desapego y tan incapaces de alcanzarlo, uno se arroga todas las ventajas que deberían tener y que no tienen. Y es inevitable que la superioridad que uno cree tener, real o ficticia, sobre ellos en materia de lasitud o de hastío, incite a la presunción.
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Cada familia tiene su filosofía. Uno de mis primos, que murió joven, me escribía: «Todo es como siempre ha sido y como será sin duda hasta que no quede ya nada.»
Por su parte, mi madre terminaba la última carta que me envió con esta frase testamento: «Hasta lo que haga el hombre, le pesará tarde o temprano.»
Y pensar que ni siquiera puedo envanecerme de haber adquirido a mis expensas ese vicio del lamento. Me precede, forma parte del patrimonio de mi tribu. ¡Vaya herencia, esta incapacidad para la ilusión!
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A algunos kilómetros de mi pueblo natal había, en las alturas, un poblado habitado únicamente por gitanos. En 1910 lo visitó un etnólogo aficionado acompañado por un fotógrafo. Consiguió reunir a los habitantes, que se dejaron fotografiar sin saber lo que significaba. En el momento en que se les pidió que no se movieran, una vieja gritó: «¡Cuidado! Nos están robando el alma.» Todos se precipitaron sobre los visitantes, que a duras penas escaparon.
¿Acaso no era la India, país de origen de esos gitanos semisalvajes, la que, en esta circunstancia, hablaba a través de ellos?
En continua rebeldía contra mi ascendencia, toda la vida he deseado ser otro: español, ruso, caníbal, todo excepto lo que soy.
Es una aberración pretenderse diferente de lo que se es, adoptar en teoría todas las condiciones salvo la propia.
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El día en que leí la lista de casi todas las palabras de que dispone el sánscrito para designar al absoluto, comprendí que me había equivocado de camino, de país, de idioma.
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Una amiga, después de no sé cuántos años de silencio, me escribe que ya no le queda mucho y que se apresta a «entrar en lo Desconocido»... Este tópico me hace poner mala cara. Después de la muerte discierno mal dónde puede uno entrar. En este caso cualquier afirmación me parece abusiva. La muerte no es un estado, a lo mejor ni siquiera es un tránsito. ¿Qué es pues? ¿Y con qué tópico voy a mi vez a responderle a esta amiga?
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Sobre el mismo tema, sobre el mismo acontecimiento, puedo cambiar de opinión diez, veinte, treinta veces en un día. ¡Y pensar que cada vez, como el último de los impostores, me atrevo a pronunciar la palabra «verdad»!
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La mujer, fuerte aún, arrastraba tras de sí a su marido, alto, encorvado, de ojos aterrados; lo arrastraba como si fuese un sobreviviente de otra época, un diplodocus apoplético y suplicante.
Una hora después, un segundo encuentro: una vieja muy bien vestida, encorvada al máximo, «avanzaba». Describiendo un perfecto semicírculo miraba, por la fuerza de las circunstancias, al suelo; y sin duda contaba sus pasos inimaginablemente lentos. Se hubiera dicho que aprendía a caminar, que tenía miedo de no saber dónde y cómo poner los pies para moverse.
...Todo lo que me aproxima a Buda es bueno.
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A pesar de su cabello blanco continuaba en la prostitución. La encontraba a menudo en el Barrio Latino hacia las tres de la mañana, y no me gustaba regresar a casa sin antes haberle oído relatar algunas hazañas o anécdotas. Tanto las hazañas como las anécdotas se me han olvidado. Pero no puedo olvidar la rapidez con que, una noche en que me puse a despotricar contra todos esos «piojosos» que dormían, ella comentó, levantando el índice hacia el cielo: «¿Y qué dice usted del piojoso de allá arriba?»
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«Todo carece de sustento y de sustancia», nunca me lo repito sin sentir algo parecido a la felicidad. Lo malo es que hay infinidad de momentos en los que no consigo repetírmelo...
Lo leo por la sensación de naufragio que me produce todo lo que escribe. Al principio se comprende, después se empieza a girar, luego es un torbellino insulso, sin pavor, y uno piensa que va a hundirse y, efectivamente, se hunde. No es, sin embargo, un verdadero hundimiento, ¡sería demasiado hermoso! Volvemos a la superficie, respiramos, comprendemos de nuevo, nos sorprende ver que parece decir algo y entender lo que está diciendo; después empieza otra vez el vértigo y sobreviene el hundimiento total... Pretende ser profundo y lo parece. Pero en cuanto uno se recupera, se da cuenta de que sólo es oscuro, y que el intervalo entre la verdadera profundidad y la profundidad buscada es tan importante como la que existe entre una revelación y una manía.
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Todo aquel que se aboca a una obra cree sin ser consciente de ello que sobrevivirá a los años, a los siglos, al tiempo mismo... Si mientras está dedicado a ella sintiera que es perecedera, la abandonaría en el transcurso, no podría terminarla. Actividad y engaño son términos correlativos.
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«Desapareció la risa, después desapareció la sonrisa.»
Esta acotación aparentemente ingenua de un biógrafo de Alexander Blok define bien el esquema de toda decadencia.
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No es fácil hablar de Dios cuando no se es ni creyente ni ateo; ese es sin duda el drama de todos nosotros, incluyendo a los teólogos: el de no poder ser ni lo uno ni lo otro.
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El progreso hacia el desasimiento y la liberación, constituye para un escritor un desastre sin precedente. Más que nadie, él tiene necesidad de sus defectos: si los domina, está perdido. Que se libre de querer ser mejor, pues si lo logra, lo lamentará amargamente.
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Debemos desconfiar de la lucidez que poseamos sobre nosotros mismos. Ese conocimiento indispone y paraliza a nuestro demonio. Ahí es donde hay que buscar la razón por la cual Sócrates no escribió nada.
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Lo que hace a los malos poetas más malos aún es que sólo leen a poetas (así como los malos filósofos sólo leen a filósofos), cuando sacarían gran provecho de un libro de botánica o de geología. Sólo hay enriquecimiento cuando se frecuentan disciplinas alejadas de la propia. Es claro que esto únicamente es válida en los dominios donde el yo hace estragos.
Filosofia: Cioran - El Inconveniente de Haber Nacido - Parte 11 - (De l'inconvenient d'etre ne - 1973)
Desgarradura:
El Inconveniente de Haber Nacido:
Excelente tu trabajo de publicación.
Y Cioran, entrando en nuestro otoño, no tiene calificativo posible.
Saludos.
Muchas Gracias Julieta. Es verdad lo que decís, para entenderlo bien debe haber pasado mucha agua bajo el puente. Saludos