Poesia: Miguel Hernandez - Poemas de amor - Pate 1 - En tu angosto silbido esta tu quid - Por de fuera tengo la corteza aspera - No hieles. viento. ahora - Era cano y moreno - Links

Posted by Ricardo Marcenaro | Posted in | Posted on 20:31



En tu angosto silbido está tu quid 1

En tu angosto silbido está tu quid,
y, cohete, te elevas o te abates;
de la arena, del sol con más quilates,
lógica consecuencia de la vid.
Por mi dicha, a mi madre, con tu ardid,
en humanos hiciste entrar combates.
Dame, aunque se horroricen los gitanos,
veneno activo el más, de los manzanos.


1. De Perito en lunas, 1933.






 Por de fuera tengo la corteza áspera 2

... Por de fuera
tengo la corteza áspera,
pero por de dentro tengo
tierna de palmito el alma.
Glorifico lo que toco,
de altura lo animo y gracia;
y el que me lleva, llevando
está la victoria en andas.
Para llegar al Señor,
fabrico eternas escalas
que, sin un arco de dudas,
suben rectas a su estancia,
y allí ya, resultan cálices
y ángeles de bronce y ámbar.
Muchos miran a mi altura,
no por los bienes que guarda,
sino por los que gotea,
maná de mieles y pasta.
¡Bienaventurado aquel
que sin fijarse en mis ramas
ni en mis frutos llegue a mí
sólo por amor, por ansia
de tenerme y de mirarme
con enamorada rabia!






No hieles, viento, ahora 3

No hieles, viento, ahora,
que se duerma mi cielo
hasta el día y la aurora.
No lo dejes de hielo.
No lo dejes de hielooó...
No lo dejes de hielooó...
Que estoy enamorada
de su mata de pelooó...
Pasa, paz, por su frente,
tu mano sosegada.
Pasa, paz, de repente,
que estoy enamorada.
Nocturno mediodía,
no levantes el vuelo.
Alma mía, alma mía,
no lo dejes de hielo.
No madrugues, rosada:
no vengas hoy de prisa,
que estoy, enamorada,
fuera de mi camisa.
Está que arde la nieve
con la luna lunada;
está que arde la nieve
de verme enamorada.
Dedos de terciopelo
quisiera para cada
caricia de mi cielo,
que estoy enamorada.
Está la luna en celo
sobre tornalunada.
Más pálida que el hielo
estoy enamorada.

 





Era cano y moreno 4

Era cano y moreno,
alto y mejor mirado que una roca
florecida de hinojos y cantueso,
nutrida de jarales.
Como la paz de bueno,
la regalada llaga de su boca,
entre la voz y el beso
destilaba panales.
¡Ay dolor sin compaña!
¡Ay pena sin pareja!
¡Ay qué grande sin él es la cabaña!
¡Ay qué sola sin él está la oveja!
Despiértate a mi queja:
no duermas, que me muero,
no mueras, que no vivo.
¡Válgame, mi cordero!,
¡qué triste!, ¡qué roncero!,
¡qué blanco!, ¡qué inactivo!
Te dio el sueño un acero,
y para que durmiera
te dieron en la frente
una piedra de mala cabecera.
¡Ay sangre! Espera, espera
que recoja tu vino diligente
antes que haga este monte regadío;
que mi amor no se quede de vacío,
que el sabor de tus venas me alimente.
¡Ay, no te acabes, fuente!
¡Ay, déjame pastar en tus corales
exprimidos por una mano dura!
Soy oveja metida entre zarzales,
si de tu amor mi boca fue pastura.
¡Ay, majada segura!,
no dejes que me pierda en los alcores
armados de alacranes y culebras;
que paste sola agrillo de temores,
que embarrancada quede en estas quiebras.
¡Ay flores!


2 a 4. Fragmento del auto sacramental Quien te ha visto y quien te ve, 1934.





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